sábado, 9 de marzo de 2019

Aquí casual, viendo como Javier Camarena triunfa en La Hija del Regimiento


Por: José Antonio Palafox
Con un Auditorio Nacional lleno a reventar, tuvo lugar la transmisión en vivo desde el Met de Nueva York de La hija del regimiento, una de las óperas más conocidas del prolífico compositor italiano Gaetano Donizetti, famosa por su aria Ah! mes amis, quel jour de fête, la cual incluye nueve temibles do de pecho que son una verdadera prueba de fuego para cualquier tenor que se atreva a abordar el papel protagónico masculino.
En esta ocasión fue el tenor veracruzano Javier Camarena el valiente dispuesto a llevar a cabo —por séptima y última ocasión en esta temporada— semejante proeza, lo cual resultó razón más que suficiente para explicar tan inusual afluencia de público. Vamos, hasta representantes de prensa que han brillado por su ausencia a lo largo de todas las transmisiones del Met se encontraban ahí, listos para registrar la hazaña de nuestra superestrella operística.
Y es que Camarena ha logrado conquistar al público y la crítica no solo con su agradable encarnación de Tonio, el atolondrado tirolés enamorado de Marie, la hija del regimiento, sino con su prodigiosa interpretación de la demandante aria Ah! mes amis…, a la cual ha conseguido imprimir una frescura y una perfección técnica que han hecho que, en todas y cada una de las siete representaciones de La hija del regimiento ofrecidas por el Met, el enloquecido público pida con gritos y aplausos un bis, con lo que Camarena ha tenido que cantar no nueve, sino 18 dos de pecho consecutivos por función. ¡Verdadera hazaña que, nos atrevemos a afirmar, le ha asegurado su lugar entre los grandes intérpretes del bel canto! Así, precedido por tan asombroso logro, Javier Camarena dio cuenta de la última función de La hija del regimiento de la temporada 2018-2019.
Como era de esperar, en el Auditorio Nacional el público mexicano lo recibió con un cálido aplauso apenas puso un pie en el escenario, vestido con el clásico peto y pantaloncillos cortos tiroleses. Sus bonachones gestos arrancaban más de una risa y aplausos entre el público; y sin embargo, nosotros teníamos la sensación de que algo andaba mal. No tardamos en percatarnos de lo que sucedía: tristemente, una buena parte de nuestros espectadores solo estaba ahí para ver a Javier Camarena realizar la proeza con que ha dado de qué hablar a nivel mundial. Nada más.
Los enredos de La hija del regimiento seguían desarrollándose en la pantalla, pero era poca la gente que prestaba atención a los demás cantantes y a lo que sucedía en escena. Desde nuestro sitio pudimos ver gente que no paraba de revolverse en sus asientos, volteando de un lado a otro, además de abundantes lucecitas de celular brillando por aquí y por allá (como muestra, a la izquierda de quien esto escribe, una jovencita no dejaba de enviar y recibir mensajes de texto, mientras que otra señorita, en el asiento de adelante, no paraba de cuchichear y mostrarle a su acompañante imágenes de sets de maquillaje en su smartphone).
Peor aún: el verdadero interés duró únicamente mientras Camarena acometía su aria y ofrecía el consiguiente bis. En ese momento, como si estuviéramos en un concierto de rock, se levantaron gran cantidad de brazos para grabar en el celular la interpretación del tenor y, suponemos, publicarla inmediatamente en las redes sociales con un hashtag tipo: #aquicasualviendocantaraJavierCamarena.
De hecho, mientras en Nueva York el público del Met aplaudía rabiosamente a Javier Camarena de pie, con una ovación que duró poco más de dos minutos, en el Auditorio Nacional algunos espectadores aprovecharon el momento para marcharse. Su misión de haber sido parte de uno de los momentos más importantes para la presencia de la cultura mexicana en el extranjero había terminado y acababa de ser debidamente posteada. Incluso, para cuando empezó el segundo acto, gran parte de los representantes de prensa se había esfumado tan misteriosamente como había aparecido.
Gaetano Donizetti: Ah! mes amis, quel jour de fête (La fille du régiment) / Javier Camarena (Tonio), la orquesta y el coro del Met, dirige Enrique Mazzola.
Quienes se quedaron y decidieron prestar atención, pudieron disfrutar de otro inolvidable momento protagonizado por Javier Camarena: la dulce aria Pour me rapprocher de Marie, je me enrôlai, pauvre soldat, con la que Tonio quiere ablandar el corazón de la marquesa de Berkenfield para que le permita casarse con Marie. Si bien no posee la pirotecnia auditiva que exige Ah! mes amis…, esta aria puede contarse como una de las páginas más bellas y elegantes escritas por Donizetti. La interpretación del tenor veracruzano fue intachable y harto emotiva, lo que le granjeó una nueva andanada de bravos y aplausos por parte del respetable.
Pero la eclipsante presencia de Javier Camarena no fue el único acierto de esta brillante puesta en escena de La hija del regimiento, una de las mejores producciones —dicho sea de paso— que nos ha ofrecido el Met en esta temporada. Marie, la huérfana que ha sido criada por un regimiento de soldados franceses, fue interpretada con singular vigor por la soprano sudafricana Pretty Yende, quien ofreció un homenaje personal a la lengua materna de su país, el zulú, al alternar los distintivos sonidos de “clic” con que pronuncian las consonantes quienes hablan este idioma dentro de la perorata de maldiciones que masculla mientras, a regañadientes, cumple con las obligaciones que le han impuesto sus “papás” del regimiento: lavar ropa y pelar papas.
Con rudas actitudes más propias de un soldado que de una dama y graciosos gestos que expresaban su inconformidad ante las decisiones que los demás toman por ella, Pretty Yende pasaba en un abrir y cerrar de ojos y con inusitada soltura de una emoción a otra, por ejemplo, del dinamismo bélico de Chacun le sait, chacun le dit (la canción del regimiento) a la dulzura del dúo Depuis l’instant ou, dans mes bras(donde Tonio y Marie expresan sus sentimientos), o de la divertidísima lección de piano al inicio del segundo acto (donde se dio vuelo “desafinando” intencionalmente) a la dolorosa tristeza de Par le rang et par l’opulence (donde se resigna al destino que le ha impuesto la marquesa de Berkenfield).
Sin duda, una de las grandes parejas vocales dentro del mundo operístico hoy en día es la formada por Javier Camarena y Pretty Yende. La poderosísima y exquisita voz de Camarena encuentra el complemento ideal en la refinada tesitura y los precisos agudos de Yende, amén de que, sobre el escenario, ambos derrochan una simpatía sin igual.
Gaetano Donizetti: Il faut partir (La fille du régiment) / Pretty Yende (Marie), y la orquesta del Met, dirige Enrique Mazzola
Otra de las delicias de este banquete operístico, tanto por su impecable calidad interpretativa como por su alto nivel actoral, fue la presencia de la mezzosoprano Stephanie Blythe y el bajo italiano Maurizio Muraro como, respectivamente, la marquesa de Berkenfeld y el sargento Sulpice. Aunque sus personajes son secundarios, Blythe y Muraro hicieron de ellos verdaderas creaciones que permanecerán en la memoria por mucho tiempo. Para terminar, la cereza de este pastel tan especial fue la inclusión de la famosa actriz estadounidense Kathleen Turner en el papel hablado de la duquesa de Crakentorp. El altivo gesto con que encaró al director de la orquesta del Met para que dejara de tocar el sonsonete con que recibió su entrada en escena resultó uno de los momentos más hilarantes de esta puesta en escena.
Por supuesto, la orquesta y el coro del Met tuvieron el altísimo nivel acostumbrado, ahora bajo la batuta del especialista en ópera belcantista Enrique Mazzola, quien ofreció una minuciosa e inspiradísima lectura de la partitura de Donizetti. Antes de levantarse el telón, una amable señorita informó al público del Met que el maestro Mazzola estaba resfriado y que agradecía la comprensión, pero no entendimos si se refería a que él no iba a dirigir o a que iba a ponerse en el podio dopado con antigripales. A fin de cuentas fue Mazzola, con sus inconfundibles lentes de montura roja, quien se puso al frente de la orquesta, y cuando empezó a dirigir con desenfrenados gestos y expresiones que le envidiaría Bugs Bunny comprendimos que la amable señorita se refería a lo segundo.
Aunque no exentas de momentos que parecen extraídos de los números musicales de la película Cantando bajo la lluvia y de situaciones donde los personajes reaccionan como si estuvieran en un capítulo de El chavo del ocho, hay que mencionar la discreta pero efectiva puesta en escena de Laurent Pelly, quien traslada la acción —que originalmente se desarrolla en el marco de las guerras napoleónicas— a los inicios de la Primera Guerra Mundial (con todo y la aparición en escena de uno de esos pequeños y rechonchos tanques de la época), y la dirección coreográfica de Laura Scozzi, quien hace un inteligentísimo uso del espacio escénico basándose en un admirablemente imperceptible movimiento incesante de todos los personajes, con lo que imprime un curioso ritmo dinámico a esta ópera donde en realidad los acontecimientos son mínimos. Al final, la clamorosa ovación con que el público del Met reconoció a todos y cada uno de los artífices de esta Hija del regimiento, así como los entusiastas comentarios del público que quedaba del Auditorio Nacional resultaron el mejor testimonio de que lo habíamos visto fue un gran triunfo en todos los aspectos.

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