Por: Alida Piñón
En el semblante de Miguel Ángel Añorve sigue aquel bailarín que ayudó a construir la leyenda de la “Bruja de la danza”, Guillermina Bravo. Ronda las siete décadas, escondidas tras su musculatura y vigorosidad, y fue protagonista de varias de las obras más emblemáticas de la danza nacional, como Epicentro y El llamado.
Él y Antonia Quiroz, también figura fundamental de la obra de Bravo, son dos de los artistas que llevan en su memoria los capítulos de la historia que la coreógrafa escribió a lo largo de sus longevos 92 años.
Bajo la celosa custodia de Quiroz está el acervo documental de Bravo, fotografías originales, programas de mano, documentos. No habla, siempre ha sido reservada, además el duelo por la mujer que murió en sus brazos el 6 de noviembre de 2013, aún es doloroso; pero sigue dando clases. No hay nadie que no se cuadre ante su presencia.
Añorve está al cuidado del Centro Nacional de Danza Contemporánea (Cenadac), de sus espacios, de sus necesidades. Es vigía, es memoria.
Pero es Orlando Scheker, director del Centro, bailarín del Ballet Nacional de Mexico, quien lleva en sus hombros una de las responsabilidades más importantes: mantener con vida la escuela que fundó Bravo, la mujer que, de acuerdo con el crítico de danza Juan Hernández, abrió el camino a generaciones de bailarines y coreógrafos que se formaron con ella y de donde partieron a crear sus propias compañías, las cuales darían auge al movimiento de danza contemporánea.
Ninguno de los tres se resigna a aceptar lo que parece inevitable: el Cenadac tiene los días contados. No hay recursos para sostener los requerimientos del inmueble, desde necesidades como aire acondicionado hasta mantenimiento de duelas y nueva impermeabilización y pintura. El presupuesto necesario por año asciende a los 5 millones de pesos, pero operan con alrededor de 2 millones.
“La situación nos ha orillado a la austeridad. Hemos logrado mantener la nómina, pero ya necesitamos dar mantenimiento a duelas. La merma de recursos se nota más en el pago de las producciones que hacemos para los estudiantes, aquí no somos como en otras escuelas en las que los chicos deben poner lo que necesitan para presentar sus obras, nosotros somos los que vestimos su trabajo”, explica Scheker en entrevista.
El legado de la coreógrafa. El Cenadac cuenta con 34 maestros, de técnica y teóricos; entre las clases que imparten se encuentra la Técnica Graham, acondicionamiento físico y danza clásica. Además emplea a personal administrativo y de intendencia; en total, 44 personas laboran en el centro. Atiende a alrededor de 60 estudiantes entre bachillerato y licenciatura. Desde 1991, año de su fundación, se han graduado unas 15 generaciones.
Cada año presentan seis temporadas con hasta cuatro funciones cada una, así como funciones aisladas como presentaciones en teatros del estado y otras partes de la República.
Los recursos provienen de las colegiaturas, del apoyo del Instituto Queretano de la Cultura y las Artes y del INBA, a través de ocho plazas docentes que de acuerdo al propio instituto equivalen a un millón de pesos anuales.
“Heredamos la visión de la maestra sobre cómo se debe hacer danza y es lo que seguimos enseñando. Lo que hacemos es mantener la alta calidad docente”, asegura Scheker.
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