Debo decir que hago más borradores de un poema que de un artículo científico. Me parece más compleja la literatura.” Roald Hoffmann, poeta y científico
Por: Juan Carlos Talavera
“La ciencia y la cultura deben permanecer
siempre unidas y no vivir separadas como ha sucedido a lo largo del último
siglo”, afirma el poeta, químico y filósofo Roald Hoffmann (Złoczów, Polonia,
1937, hoy Ucrania), quien fue laureado con el Premio Nobel de Química en 1981,
y cuya infancia estuvo marcada por su migración a Estados Unidos en 1949 luego
de que su padre fuera hecho prisionero por los nazis.
En entrevista con Excélsior, Hoffmann se
declara un seguidor empedernido de la poesía y el teatro –herramientas que ha
utilizado para encontrar un reflejo nítido de la humanidad–, un químico que
guarda en su memoria las propiedades químicas de la literatura, su trabajo como
científico y breves recuerdos de la Segunda Guerra Mundial.
Aunque desde hace más de un lustro se
retiró de la ciencia, adelanta que en breve publicará un libro sobre el valor
de la narrativa en la ciencia: “Tentativamente llevará por título No sólo”, así
como una nueva obra de teatro, en torno a un tema japonés.
Hoffman ha tenido una estrecha relación
con México. El químico y poeta revela que fue gracias a dos pilares de la
literatura mexicana como se acercó a sus letras: “Puedo decir que fui
introducido en la cultura mexicana de la mejor manera: por Carlos Fuentes y
Octavio Paz”. En el caso de Fuentes, fue a principios de los años 90 cuando lo
conoció en la Universidad de Cornell, luego de que el autor de Aura visitara
esa institución.
“Él dedicó una parte de su curso a hablar
sobre Sor Juana Inés de la Cruz, pero para entonces ya había leído un libro
excepcional de Octavio Paz, titulado Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de
la fe. Además, por fortuna han colaborado conmigo varios científicos mexicanos
y amigos dedicados a la literatura, quienes me han ayudado a conocerla más de
cerca”.
Es tan amplio su conocimiento de la
cultura mexicana que conoce las propiedades físicas del color azul que
desarrolló la cultura maya: “Sé bien que los artistas mayas inventaron un tono
especial de color azul, el cual permanece hasta nuestros días, mediante la
utilización de buenos fundamentos de química y la mezcla del color índigo con
barro. Pero si hoy alguien me dijera que ellos, con el tiempo, separaron un
poco la ciencia de la cultura, debo decirle que yo trabajo para mantenerlas
unidas”, aseguró.
EL PASADO
A pesar de ser conocido como el maestro
de los modelos químicos, a Hoffmann le gusta que lo miren como poeta, un autor
que ha conseguido publicar con éxito libros como The Metamict State, Memory
Effects y Catalista: poemas escogidos, entre otros.
Esta dualidad, lo ha llevado al terreno
de las comparaciones: al público siempre le da curiosidad saber si para él es
más complicado escribir un poema o un texto científico. “Debo decir que hago
más borradores de un poema que de un artículo científico. Así que ahí tiene la
respuesta… así que me parece más compleja la literatura que el pensamiento
científico. Sin embargo, me parece que tanto en una como en la otra se
involucran diferentes tipos de complejidades”.
Una de ellas, es otro de sus grandes
placeres: el teatro. “Amo la magia del teatro porque desde el escenario puedes
ver a la gente, frente a ti, y aunque tú sabes que ellos sólo son personajes
que interpretan un libreto… el escenario hace que suspendas toda incredulidad”.
¿Desde qué cristal encuentra una mejor
forma de comprender al mundo? “La ciencia y la poesía son maneras económicas de
querer entender el mundo que nos rodea. La poesía aún tiene un valor espiritual
para las personas”, responde.
Y, ¿qué opina de la relación entre el
hombre y la guerra en nuestros días? “¿Acaso crees que hubo menos guerra antes
del desarrollo de la ciencia?, ¿Cómo explicar la conquista de México por los
españoles o las guerras del mundo maya? La escala de la muerte era mayor de lo
que la tecnología (no la ciencia) ha realizado. Eso lo garantizo”.
Hoffmann echa un vistazo al pasado y
comparte uno de los momentos que más resuenan en su mente de aquella guerra que
marcó su infancia, aunque también reconoce que su memoria ha dejado muchas
cosas en el pasado.
“Recuerdo que estaba en el pueblo donde
nací. Estábamos escondidos, en una casa en la que ya nos habíamos escondido
antes, tal como lo reproduzco en un fragmento de mi libo Something that belongs
to you (Algo que te pertenece)”. Ahí Frieda, su madre, le pregunta: ¿Recuerdas
de qué platicamos? Él responde: “De todo mamita. De los juegos que inventabas,
de cómo mi padre construía caminos, barcos y vías del tren, de cómo era Viena
cuando tú estudiabas ahí… y de los niños de África en los libros”. Hoy,
concluye, “estoy seguro que mi obra, mis poemas y la literatura me ayudan cada
vez más a recordar un poco cada vez”.
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