El compositor mexicano cumple 121 años de fallecimiento; su Vals poético y Vals amor, sus mazurcas de concierto y sus danzas humorísticas son parte de sus piezas.
Autor de motetes, zarzuelas, una ópera y algunos valses, el compositor, director de orquesta, pianista y violinista mexicano Felipe Villanueva, fue uno de los músicos mexicanos más importantes del siglo XIX, no obstante su origen humilde y el entorno de escasos recursos en el que se formó.
Villanueva, en cuyo honor se bautizó con su nombre una sala de conciertos en su natal Estado de México, será recordado mañana, cuando se cumplan 121 años de su fallecimiento, ocurrido el 28 de mayo de 1893.
De acuerdo con sus biógrafos, el músico mexiquense nació el 5 de febrero de 1862, en el seno de una familia de músicos de escasos recursos.
Comenzó a estudiar piano con un primo suyo y violín con su hermano, quien tocaba en la orquesta del pueblo, cuyo director, Hermenegildo Pineda, le dio algunas lecciones de música, siendo aceptado muy pronto en la orquesta, a la que se integró como violinista.
Cuentan que a los 10 años estrenó su cantata El retrato del cura Hidalgo y una mazurca, La despedida, que dedicó al maestro Pineda. Al año siguiente se mudó a la Ciudad de México, donde inició estudios en el Conservatorio Nacional, del cual fue rechazado al parecer por discriminación social.
Ello no lo hizo abandonar la música, por el contrario, continuó el estudio de piano mediante el apoyo de Valentín Hernández, que lo hospedó en la casa de Luis Rodríguez, quien le consiguió trabajo en la orquesta del Teatro Hidalgo, cuyo director se convirtió en su maestro.
El artista dio lecciones de piano y pronto se convirtió en uno de los maestros de moda entre las familias de sociedad. La casa Wagner y Levien comenzó a publicarle sus obras y de vez en cuando le pedía que hiciera arreglos para piano en las óperas y zarzuelas de la época.
Trabajó como violinista en las mejores orquestas del país y con las compañías de ópera extranjeras que visitaban México en aquellos años, pero el destacado compositor quería seguir estudiando piano, por lo cual buscó a Julio Ituarte, quien era uno de los maestros más afamados del Conservatorio y comenzó una buena amistad con Gustavo Campa y Ricardo Castro, quienes eran los alumnos más brillantes de ese grupo.
Con obras como su Vals poético y Vals amor, sus mazurcas de concierto y sus danzas humorísticas, dejó una huella imborrable en la historia musical de México.
El artista tuvo predilección por la música alemana y francesa, sin dejar por eso de llevar a cabo, aunque no en grandes proporciones, el rescate de la música mexicana.
Alrededor de 1885, Villanueva, Campa y Castro se unieron a Juan Hernández Acevedo, Carlos Meneses, Ignacio Quezadas y Pablo Castellanos León y organizaron un grupo para estudiar música y cultura de Francia.
En 1887 fundó junto con los primeros tres el Instituto Musical, que revolucionó la música en México y estuvo a cargo de la composición de la ópera Keofar, en la cual trabajó algunos meses hasta terminarla, aunque le faltó la orquestación del último número.
Keofar no se representó en aquel entonces, aunque algunos años después la cantante Emma Juch estrenó con gran éxito el arreglo para canto y piano de la “Romanza” de dicha ópera, en el Teatro Nacional. Una parte de esta obra está perdida.
Felipe Villanueva murió el 28 de mayo de 1893 en la Ciudad de México, dos meses antes del estreno de Keofar, la cual tuvo gran recibimiento del público.
A su partida, la familia del compositor guardó los manuscritos de muchas de sus piezas sin que fueran dados a conocer, por lo que ahora una buena parte de sus obras están perdidas.
Para la crítica especializada, no obstante su corta vida y escasa preparación musical, Villanueva fue autor de obras llenas de inspiración y de finísima factura. En su música, la belleza de sus melodías y la riqueza de sus ritmos se unieron a sus interesantes armonías.
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