Ilustración: Ernesto Rivera
Por: Mario Palomera
Yo nací exactamente a medianoche,
no tengo cumpleaños y nunca lo celebro. Decía Nikola Tesla, inventor que hizo
posible la transmisión inalámbrica de energía, la corriente alterna, la radio,
el motor de inducción, el alternador y el control remoto, entre otras
innovaciones; mucho tiempo excluido de la historia oficial y del reconcimiento,
este año se conmemora el 160 aniversario de su natalicio.
Este físico e ingeniero eléctrico,
que entre sus múltiples rarezas soñó con dar energía libre a la humanidad, declaraba
en el artículo Mis inventos (1919), relato autobiográfico fundamental para
entenderlo, que “el desarrollo progresivo del hombre depende vitalmente de la
invención; es el producto más importante de su cerebro creativo. Su propósito
último es el dominio completo de la mente sobre el mundo material, el
aprovechamiento de las fuerzas de la naturaleza para las necesidades humanas”.
Él así lo intentó. Sin importar
manías u obsesiones, fracasos personales o la supuesta conspiración que lo dejó
fuera del éxito comercial —Edison, fue siempre su rival; Marconi, capital-zó sus patentes sin otorgarle
mérito; Westinghouse costruyó su compañía con algunas de sus principales
innovaciones y J. P. Morgan, lo abandonó—, Tesla ayudó a convertir EU en una nación industrial innovadora y
poderosa. Si Edison fue un innovador de su tiempo, Tesla estaba proponiendo el
futuro.
“Es sorprendente cómo un nombre
que está en la base de nuestra civilización tecnológica hubiera desaparecido.
Yo creo que es fundamental todo el esfuerzo, no sólo para darlo a conocer como
un personaje histórico sino como alguien que está muy vivo y presente hoy en
día en nuestras vidas”, afirma Miguel A. Delgado (Oviedo, 1971), investigador y
especialis-ta en Tesla, autor de sendos
ensayos incluidos en los libros Yo y la energía y Firmado: Nikola Tesla.
Escritos y cartas, 1890-1943.
“Cuando lees sus cartas y te dejas
llevar por sus confesiones, ves un ser humano total. Capaz de una gran ternura.
Es un personaje que acabas sintiendo muy cercano. Que tiene una parte, yo creo,
que a cualquiera que tenga inquietud por la creación, da igual que sea a través
de la ciencia o el arte o lo que sea, encuentra un ejemplo tremendamente
inspirador en Tesla a pesar de su aparente fracaso. Y digo aparente porque utilizamos
sus inventos. Y un inventor está vivo en sus creaciones, si las usamos y
funcionan. Tesla es alguien capaz de ser secretamente inspirador”, agrega el
también autor de la novela Tesla y la conspiración de la luz (2016), ucronía
donde transforma la historia del científico para aventurarse en plantear cómo
sería la realidad si algunas de sus ideas más importantes se hubiesen
realizado.
Debut y despedida
Nikola Tesla llegó a Estados
Unidos en 1884. Acompañado de una carta de recomendación dirigida a Edison, en
la que se afirmaba: “conozco a dos grandes hombres y usted es uno de ellos. El
otro es este joven”. Tesla comienza a trabajar al segundo día de su llegada.
Nikola ya había impresionado trabajando para las subsidiarias de Edison en
París y pasó de agradar al inventor estadunidense a provocar su recelo y luego,
su total desacuerdo. Tesla trabajó para Edison Machina Works en Nueva York sólo
seis meses. A partir de entonces serán siempre rivales, principalmente en la
llamada guerra de las corrientes que culmina en la flamante exposición
universal de Chicago de 1893, el triunfo de la corriente alterna de Tesla y la
oportunidad de trabajar en la generación de energía en las Cataratas del
Niágara.
Sorteando las diferentes crisis
económicas en las que caía (no era un hombre práctico y falló al proteger sus
intere- ses mientras otros hicieron
fortuna con sus inventos) y los persistentes intentos inmorales de Edison por
des- prestigiarlo, aun valiéndose del
engaño y el asesinato, Tesla experimenta con la energía de alta frecuencia y
logra crear la primera iluminación con luz neón, toma la primera radiografía e
ilumina el primer foco sin conexio- nes alámbricas. Todo en la década
de 1890. El inventor de origen serbio pasó en tan sólo diez años, del éxito y
la aceptación social, de ser para la opinión pública norteamericana “nuestro
más destacado ingeniero eléctrico”, a ser olvidado y despreciado o peor aún, a
ser públicamente denunciado, como se escribió en un artículo de 1903: “hace
diez años, si a la opinión pública de este país se le hubiese pedido que
nombrara al ingeniero eléctrico más prometedor, la respuesta habría sido sin
duda Nikola Tesla. Hoy en día su nombre provoca pena, en el mejor de los
casos”.
La clave para su descenso, apunta
Miguel A. Delgado, llegó años después “cuando tuvo que abandonar sus trabajos
en la torre de Wardencliff, epicentro que consideraba piedra ángular en los
experimentos por la energía inalámbrica, en la primera década del siglo XX. A
partir de ahí, abruptamente se hace un hueco de más de un siglo en el que nadie
retoma sus ideas, nadie las trabaja y explora, hasta tal punto que no se ha
logrado replicar los resultados que Tesla obtuvo en 1899, cuando logró encender
varias lámparas enterradas en la tierra con energía que recibían de manera
inalámbrica a través del suelo, de un generador que estaba a varias millas de
distancia. No deja de ser sorprendente que eso que consiguió Tesla no se haya retomado
en ningún momento”.
"No es lo mismo el Tesla de
las primeras décadas de su vida, un hombre pletórico de fuerza inventora, que
el de los últimos años, un personaje lleno de
problemas mentales, que cae en obsesiones y manías y un poco acaba
siendo la caricatura del científico loco”.
Aura mística
El pequeño Niko vino al mundo la
madrugada entre el 9 y el 10 de julio de 1856, en la aldea montañosa de Smiljan
(entonces parte del imperio austrohúngaro, hoy Croacia), bajo el estruendo de
una gran tormenta, según cuenta la leyenda familiar. Su padre era un sacerdote
ortodoxo que esperaba que su heredero siguiera el mismo destino; y su madre,
una mujer de inventiva que, confiesa Tesla, fue de quien adoptó el carácter y
la curiosidad creativa. Al final convencería a su padre de estudiar ingeniería
pero nunca perdería su pensamiento místico.
Tesla fue uno de los prime-ros en
investigar las ondas electromagnéticas, su colega y contemporáneo, John Stone,
enfatiza: “Hizo más por despertar el interés y hacer comprender de forma
inteligente estos fenómenos en los años 1891-1893 que ningún otro”.
Dotado de una imaginación y
memoria excepcionales, cuenta cómo a los tres años descubrió la electricidad
acariciando el lomo de su gato Mácak, fenómeno que desde entonces despertó su
interés. Después quedaría cautivado con una descripción de las Cataratas del
Niágara y hará el propósito de ir y aprovechar esa fuente de energía.
Tesla vivió muchos años de manera
osada: “en mi juventud, mi ignorancia y mi desenfado me pusieron en incontables
aprietos, peligros y embrollos”.
Su increíble actividad mental le
permitió practicar un método para desarrollar sus creaciones sin apenas hacer
experimentos:
“Cuando dirigí mis pensamientos a
inventar, me di cuenta de que podía visualizar mis concepciones con la mayor de
las facilidades”, señala. “De esta manera he desarrollado, inconscientemente,
lo que yo considero un nuevo método de materializar ideas y conceptos
ingeniosos, que es exactamente opuesto al puro método experimental del cual,
sin duda alguna, Edison es el mejor y más exitoso exponente”.
“Cuando tengo una idea, comienzo
de inmediato a construirla en mi mente. Cambio la estructura, hago mejoras,
experimento, hago funcionar el dispositivo en mi mente. Para mí es exactamente lo
mismo manejar mi turbina en el pensamiento o probarla de veras”.
Su genialidad no tenía par. Tesla
murió mientras dormía, el 7 de enero de 1943. A su funeral asistieron
científcos, algunos dignatarios y cientos de admiradores. Entre ellos estaba
Edwin Howard Armstrong, su compañero pionero de la radio, que comentaba
proféticamente: “Creo que el mundo esperará durante mucho tiempo por alguien a
la altura de Tesla en logros e imaginación”.
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