El Museo Palestino del municipio de Birzeit, en el territorio ocupado de Cisjordania, reabre sus puertas con una exposición-protesta de artistas gazatíes. EFE
EFE EN BIRZEIT
La sala principal de exposiciones del Museo Palestino de Birzeit, en Cisjordania ocupada, se asemeja a una especie de cámara faraónica funeraria: en el centro, descansan los escombros de una Gaza desecha, y a ambos lados, refulgen las obras de un centenar de artistas gazatíes.
El Museo Palestino, cerrado desde el inicio de la ofensiva bélica israelí el pasado octubre, reabre esta semana sus puertas a fin de crear un espacio colectivo por y para Gaza, en el que se muestran unas 280 piezas, en su mayoría pinturas, de algunos de sus mejores artistas y talentos emergentes.
“En Gaza hay pintores, poetas, seres humanos que amaron y que aman, y ese reclamo (llamarlos 'animales humanos') es una excusa para asesinar a su gente”, explica a EFE Amer Shomali, director del museo, molesto por la deshumanización constante de los palestinos.
Los cuadros, divididos en tres niveles hasta alcanzar el techo, muestran retratos figurativos, imágenes de desposesión, olivos y tierra, grafitis de la Segunda Intifada.
El zumbido de un dron israelí es ubicuo y constante, al igual que en la Franja de Gaza y en algunos campos de refugiados de Cisjordania, mientras que la pared de enfrente refleja imágenes de la actual ofensiva bélica en el enclave.
Las obras, que ya estaban fuera de Gaza cuando comenzó la guerra, fueron recopiladas de universidades y galerías palestinas en Nablús o Belén, pero también de casas de particulares y coleccionistas gracias al boca a boca y a la colaboración de las galerías gazatíes Eltiqa y Shababek, ahora deshabilitadas.
Entre ellas, se incluyen fotografías de la ya fallecida Laila Shawa, paisajes de Motaz Naim o pinturas de Hani Zurob, nacido en Rafah y exiliado desde hace décadas en Francia, en las que aparece dibujado su hijo aprendiendo a volar.
Hay también obras de seis artistas asesinados en la guerra, como es el caso de la pintora, novelista y profesora Heba Zagout; muerta junto a dos de sus hijos en un ataque aéreo israelí el pasado 13 de octubre.
“Es una pérdida de proporciones catastróficas”, dice a EFE el coleccionista Mahmud Abuhashash, quien ha cedido veinte obras al museo, y que lamenta no solo el "exterminio de la vivacidad de la escena artística de Gaza” sino también de su arquitectura, patrimonio cultural, lugares históricos y tradiciones.
La Gran Mezquita de Gaza, junto a su colección de manuscritos, ha desaparecido entre más de 1.000 mezquitas dañadas o destruidas; el techo de la Iglesia ortodoxa griega de San Porfirio, una de las más antiguas del mundo, ha colapsado matando a gente; mientras que hamanes (baños públicos), centros culturales y museos han sido arrasados.
Parte de esa intrahistoria de destrucción y restricciones se esconde en cada una de estas obras, más allá de su composición de colores primarios, la mezcla de óleo con arena de Gaza o el grito de protesta que evocan; como el cuadro “Bloqueo" de Hani Zurob que busca golpear al visitante con sus pies.
Hay una pintura que es el trabajo de fin de grado de una artista que estudió en Cisjordania y que, según soldados israelíes, era demasiado grande para ser trasportada a Gaza por el cruce de Erez, razón por la que hoy perdura.
También hay obras de los artistas plásticos Dina Mattar y su marido Mohamed Al Hawajri, cuya casa y estudio han sido destrozados por las bombas.
Muchos de los cuadros de Mattar, presentados en una exposición en solitario en la galería Eltiqa -de la que los dos son miembros-, fueron quemados a mediados de noviembre, según explica Shomali, para calentar a personas desplazadas.
Al Hawajri documenta en Instagram los días y noches que la familia pasa en Rafah, donde Israel mató anoche a casi un centenar de personas, según datos del Ministerio de Sanidad, en un operativo para rescatar a dos rehenes israelíes.
Estas obras “hablan de nosotros”, comenta a EFE el artista Tayseer Barakat, formado en Egipto y que expone en una sala colindante del Museo Palestino pinturas en tonos gris acerado y ocres, muchas desarrolladas después del 7 de octubre.
“Es un mensaje al mundo de que todavía estamos aquí, todavía trabajamos, todavía podemos hacer arte”, explica conmocionado Barakat. "Somos las únicas personas en todo el mundo que no tenemos libertad (y) luchamos por eso, también a través del arte."
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