Por: Claudina Domingo
Traducido por primera vez al español (e inaugurando la colección de poesía de Sexto Piso), Alfabeto es la primera obra de la celebrada poeta danesa Inger Christensen (1935-2009) que llega a los lectores hispanohablantes. Leída y reconocida en los países nórdicos desde que publicara Det (“Eso”) en 1969, Christensen fue una escritora de fuerte ascendencia experimental. Por el conjunto de su obra, en la cual Alfabeto (publicado en danés en 1981) ocupa un lugar relevante, la poeta fue considerada, hasta el año de su muerte, candidata al Premio Nobel de Literatura.
Alfabeto propone al lector la aparente paradoja de constituir una exploración estética radical del lenguaje al mismo tiempo que es un poema emotivo y lírico. Los focos dramáticos del libro son dos: las existencias y las energías vitales del mundo (personas, animales, plantas, sustancias, elementos) contemplados por la poeta en su intimidad fluida y voluntariosa de “seres” versus la ciega aniquilación de esas existencias como producto final de la apropiación humana de los secretos de esas energías vitales primordiales. Es cierto que se puede leer, superficialmente, como un poema ecológico propio del último tercio del siglo XX, escrito en una sociedad de bienestar que vive bajo la amenaza de la catástrofe nuclear. Sin embargo, en una lectura más sensible, encontramos que Christensen busca un puente literario que contenga la síntesis del carácter antagónico entre nuestra natural propensión a la admiración de la belleza en la naturaleza y nuestra igualmente dinámica y dedicada forma de destruirla. En esta operación se construye un poema en el cual la delicadeza y plasticidad de sus imágenes evocan nuestra admiración por la bella vitalidad de la naturaleza mientras asimila un léxico más frío y científico, así como sus más cercanas y letales formas materiales creando una sensación que en un principio se percibe como disruptiva pero conforme el poema fluye y acumula frutos y metales pesados demuestra lo natural de esta síntesis.
La estructura y la construcción técnica del libro son un reflejo del carácter científico del espíritu moderno en el lenguaje. En su idioma original, los poemas de las catorce secciones del libro siguen un orden alfabético de la letra A a la N, y esta letra se encuentra muy presente en cada poema con aliteraciones y repeticiones fonéticas. Este rasgo, por supuesto, se pierde necesariamente en la traducción. Sin embargo, la otra particularidad formal del libro sí se conserva: sus secciones están constituidas con base en la sucesión de Fibonacci: una secuencia numérica en la que cada número es la suma de los dos anteriores: 1, 1, 2, 3, 5, 8, etcétera; de tal manera que si la primera sección del poema está constituida por un verso, la siguiente por dos, la tercera por tres, la cuarta por cinco y la quinta por ocho versos. Esto otorga a la musicalidad del poema una densidad creciente, como una ola que se nutre por olas subsecuentes o una explosión que extiende su nube venenosa con monstruosa agilidad. A esta sensación de inundación verbal contribuye la repetición, utilizada con maestría:
las palomas existen; los soñadores, las muñecas
los asesinos existen; las palomas, las palomas;
niebla, dióxina y días; los días
existen; los días la muerte y los poemas
existen; los poemas los días la muerte.
los asesinos existen; las palomas, las palomas;
niebla, dióxina y días; los días
existen; los días la muerte y los poemas
existen; los poemas los días la muerte.
Sí, los adverbios apenas son usados, las conjunciones existen, pero solo en una medida mínima y sobre todo para enumerar; y básicamente el verbo que conjuga a todos los sujetos es existir. De esta forma, el poema avanza en su densa y compleja acumulación de elementos vitales que existen y de recursos destructivos que también existen, con lo que se crea la angustiosa sensación de escuchar una sinfonía plena de belleza que narra su propia destrucción. Esto se convierte entonces en una angustiosa revelación: vivimos siempre en el mismo tiempo (hoy) y la belleza y su destrucción se suceden incesantemente sin que podamos detenerlas: existen. En resumen, y contra la idea común de que en nuestra época todo pasa rápidamente, perdiendo su estela de inmediato, el mundo descrito en Alfabeto (también hoy) existe, y el poema que canta esta casi delicada elegía es tan actual como hace 34 años.
…los hijos de Ícaro blancos como corderos
a través de la luz gris, claro que existirán, claro
que existiremos, y el oxígeno sobre el crucifijo del oxígeno;
como escarcha existiremos, como viento existiremos
como iris del arcoíris en las resplandecientes
excrecencias
de la hierba del rocío, hierbas de la tundra; como pequeños
existiremos, tan pequeños como un poco de polen
en la turba,
como un poco de virus en los huesos, tal vez, como
peste de agua.
Inger Christensen, Alfabeto, traducción de Francisco J. Uriz, Sexto Piso, México/Madrid, 2014, 185 pp
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