Fundador del Ballet Independiente,
agrupación que este año celebra su 50 aniversario, el bailarín y coreógrafo
mexicano Raúl Flores Canelo murió hace 24 años, el 3 de febrero de 1992.
El legado de quien es considerado un icono de la mexicanidad
en la danza contemporánea se mantiene vigente a través de la agrupación que
desde 1992 dirige la bailarina Magnolia Flores (1931).
El Ballet Independiente, una de las compañías de danza más
importantes del país, se ha caracterizado por la frescura, irreverencia y
crítica que Flores Canelo proponía en coreografías como “La espera” (1973),
“Tres fantasías sexuales” (1981) y Queda el viento (1981).
Considerado uno de los creadores mexicanos más importantes
del siglo XX, Raúl Flores Canelo fue un bailarín, coreógrafo, escenógrafo y
diseñador nacido en Monclova, Coahuila, el 19 de abril de 1929, de acuerdo con
sus biógrafos.
Estudió Artes Plásticas en la Universidad de Arizona (EUA) y
en San Carlos (México), luego decidió dedicarse a la danza e ingresó en la
Academia Mexicana de la Danza y al Ballet Nacional (1953-1966), donde fue
coreógrafo y bailarín solista, bajo la tutela de Guillermina Bravo, José Limón
y Ana Sokolow, entre otros.
Entre sus principales aportaciones figuran la introducción
de la “mexicanidad” y del nacionalismo crítico en la danza contemporánea, lo
que lo convirtió no sólo en uno de sus grandes pilares sino en un innovador.
En 1966 fundó el Ballet Independiente, que el año pasado
cumplió 45 años de trayectoria, como una de las compañías de danza más
importantes del país.
Flores Canelo fue un bailarín muy cotizado, formó parte de
las filas del Ballet Nacional de México, de Guillermina Bravo, donde aprendió
las bases que lo llevaron a convertirse en uno de los pilares de la danza
contemporánea mexicana.
Al respecto, el crítico de danza Alberto Dallal comentó en
su momento que “los jóvenes coreógrafos mexicanos estaban comenzando a
implementar imágenes y movimientos del México prehispánico, cuando Flores
Canelo ya las había buscado, encontrado y llevado a escena desde los años 70.”
De Flores Canelo se dice que sus obras supieron llegar al
pueblo porque de ahí provino; “retrató a personajes de su entorno: al
cantinero, al carpintero y los sacó en sus coreografías. No trató de poner a
los grandes personajes, fue un coreógrafo básicamente popular. La inspiración
de Raúl era que sabía hacer trascender las clases populares por medio de la
danza.”
Datos biográficos disponibles destacan entre los elementos
que marcaron la trayectoria del coreógrafo mexicano están haber abordado temas
con sentido del humor, así como símbolos y estilos que reflejaban su propia
experiencia.
“Tenía gran sensibilidad para
transmitir sutilezas, erotismo y emociones. Su pensamiento no estuvo enfocado a
los públicos de otros países o en tratar de ser universal como coreógrafo, fue
capaz de dirigirse a públicos provincianos que compartían una idea de lugar que
traspasaba de alguna manera la ubicación clasista.”
Una de sus grandes coreografías legadas a la danza mexicana
es ?La espera? una pieza donde logra una fusión sui géneris de música, danza,
palabra, iluminación, vestuario y dramatismo, en una búsqueda que no se queda
en el nacionalismo acartonado.
Entre sus amigos, cuentan, estaban Alberto Beltrán, Leopoldo
Méndez, Francisco de la Maza, Efraín Huerta, Elías Nandino, Carlos Pellicer,
Jaime Sabines, Alberto Domingo y Froylán López Narváez, entre otros.
Entre los reconocimientos que se le hicieron sobresalen la
entrega del Premios “José Limón“, en 1990; en 1995 se funda en el Centro
Nacional de las Artes el teatro que lleva su nombre, mientras que en el 2002 se
crea un festival nacional de la disciplina y un premio en su honor.
La muerte de Raúl Flores Canelo, en 1992, conmovió al gremio
de la danza, que recordó entonces la convicción inquebrantable del artista,
cuyo sentido del humor fue su mejor credencial, su honestidad fue su aplomo y
su amor a la cultura popular, su alimento.
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