sábado, 29 de agosto de 2020

Así fue el regreso al teatro bajo la nueva normalidad

Por: Francisco Morales

Con una función para invitados y amigos de la obra Sobreexpuesta/El acontecimiento ha muerto fue el primero en aventurarse la noche de este jueves 27, fecha señalada por el Gobierno de la Ciudad de México para -por fin- reabrir los teatros.

Fue como romper una mala racha, o como poder levantar la cabeza de nuevo para tomar una bocanada de aire, con los actores y el público de nuevo viéndose a los ojos, reencontrados, en medio de uno de los peores años que el teatro mexicano ha visto en su historia.

La familiaridad añorada de ver otra vez encendidas las letras rojas de neón con el nombre del teatro en la fachada, de cruzar por sus puertas bien abiertas, se mezcló con los rituales de la nueva normalidad: tapete desinfectante, gel antibacterial, toma de temperatura y cubrebocas obligatorio.

Un lobby otra vez bullicioso -pero con distancia- y el público de nuevo charlando antes de la función a través de sus cubrebocas y caretas, casi como antes, constituyen parte de lo que el director de la obra, José Alberto Gallardo, definió como "ensayar la recuperación de la confianza".

"Ustedes, de alguna manera, se la juegan, se ponen en riesgo un poco y llegamos a este lugar también donde podemos ensayar la recuperación de la confianza y la recuperación de una cierta seguridad de que el otro no necesariamente es letal", dijo al término de la función, en los agradecimientos.

Esa confianza restituida, en su primera noche de prueba, tuvo como principal aval a los fundadores y directores de otros espacios autogestivos, como La Titería, Un Teatro, Contigo América -miembros de la Asociación Nacional de Teatros Independientes (ANTI)- y del Centro Cultural Helénico, quienes acudieron solidariamente a darle la bienvenida de nuevo al arte escénico.

Fue la ANTI, a través de una intensa campaña de diálogo con las autoridades capitalinas, la que logró que los teatros, rezagados del calendario de aperturas, pudieran volver a recibir público.

"Ellos ayudaron a una batalla para seguir abriendo los teatros, para la verdadera 'sana distancia', que es ésta: la reunión de los artistas con el espectador", agradeció el escenógrafo Gabriel Pascal, fundador de El Milagro.

"Creo que ha sido una batalla de solidaridad impresionante y yo creo inédita. Sólo al paso del tiempo se acabará de calcular lo que significa para el teatro de este País esa batalla y que ustedes han estado en la primera línea", dijo también el director de teatro David Olguín, uno de los anfitriones de la noche.

Con la restricción de un aforo de no más de 30 por ciento en espacios cerrados, El Milagro puede recibir a no más de 15 y 25 espectadores, respectivamente, en sus dos escenarios.

Para Sobreexpuesta/El acontecimiento ha muerto se realizó una adecuación del espacio en el que los actores se encuentran en el centro y el público presencia la obra desde unas tarimas, en cuatro frentes, y con más de metro y medio de distancia entre silla y silla.

Los encargados de la reapertura fueron los actores jóvenes de El Milagrito, la compañía residente del foro conformada por recién egresados de escuelas teatrales, quienes tuvieron que mantener la obra viva través de la plataforma Zoom, luego de que su estreno se pospusiera desde mayo.

Con cubrebocas durante toda la obra -cuyo guión incorporó algunos guiños a la pandemia con menciones a la cuarentena y a la nueva normalidad-, los actores contaron la historia del reencuentro de los integrantes de un fallido movimiento estudiantil, precipitado por la liberación de la cárcel de su líder después de 20 años.

Y, si bien, como es lógico, de pronto el sonido quedaba sofocado entre los cubrebocas y caretas, y en otras ocasiones los actores también parecían batallar con tantos implementos en el rostro, el teatro volvió a ocurrir en El Milagro y, de hecho, en toda la Ciudad de México.

Ante la mirada de apenas 18 espectadores, los seis actores de la compañía, en una obra frenética y de gran esfuerzo físico, lograron romper la mala racha con un ronda de aplausos copiosos, sinceros. En un breve gesto final, con las luces encendidas, los miembros de El Milagrito se desprendieron brevemente del cubrebocas y mostraron su rostro a la audiencia, en un necesario ensayo de la recuperación de la confianza que se había vuelto impostergable.

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