lunes, 22 de noviembre de 2021

“Genio olvidado”, el mexicano pionero en la generación de electricidad

Francisco Javier Estrada Murguía "es un hombre desconocido", dice su biógrafo el maestro y físico José Refugio Martínez Mendoza (en la imagen). El nombre del científico mexicano, primero en iluminar una calle en el Continente Americano, sólo está inscrito en lo que hoy es la oficina administrativa de la rectoría de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Foto Vicente Juárez


Por: Vicente Juárez corresponsal

Francisco Javier Estrada Murguía, el primer físico mexicano, de origen potosino, inventor de una máquina generadora de electricidad en América Latina, "es un hombre desconocido", aseguró su biógrafo José Refugio Martínez Mendoza, y salvo por una pequeña calle que lleva su nombre en el Barrio de Tequisquiapan, en la ciudad de San Luis Potosí, debería ser parte de la lista de científicos más importantes del país.

"El nombre de Estrada no figura, como otros, como parte de la historia mundial del electromagnetismo", ni se le reconoce como padre de las telecomunicaciones en el país, ya que convirtió a México, y a San Luis Potosí, en el centro de atención nacional e internacional en asuntos relacionados con la electricidad. "Es un genio olvidado", aseveró Refugio Martínez Mendoza.

En el contexto del 153 aniversario de la presentación al mundo de su invento la "máquina generadora de electricidad”, es decir el motor eléctrico, el maestro y físico José Refugio Martínez Mendoza en entrevista con La Jornada, señaló que José Francisco Javier Severiano Adolfo Estrada Murguía (San Luis Potosí, 11 de febrero de 1838—Ciudad de México 1905—, fue el primero en inventar la electricidad en América Latina.

Además de descubrir la corriente dinámica, durante su vida desarrolló múltiples y revolucionarios inventos, lo que debería merecerle, dijo Martínez Mendoza, "el mejor reconocimiento del mundo, ya que se dedicó e hizo historia" en la ciencia nacional e internacional.

Para José Refugio Martínez se debe valorar la importancia de las aportaciones al mundo moderno y la relevancia de los trabajos del potosino, que provocaron que científicos de todo el planeta voltearan a México.

Reconoció que las aportaciones de Estada Murguía son desconocidas para el grueso de la población hasta hoy, pues en el imaginario colectivo solo hay personajes, todos extranjeros, que ostentan la gloria de los adelantos técnicos científicos que figuraron en la segunda parte del siglo XIX.

Por ejemplo, acotó, Tomás Alba Edison (Luz eléctrica) y Guillermo Marconi (comunicación inalámbrica), quienes fueron sus contemporáneos, son más reconocidos en lugar de Estrada, pese a que éste se adelantó más de 10 a ellos en sus descubrimientos.

Ya desde 1865, el inventor mexicano plantearía una de sus primeras aportaciones: era posible reproducir la electricidad indefinidamente por medios dinámicos. Estrada experimentó con imanes y construyó varias clases de electro-imanes de tamaños y formas diversas, observando que dichos electro-imanes transformaban de una manera notable el trabajo mecánico en corrientes dinámicas.

En ese mismo año, Estrada Murguía construyó un pequeño modelo, un motor cuyo funcionamiento presentó ante diversas personalidades de San Luis Potosí.

En 1867, siendo ya padre de familia, el investigador daba a conocer algunos de sus resultados y experimentos en física que desde 1863 venía trabajando, tres años antes que lo hicieran algunos inventores en Inglaterra.

En 1868 Estrada Murguía es nombrado catedrático impartiendo la clase de física, enseguida empieza a aparecer su nombre en varios diarios y revistas especializadas por sus primeros trabajos sobre la electricidad.

Ese mismo año, para demostrar en la práctica sus teorías, construyó una máquina, cuyo primer modelo presentaría a la sociedad en San Luis Potosí y el mundo: el motor eléctrico.

En 1879, Francisco Javier Estrada ya experimentaba y articulaba procesos de electrificación para iluminación eléctrica y servicios industriales, como ocurrió con la primera fábrica de hielo que existió en San Luis Potosí, y con las que se realizaron los primeros ensayos de alumbrado eléctrico, no sólo en México, sino en todo el continente americano.

Refugio Martínez Mendoza precisó que en noviembre de 1877, Estrada Murguía iluminaba el primer edificio en América, el patio principal del actual edificio central de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, y la primera calle iluminada, las actuales calles de Allende y Carranza, el frente y lateral del actual Palacio de Gobierno.

En su momento, agregó, su nombre fue conocido en Francia, así como el diseño de su máquina, por algo la Academia de Ciencias de París lo nombró su miembro sin haber sido solicitado por Estrada, "posiblemente, como una forma de expiación de culpa".

En 1871 Francisco Estrada es diagnosticado con ataxia locomotriz, enfermedad neurodegenerativa que causa intensos dolores en articulaciones y que inhibe su movimiento, atrofia de los cordones de la médula espinal, acompañada de la atrofia de los nervios ópticos, por lo que en poco tiempo perdió la vista.

A pesar de ello, añadió José Refugio Martínez Mendoza, el científico continuó su trabajo y realizó contribuciones importantes por primera vez en el mundo: el micrófono de carbón, adelanto importante para la mejora de los sistemas telefónicos, lo que permitió contar con sistemas de comunicación con los que consiguió la comunicación a larga distancia más grande a nivel mundial, al intercomunicar telefónicamente San Luis Potosí con la Ciudad de México, en 1882.

En 1886 desarrolló el primer sistema en el mundo de comunicación inalámbrica, obteniendo la patente 10 años antes que Marconi a quien la historia de la ciencia reconoce como el inventor de la comunicación inalámbrica.

En 1874, varios años después de sus primeras aportaciones, y aquejado por su enfermedad y los múltiples problemas para ser reconocido, Estrada Murguía escribió al periódico El Minero Mexicano: "A medida que mis males avanzan, mi imaginación se muestra más infatigable aumentando en razón inversa de mis movimientos.

“Desde ahora te anuncio que no ha de faltar algún sabio que pretenda echar por tierra el fruto de los afanes que me han dejado sin poder ver la luz; pero esta es la recompensa que se nos espera,… nos humillamos admirando lo extranjero. (…) Me ocupo en la construcción de un telégrafo tipográfico de mi invención…”.

Por último, dice a La Jornada, su biógrafo, José Refugio Martínez Mendoza, el científico potosino, murió en febrero de 1905 en la Ciudad de México, solo y abandonado; sus restos fueron depositados en una fosa común, sin haber recibido los honores que merecía, pese a su importante legado.

"Queda de consuelo que el nombre de este ilustre mexicano, está grabado en una pequeña placa de mármol que da nombre a la sala que ocupaba el Gabinete de Física del entonces Instituto Científico y Literario y que actualmente es la oficina administrativa de la rectoría de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí", finalizó.

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