lunes, 20 de noviembre de 2017

Estilizar el folclore, mejor que trasladarlo tal cual

                                           'Sorolla' en el Teatro Real STANISLAV BELYAEVSKY

Por : Cristina Marinero

Entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, se desató en Estados Unidos una verdadera pasión por todo lo español, la Spanish Craze, la llamaban, y su más evidente exponente fue la multiplicación de réplicas de La Giralda por todo el país. Porque ni el conflicto con EEUU, en 1898, la frenó. Por el contrario, potenció la preocupación de los millonarios norteamericanos por proteger nuestro patrimonio, comprando incluso pórticos románicos que se llevaron piedra a piedra a EEUU.

Aquella locura por el arte, la pintura, la arquitectura y todo lo que rezumara historia y esencia de España se concretó con más fervor entre las exposiciones de 1909 de Joaquín Sorolla e Ignacio Zuloaga y la realizada por éste último en 1925. La almeriense Carmencita, la primera mujer -y bailarina- filmada por el kinetoscopio de Edison, llenaba de nuestros bailes las noches de finales del XIX, como tantos artistas patrios que la siguieron. Antonia Mercé 'La Argentina' se presentó en Nueva York en 1916: Granados la quería en el estreno de Goyescas, pero como el empresario del Metropolitan la sustituyó por su amiga, el compositor le regaló La danza de los ojos verdes y triunfó en el Maxine Elliot's Theater de Manhattan. Ese año también llegaron a EEUU por primera vez los Ballets Russes de Diaghilev con sus estilizados exotismo y orientalismo. Imaginen la explosión de color y efervescencia en Broadway y aledaños, con lo mejor del nuevo ballet moderno allí.

En ese ambiente, Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society of America, encargó a Sorolla realizar la famosa serie Visión de España (también llamada Las provincias de España), que el valenciano plasmó en catorce grandes lienzos. En 2009, aprovechando su restauración, salieron de Nueva York y se expusieron por primera vez en nuestro país, con más de 2 millones de visitantes. La cercanía entonces del 150 aniversario del nacimiento del pintor, además del 90º de su fallecimiento, sirvió de impulso al Ballet Nacional de España, en 2013, para crear Sorolla, ballet compuesto por catorce coreografías que llevan los correspondientes cuadros a la escena. Su estreno, entonces, se realizó en las Naves de Matadero de Madrid.

Vista de nuevo en el Teatro Real, escenario perfecto para este título que ha sido pensado como gran ballet, lo primero que percibimos de Sorolla es que se le ha quitado color. En 2013 se escribió que era excesiva la proyección de los cuadros troceados, como escenografía, y excesivo el audiovisual de pétalos cayendo. Pero la corrección que se ha hecho ahora ha ido prácticamente al otro extremo. Faltan los tonos que marcaban más cada secuencia y hay momentos desprovistos de matices, porque se ha añadido mucha luz.

Como pensábamos entonces, Sorolla era una buena oportunidad de escarbar en la época y hacer un ejercicio de reflexión escénica sobre aquel momento para la danza española. Porque, en ese principio del siglo XX, durante los años 10 y 20, fue cuando se fraguaron las bases fundamentales del ballet y la danza española modernos.

El término fundamental para aquella época es "estilización" y también lo fue para Joaquín Sorolla, pues en su Visión de España encontramos lo mismo que en Manuel de Falla: está España, sí, pero de otra forma. Lo popular les inspira para hacer obras de arte, no para trasladarlo como es.

Y, en algunos momentos, en el ballet Sorolla se intenta más plasmar el folklore tal cual se ve en las plazas, que pasarlo por el tamiz de la creación coreográfica. En el caso de Aragón. La jota, nos parece extraño, ahora que volvemos a ver la función, que se elija una jota al estilo de Zaragoza, en vez de la de Ansó, de Huesca. Plasmada por el pintor con sus imponentes trajes, es la indumentaria idónea para ofrecer una coreografía novedosa, de inspiración aragonesa, pero con la solemnidad del valle pirenaico.

Hay momentos visuales potentes, como Andalucía. El encierro, donde el primer bailarín Eduardo Martínez y el solista José Manuel Benítez convierten con poderío las sillas en reses que llevan al redil. También, la aparición del baile vasco por el cuadro Guipuzcoa. Los bolos, donde el primer bailarín Sergio Bernal interpreta el aurresku sobre una plataforma en alto. El coreógrafo ofrece, sin embargo, este aurresku tal cual es, en vez de estilizar, crear, de coreografiar, en definitiva, porque no se trata de llevar el baile desde la calle al escenario. Como hizo Antonio en Fantasía galaica, lo popular debe servir de vocabulario para hacer una nueva creación. Pero no hay que trasladar los "párrafos" de un baile popular. Hay que hacer nueva "literatura coreográfica".

Sorolla
Compañía: Ballet Nacional de España
Coreografía: Arancha Carmona, Miguel Fuente, Manuel Liñán y Antonio Najarro
Música: Juan José Colomer, Paco de Lucía, Enrique Bermúdez y Popular.
Intérpretes: Esther Jurado, Sergio Bernal, Inmaculada Salomón, Eduardo Martínez, entre otros
Orquesta Titular del Teatro Real
Director: Manuel Coves
Escenario: Teatro Principal

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