Foto: Cortesía de Edgar Gutiérrez Calvillo/FIDC Lila López
Por: Roberto A. Valenciano Capín
Regresa Barro Rojo. Arte Escénico, una de las compañías más queridas y más esperadas en esta XXXV edición del Festival Internacional de Danza Contemporánea Lila López, para compartir esta cosmovisión transformada en danza.
A pesar de no ser en esta ocasión de los acostumbrados llenos totales. Aun así, se ofrecieron con esta misma calidez y amor a la danza que los ha caracterizado, al ofrecer un programa titulado "33/3 “Al vuelo” del cual se desprenden dos trabajos coreográficos: “Violeta” del joven coreógrafo Miguel Gamero y " Cartas de Otoño", una coreografía de Laura Rocha y Francisco Illescas.
Sin lugar a dudas, una de las premisas que le ha dado identidad muy particular a Barro Rojo. Arte escénico es indudablemente, el contarnos historias, en donde siempre hay está implícita complicidad, gracias a esta universalidad en sus temas tratados
Así como también, esta apertura a la creación coreográfica a partir de sus propios integrantes, como fue el caso de este joven creador quien presenta su segundo trabajo dancístico para la compañía.
En el escenario, en el lado izquierdo abajo, una persona frente a un televisor y en un estado de una pasividad absoluta ante este infinito bombardeo de imágenes, música, ante esta situación, la provocación de esta posible contraparte representada a través de esta parte femenina, el buscar alternativas a través de la otredad, el alentar el imaginario para contrarrestar y a la vez afrentar no solo esta indiferencia/ausencia, sino también inquirir en sus propios demonios presentes a través el anhelado deseo, fantasías, sueños, fantasías, compensado y resuelto parcialmente por este falaz mundo paralelo para ser sufragados momentáneamente esta indiferencia.
Una obra llena no solamente de estas manifestaciones no gozosas, sensuales, sino esta infalible evocación de la sutileza del erotismo, sino también estos momentos despojamiento de artificiosos arquetipos en que cae, el sentirse amada, arropada a pesar de este permanente encuentro/desencuentro, la ausencia/presencia, para dejarse ir en esta inercia de arraigarse en la otredad ante la apremiante necedad de pertenencia, para quedarse en esta resiliente anhelo u resignación.
Un planteamiento dancístico, interesante y envolvente desde su inicio, gracias a un lenguaje conciso y lleno de estas delicadeza, sutileza y franqueza del movimiento, una sostenida dramaturgia corporal, así como una excelsa iluminación que recae en esta puntualidad en la creación no solamente de atmosferas, ambientes, sino de ser otro personaje mas que incide en una propuesta escénica convincente.
Para cerrar este programa dancístico con el trabajo de Rocha e Illescas, al exponer sin cortapisas este diálogo/ reflexión /encuentro sobre una oda al adiós, adiós a las personas y a los momentos que no volverán, bajo esta let motiv/concepción plástica del pintor maestro René Magritte.
Sin lugar a dudas, una obra bajo este infalible sello de ser visualmente seductora, provocadora y puntual, así como el acierto de no volverse una pieza un tanto complaciente, sino más bien, un planteamiento que trasciende a la composición oficiosa, para ir por este sendero de un planteamiento creativo entorno a un lenguaje que se construye, se reinventa y se dialoga no desde esta necesidad expresiva, sino más bien desde una dramaturgia plena en la convicción del cuerpo como punto detonante de una dramaturgia, refleja en primera instancia en este conversatorio entre algunos símbolos de la obra de Magritte, como son los paraguas y la manzana y el gorro, ante esta delicadeza en el escudriñar en los rincones más profundos del alma humana.
Un montaje muy bien resuelto, que logra captar constantemente la atención, causa asombro, admiración y empatía del público asistente, para ser retribuidos con el aplauso, los bravos y este unísono de la emoción que causo estos trabajos coreográficos.
Con las obras presentadas, Barro Rojo detenta un lenguaje y estilo que apela a su propia tradición de la compañía conformada a lo largo de 33 años de trabajo, aunado a un discurso que, por otro lado, mantiene un diálogo con la humanidad del siglo XXI.
Bailaron: Kesia Herrera, Daniela Carmona, Angélica Treviño, Fernanda Salas y Héctor Ortiz.
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