martes, 6 de agosto de 2024

“Alfonso Reyes tiene mucho que aportar a lectores y ensayistas”: Jordi Soler

“Ortega y Gasset lo admiraba y con el tiempo la obra de su par mexicano le provocó celos”, comenta el autor. (Fototeca MILENIO)



Por: Vicente Gutiérrez

Para librarse del caos de la Revolución Mexicana, Alfonso Reyes (Monterrey, 1889-1959) llegó a París el 24 de agosto de 1913 a trabajar en la embajada mexicana, un empleo que le duró muy poco. En octubre de 1914, debido a la I Guerra Mundial, tuvo que mudarse a Madrid, ya sin cargo diplomático y confiando en que podría ganarse la vida con su talento. 

Reyes tenía tan solo 25 años de edad y los primeros seis años en España, en el exilio, no fueron tan sencillos económicamente hablando.

Jordi Soler, escritor y columnista de MILENIO, es gran admirador del académico y diplomático mexicano. Se encargó de la edición y prólogo de Yo me quedé allá para siempre. La década de Alfonso Reyes en España (1914-1924), una antología publicada por Debate.


¿Qué te impulsó a hacer este libro?

Me parece que la prosa y la manera de ensayar de Reyes tienen mucho que aportar a los lectores y, siendo muy ambiciosos, a los ensayistas españoles como, por cierto, ya pasaba cuando Reyes vivía en España, pues muy pronto se convertiría en un escritor influyente. Ortega y Gasset, que era entonces el ensayista alfa, lo admiraba mucho y con el tiempo la obra de su par mexicano le provocaba unos celos enfermizos.

"La mejor literatura que se hace hoy en España está en los ensayos. Pienso en Esquirol, en Mèlich, en Ramón Andrés, y creo que a esta vitalidad ensayística le viene muy bien la maestría de Alfonso Reyes. El impulso es este, pero también está la satisfacción de cooperar, de manera muy modesta desde luego, con la obra de un paisano que admiro, como ya lo hice en otro momento con la antología de Carlos Monsiváis que circula aquí en España.


¿Fue complicado reunir los materiales?

No fue nada complicado. Soy lector de Reyes desde que era muy joven y lo que hice fue simplemente regresar a sus libros, que me han acompañado desde hace décadas y en media docena de mudanzas. Son libros muy trajinados que he ido leyendo, subrayando, anotando e incluso dibujando en sus márgenes. 

"Fue de hecho bastante fácil porque se trata solo de la obra que escribió en España sobre temas españoles, en libros como Simpatías y diferencias, Aquellos días, El suicida, El cazador, Capítulos de literatura española y Retratos reales e imaginarios. De estos libros salieron los 56 capítulos de nuestra antología.


¿Cuáles eran las preocupaciones de Reyes?

Tenía muchas pero me parece que el gran vector de esta antología son las similitudes y las diferencias que hay entre México y España, literaria y artísticamente pero también de manera, digamos, sociológica. Reyes sostenía que quien no conoce México no puede conocer bien España porque, en México, España creció de otra manera. 

"Los mimbres de la península, trenzados con las diversas culturas mexicanas, produjeron un país distinto pero también muy similar a España. Yo creo que Reyes había leído aquella famosa sentencia de Kipling: “¿qué sabe de Inglaterra quien sólo conoce Inglaterra?”



Soler dice que es lector y admirador de la obra de Alfonso Reyes desde que era muy joven. (Araceli López)



Siempre presente

En la antología se relata: “Al llegar a Madrid, Alfonso Reyes comenzó a traducir y a escribir artículos y, poco a poco, gracias a su amigo Enrique Diez-Canedo, fue metiéndose en el mundillo del Ateneo, que se extendía hacia los bares y los cafés de la época, en los que convivía con Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Unamuno, Azorín, Manuel Azaña y un largo etcétera”.


¿Reyes tuvo algún problema o pelea en Madrid por sus opiniones?

No; su vida en España, fuera de los sobresaltos económicos que tuvo antes de reintegrarse al Servicio Exterior mexicano, fue muy apacible y además tremendamente productiva. Al leer los ensayos de esa época se queda uno con la impresión de que Reyes aprendió a ser escritor en Madrid, contagiado por las grandes figuras de la literatura española de entonces.


¿De qué hablaba?

Habla de todo, efectivamente, habla hasta del cine de aquella época, que era todavía un invento dudoso entre las sombras chinescas y la linterna mágica. Sin embargo él, que era un escritor serio, se puso a hacer, junto con Martín Luis Guzmán, que estaba también en España, crítica cinematográfica, lo cual equivale hoy, se me ocurre, al escritor serio que critica un partido de futbol. Reyes fue, hasta donde se sabe, el primer crítico de cine de nuestra lengua.


¿A qué te refieres cuando dice que Reyes fue un insider en el mundo cultural español?

Me refiero a que era un escritor que venía de otra tradición literaria y que logró incrustarse, como el más arraigado de los nativos, en el mundillo literario español. Era un ensayista que echaba mano, con gran facilidad y desparpajo, de los códigos literarios de ambos países, y esto le daba a su prosa una especie de estereofonía.


¿En España se valora el peso intelectual de Reyes?

En el mundo académico sí, en el del lector común no porque no se le conoce. Precisamente he hecho esta antología con la ilusión de que Reyes llegue a esos lectores, y con la imprescindible complicidad del editor Miguel Aguilar, que es un entusiasta de la obra del maestro.


En México han comenzado a publicarse libros sobre Reyes. ¿Crees que se está revalorando?

Creo que en México la obra de Alfonso Reyes ha estado siempre, con sus altibajos, muy presente, y me encanta que se siga reeditando porque es un escritor muy vigente. Su punto de vista sobre la cultura griega, por ejemplo, me parece crucial; si leemos el universo griego de Andrea Marcolongo, que se ha convertido en un éxito editorial, ¿por qué no leemos el de Alfonso Reyes?

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