Por: MARCO AURELIO CARBALLO (MAC)
Así que por mi neurosis las horas siguen de 60 minutos y los días de 24 horas. Selecciono con rigor lecturas y películas. Dejé los tres pálidos jaiboles diarios. ¿Mi premio? Neurosis, in crescendo, diría el mamón, pertenezca a la etnia mame o no pertenezca. No obstante la neurosis, o justo por eso, al quimioterapiado lo acosan los temas.
El colmo fue enterarme de la muerte del querido amigo y colega Raúl Torres Barrón. Me neuroticé porque a fines del siglo veinte existía el mito en el gremio de que la gente palmaba de tres en tres si era del mismo gremio. Así que, dije ¡sigo yo! A causa del orden alfabético siempre estoy entre los primeros de la lista. Sentí descargas vitriólicas de neurosis, a causa de mis trabajos inconclusos. Metido en la revisión del undécimo mamotreto, antes de que me trepanaran, el tumor creciendo, escribí la primera versión del duodécimo con el título provisional de "Diosas de radiante pubis". Falta pulirlo y barnizarlo un año. El texto... A punto de escribir la turbo "Tribulaciones de un cabeza hueca" me asaltó la idea del mamotreto 13, quizá no una novela y sí un mamotreto de trescientas a quinientas páginas, la recopilación, seleccionada de modo riguroso, de mis crónicas y turbocrónicas. Me llegó idea y título: "Los nuevos periodistas".
Y ¿qué creen? ¡Ring!, ¡ring!, ¡ring! Mis hermanos María Eugenia y el menor, el "shunco", Enrique el Húngaro querían confirmar si yo estaba moribundo. Enrique pertenece a mi etnia. Húngaro es un sobrenombre de cuando él jugaba futbol. Efectivo y elegante, dicen. Así conocí mi estado de salud. Inoportunos, porque no decido aún mi epitafio: "¿No que no?" "Por fin libre" y "Disculpen si no me levanto", mi preferido, de Groucho, Marx, epitafio manoseado por sus admiradores. Luego hablaron amigos. ¿Contestaba o pensaba en la estructura del nuevo mamotreto? Ganó mi vocación, obsesión. Destino, según Borges.
El colmo fue enterarme de la muerte del querido amigo y colega Raúl Torres Barrón. Me neuroticé porque a fines del siglo veinte existía el mito en el gremio de que la gente palmaba de tres en tres si era del mismo gremio. Así que, dije ¡sigo yo! A causa del orden alfabético siempre estoy entre los primeros de la lista. Sentí descargas vitriólicas de neurosis, a causa de mis trabajos inconclusos. Metido en la revisión del undécimo mamotreto, antes de que me trepanaran, el tumor creciendo, escribí la primera versión del duodécimo con el título provisional de "Diosas de radiante pubis". Falta pulirlo y barnizarlo un año. El texto... A punto de escribir la turbo "Tribulaciones de un cabeza hueca" me asaltó la idea del mamotreto 13, quizá no una novela y sí un mamotreto de trescientas a quinientas páginas, la recopilación, seleccionada de modo riguroso, de mis crónicas y turbocrónicas. Me llegó idea y título: "Los nuevos periodistas".
Y ¿qué creen? ¡Ring!, ¡ring!, ¡ring! Mis hermanos María Eugenia y el menor, el "shunco", Enrique el Húngaro querían confirmar si yo estaba moribundo. Enrique pertenece a mi etnia. Húngaro es un sobrenombre de cuando él jugaba futbol. Efectivo y elegante, dicen. Así conocí mi estado de salud. Inoportunos, porque no decido aún mi epitafio: "¿No que no?" "Por fin libre" y "Disculpen si no me levanto", mi preferido, de Groucho, Marx, epitafio manoseado por sus admiradores. Luego hablaron amigos. ¿Contestaba o pensaba en la estructura del nuevo mamotreto? Ganó mi vocación, obsesión. Destino, según Borges.
No hay comentarios:
Publicar un comentario