Pocos escritores han acercado tanto la magia a la literatura como Alan Moore, haciendo de la labor del artista una especie de chamanismo pop e imprimiendo en la psique colectiva las imágenes épicas, sanadoras, o al menos simbólicas, de los estados que atraviesa la cultura (a veces la historia es una pesadilla de la cual debemos despertar). Moore, “uno de los escritores británicos más importantes de los 50 años” se ha dedicado principalmente a la novela gráfica y ha llevado la cultura del cómic a una nueva dimensión (en la que acaso sólo lo acompañen Kirby y Morrison), al servirse de la frescura y la facilidad memética de este arte pop para insertar su virus en la mente de los jóvenes. Moore, autor de obras tan influyentes como Watchmen, From Hell, V for Vendetta, Promethea, y The League of Extraordinary Gentlemen, cumplió 60 años la semana pasada, el 18 de noviembre, por lo que es menester celebrar su trabajo (una buena forma de conocerlo es viendo el video aquí presentado, The Mindscape of Alan Moore).
La influencia de la magia ceremonial y el ocultismo en Alan Moore ha potenciado sus novelas con una fuerza hechizante (heredera de John Dee, la magia secreta de la isla). Acaso, como bien intuyó Christian Bronstein en su ensayo Superhéroes: Mitología Moderna, Moore es uno de los grandes responsables de esa transposición moderna en la psique colectiva entre los dioses, los arquetipos y los superhéroes, donde estos últimos han llegado a ocupar los mismos espacios mentales, operando procesos de transferencia, sublimación y hasta alquimia psicológica.
Sobre su obra capital Watchmen, Moore señala: “no está unida por una causalidad lineal, sino que está tejida como un único evento simultáneo masivamente complejo con conexiones hechas por la sincronicidad.. esta cosmogonía fue la que resonó en una audiencia que había detectado que su visión del mundo ya no era adecuada para la realidad que enfrentaba… Watchmen es una forma de percepción”.
Moore, quien se considera un traficante de ficción, un anarquista y un pirata interdimensional, considera que la literatura que escribe tiene “resonancia emocional en la fantasía, ecos de verdad, aunque nunca sucedieron”. Sobre el llamado y la voz, dice que “todo lo que vale la pena debe hacerse superando el miedo al fracaso y también el deseo de éxito”.
La fusión de la magia y la literatura en Alan Moore llega al punto de que el opus magnum del alquimista se confunde con la obra maestra del escritor: “El gran acto mágico es decidir si vas a vivir en tu propia ficción“. La magia, según Moore, es la práctica de manipular símbolos a través de palabras o imágenes para generar cambios de conciencia, y esto es lo que hace el arte.
Creo que un artista o un escritor es lo más cercano que verás a un chamán en el mundo contemporáneo. Creo que toda cultura debe haber surgido de un culto. Originalmente, todas las facetas de nuestra cultura, ya sea en las ciencias o las artes, eran territorio de chamanes. El hecho de que en la actualidad este poder mágico haya degenerado al nivel de entretenimiento barato y manipulación es, creo, una tragedia. Actualmente, la gente que usa el chamanismo y la magia para dar forma a nuestra cultura son publicistas. En lugar de despertar a la gente, su chamanismo es usado para drogar y tranquilizar a la gente, para hacerlos manejables.
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En los últimos tiempos creo que los artistas y escritores han permitido ser vendidos a lo largo del río. Aceptaron la creencia predominante de que el arte y la escritura son simplemente formas de entretenimiento. No son vistos como fuerzas transformadoras que pueden cambiar a una persona y a una sociedad. Son vistos como simple entretenimiento, cosas con las que podemos rellenar 20 minutos cada media hora mientras esperamos morir. No es el trabajo del artista darle a la audiencia lo que la audiencia quiere. Si el público supiera lo que necesita, ya no serían el público, serían el artista. Es el trabajo de un artista darle al público lo que necesita. (Alan Moore, El Paisaje Mental de Alan Moore , 2003).
Más allá de esta apropiación un tanto más llevadera del camino del ocultismo hacia la cultura pop, Moore tiene una veta irónica, afincada en el humor, una catarsis psicosocial. Un ejemplo de esto es su mensaje a una civilización extraterrestre:
Eh, sí, ¿hola? Eh, si están ahí, escuchen, es Alan llamando, Alan de la Tierra. Tal vez no se acuerden, está en la espiral oeste de la Vía Láctea, aunque obviamente tal vez la llaman bajo otra marca totalmente distinta de chocolate (no Milky Way). Básicamente sólo encuentren la Nube de Oort y pidan direcciones de ahí. De cualquier forma, sólo aquí poniéndome al corriente. Estamos bien con esto de la forma de vida basada en el carbón. Los chicos se están diversificando de buena manera, estamos pasando por una moda de cerebros y nervios aquí pero probablemente también sea así donde están ustedes… Bueno eso es todo realmente, sólo que no hemos oído de ustedes en un rato, como cuando mataron a Michael Reenie o a Klatuu, como lo conocieron en “The Day The Earth Stood Still”. De cualquier forma, si reciben esto hagan contacto, o mejor no, pensándolo bien no se molesten en llamar después del 2150, porque no espero que haya nadie aquí. Ah y estoy enviando una canción llamada God Song de Robert Wyatt. Ojalá les guste. Si no, se comunican a través del perfume o de variaciones minúsculas en su sentido de equilibrio o algo así. Bueno, cuídense y luego platicamos. Los quiero. Adiós.
Celebremos a Alan Moore leyendo sus novelas y reencantando al mundo con una dimensión mágica que se desdobla desde la esoteria hasta la cultura pop.
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