viernes, 21 de agosto de 2020

En cultura no debe haber contrapartes


Por: Ricardo Quiroga

A inicios del presente año la agenda del artista visual mexicano Jorge Ismael Rodríguez contemplaba varias aduanas: Austria, Suiza, Japón. La pandemia y sus réplicas lo obligaron a limitarse en las dimensiones de su casa y de su taller.

Para estos meses al menos contemplaba una participación en encuentros performáticos y la presentación de un libro en Oriente. Sin embargo, todo quedó postergado por la emergencia global.

El escultor además es colaborador del Movimiento Colectivo por la Cultura y el Arte de México (Moccam), uno de los grupos sociales que han estado presentes en distintas negociaciones con las autoridades de la Secretaría de Cultura, incluyendo aquella sobre el replaneamiento del Fidecine hacia un nuevo fideicomiso único o a partir de la cual autoridades y colectivos de artistas y demás involucrados en los procesos culturales participaron en la negociación de apoyos financieros para artistas precarizados por la crisis económica.

“En este choque con la realidad, nos encontramos con que no estábamos considerados por el Estado para nada. El Estado no sabía cómo hacer para voltear a ver al gremio. Y eso nos conmocionó. (Los agentes culturales) hemos encontrado puntos de convergencia en la carencia. El sector cultural es muy interesante. Por un lado hemos sido solidarios en todas las situaciones de necesidad en nuestra patria, históricamente, y, por otro lado, todavía no existimos como sector completamente formal”, lamentó el escultor.

“Eso hizo que nos uniéramos, que nos hiciéramos preguntas, incluso para quienes no vivimos de becas o apoyos pero que como espectadores sí somos beneficiarios. La desaparición de los fideicomisos vulneraba nuestros derechos a la cultura. Eso hizo que encontráramos puntos de convergencia y pasamos de ser artistas practicantes a defensores del sector”, explicó el escultor y llamó a quienes integran el gobierno y a los activistas para no convertirse en contrapartes sin disposición para el diálogo.

Sin embargo, reconoció en la presente administración un avance en el trato y disposición al diálogo entre los representantes del Estado y los activistas culturales. Dijo tener muy buena opinión de la directora del INBAL, Lucina Jiménez, de Marina Núñez Bespalova, subsecretaria de Desarrollo Cultural, y de Mardonio Carballo, director general de Culturas Populares.

“Los considero como ciudadanos infiltrados. Son parte de quienes hemos trabajado desde hace 30 o 40 años para lograr establecer una agenda socialmente responsable. También comprendo a la secretaria, que está entre la espada y la pared todo el tiempo. Es una secretaría pequeña con muchas exigencias”, opinó y de inmeditato destacó programas de la presente administración que tienen, dijo, “buenas intenciones”.

Una de ellas es el Registro Nacional de Agentes Culturales “Telar”, de la Dirección de Vinculación Cultural, del cual, dijo, resta por conocer cuál será su alcance y aplicación, si incluso podría usarse para generar trabajo.

Celebró que “Telar” se trate de una herramienta en constante actualización y confió en que es cuestión de tiempo para que el aporte, peso específico, combustible turístico y capacidad paliativa de las industrias culturales sean consideradas en su justa medida. “No sobramos, no somos un lujo y una necesidad”, declaró Jorge Ismael Rodríguez.

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