García Barrios. Foto cortesía de Juan Pablo Duch
Por: Juan Pablo Duch corresponsal
Moscú. Con la vehemencia que sólo puede dar el legítimo orgullo de haber hecho vibrar esta semana al público en una de las salas más importantes del mundo, el Conservatorio Chaikovski de Moscú, el maestro Eduardo García Barrios no oculta su satisfacción por haber mostrado aquí que los instrumentos prehispánicos que se escucharon en su versión de La noche de los mayas, de Silvestre Revueltas, y en otras piezas del concierto, “están vivos, no son piezas de museo y, por tanto, forman parte de la riqueza de las expresiones artísticas universales”.
García Barrios comparte con La Jornada la emoción doble de haber conducido la Orquesta Sinfónica del Conservatorio “en esa sala de acústica prodigiosa y tanta historia, a la que muchas veces asistí en los años que estudié aquí dirección de orquesta”, a finales de los años ochenta, y de tocar a Revueltas en Rusia con el Ensamble de Instrumentos de Percusión de la Orquesta Escuela Carlos Chávez, de la cual es director académico y artístico, integrado, subraya, por ocho “jóvenes artistas en formación” y su maestro, Roberto Serquera, que lo acompaña en esta gira de intenso trabajo.
Recuerda que en aquellos tiempos de agonía del sistema soviético, hace ya más de 30 y tantos años, “convoqué a mis amigos rusos a formar un conjunto de cámara, que llamamos Sinfonietta de Moscú, y nos divertimos dando a conocer la obra de Revueltas y de otros clásicos mexicanos”, cuyo trabajo, por una extraña razón, era prácticamente desconocido en la Unión Soviética, al grado de que muchas de las partituras tuvieron que ser enviadas desde México por… valija diplomática.
Ahora, al inaugurar la 21 edición del Festival Internacional Música del Universo, García Barrios presentó, por primera vez en este país, La noche de los mayas, de Revueltas y, describe, la orquesta “literalmente se prendió”, y el público “tuvo una respuesta increíble”.
Todos los asistentes al concierto en la Sala Grande del Conservatorio Chaikovski, en su opinión y por los comentarios que le hicieron llegar, pudieron sentir el impacto de lo mexicano a través de la música de Revueltas, quien supo “mostrar un país, tal cual es, lleno de contrastes, contradicciones, luz, oscuridad, alegría, magia, tradiciones antiquísimas”, todo lo que hace que su obra sea contemporánea.
Aclara: “La obra de Revueltas tiene 83 años y debería ser más bien música antigua, pero –suelta una carcajada–, bromas aparte, es innegable la fuerza del modernismo de este gran compositor, dicho sea esto sin detrimento de otros notables autores nacionales”.
La idea de este concierto en el conservatorio surgió a partir de una propuesta del maestro y se convirtió en un proyecto colectivo, en el que se sumaron los esfuerzos de muchas instituciones que contribuyeron a hacerlo realidad tanto en México (la Secretaría de Cultura federal, el Sistema Nacional de Fomento Musical, la Orquesta Escuela Carlos Chávez) como en Rusia (la embajada de México y el Conservatorio Chaikovski).
El resultado, basado en la simbiosis de música contemporánea con instrumentos indígenas prehispánicos de sonido excepcional, conformó un todo único donde, además del estreno aquí de La noche de los mayas, convivieron una tradicional Canción de cuna yaqui con la Tercera Construcción, de John Cage, o la Rapsodia chiapaneca El Grijalva, de René Ruiz Nandayapa con el Canto de la serpiente, de Eckhard Kopetzki, así como Rítmicas V (son) y VI (rumba), de Amadeo Roldán con Como uno, de Gene Koshinski.
García Barrios, impulsor del quehacer musical como herramienta para hacer comunidad, considera que es de “justicia elemental” que los pueblos originarios ejerzan su derecho absoluto a ser parte de la universalidad del arte y, ejemplifica, así como un canto totonaca puede emocionar por su belleza a cualquiera que lo escuche, ellos deben poder conocer a Beethoven, Brahms o Stravinsky. Por eso, en calidad de maestro comunitario, también se dedica a organizar talleres, conferencias y conciertos en el interior de México, los cuales –además– sirven para detectar niñas y niños con vocación y talento musical.
Al respecto, comenta que el Instituto de Cultura de Cheliabinsk, ciudad rusa ubicada en los Urales, otorgó cinco becas para estudiar la carrera de música a participantes del programa de cultura comunitaria. “Vienen dos niñas, por lo pronto, todavía hay temor en las comunidades a soltar a sus hijos para un viaje tan largo”, indica.
Dentro de las actividades programadas para este viaje, también figuran pláticas sobre instrumentos prehispánicos en varias instituciones de Moscú y San Petersburgo, como el Instituto Ruso de Historia del Arte, donde el Ensamble de Instrumentos de Percusión ofrecerá un concierto, mientras García Barrios se desplaza a Cheliabinsk para dirigir a la filarmónica de esa ciudad.
“Será un concierto de clásicos mexicanos que nunca se han tocado en Cheliabinsk; estoy hablando de los balses mexicanos, de la Sinfonía india de Chávez, del Sensemayá de Revueltas, el Danzón no. 2 de Arturo Márquez, obras comunes para nosotros, pero que para ellos son un mundo por descubrir y, estoy seguro, se van a maravillar.”
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