Por: Sonia Ávila
Con 84 años de edad, Angelina Muñiz-Huberman asegura que la lengua, hablada o escrita es el principal medio de enlace del ser humano, y su estudio ha sido para ella una suerte de misión para dar a conocer los alcances de la palabra ya sea en su carácter narrativo, poético o de uso cotidiano.
Para la narradora y poeta, la lengua es también el medio para entender y explicarse su vida en exilio en México, a dónde llegó cuando apenas tenía seis años de edad en busca, junto con su familia, de una oportunidad de vida pacífica. Por lo que celebrar y honrar la lengua es para ella celebrar su vida.
“Para mí la lengua significa el medio de entenderse, de cómo transmitir el conocimiento, de la ardua tarea de aprender la lengua desde que nace hasta que puede dominarse. La lengua es lo que permite la comunión absoluta de todas las comunidades desde las épocas más antiguas”, advirtió en entrevista la escritora quien estudió un doctorado en Letras en la UNAM y otro en Lenguas Romances en la Universidad de Pennsylvania.
De ello abordará su discurso de entrada a la Academia Mexicana de la Lengua que dictará en la ceremonia de ingreso, que responderá Adolfo Castañón, secretario y académico de número de la institución.
“Hablo de la lengua y del modo de comunicarse no sólo de los seres humanos, sino de los pájaros, los elefantes, leones, delfines; todos ellos tienen sonidos especiales que los entiende el receptor y es esa capacidad que existe en el cuerpo humano o animal de transmitir lo que es importante, la comunicación”, refirió la también ganadora del Premio Xavier Villaurrutia (1985) por Huerto cerrado, huerto sellado y el Premio Internacional Fernando Jeno (1988) por De magias y prodigios.
“El estudio de la lengua lo hago a través de mi obra creativa: poemas, ensayos, cuentos, novelas e investigo mucho la relación de la lengua como creación a partir de la interpretación del texto bíblico, entender que la creación de la vida, de la tierra la lleva a cabo la divinidad por medio de la palabra”, acotó quien ocupará la silla que era de Miguel León-Portilla.
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