Por: Luis Carlos Sánchez
Los lectores más pequeños “no se chupan el dedo”, dice Francisco Hinojosa (Ciudad de México, 1954). El autor del best-seller infantil La peor señora del mundo cree que los niños descubren de inmediato cuando una lectura los quiere engañar o aleccionar, cuando los menosprecia intelectualmente: “rápido descubren la trampa”, recalca.
Hinojosa, identificado mayormente como un autor para niños —aunque también escribe poesía, cuento y novela para un público adulto—, ha sido testigo de lo que llama el “nacimiento y desarrollo de la literatura contemporánea infantil mexicana”, que comenzó hace ya más de dos décadas cuando el Fondo de Cultura Económica (FCE) lanzó su colección A la orilla del viento. Esa jerarquía le llevó en noviembre del año pasado a ser elegido Embajador de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) 2015.
Mientras espera una larga jornada de entrevistas para hablar de su trabajo como emisario mexicano de la literatura infantil, lleva consigo un ejemplar de Loba, novela de Verónica Murguía, ganadora del Premio Gran Angular de literatura juvenil; trata de estar al tanto de todo lo que se publica para ese creciente sector de lectores. Es, sin duda, una de las voces más referidas sobre el tema en México y está convencido de que los niños —sobre todo los de cinco a 12 años— son los mejores lectores del país.
“Son los que están leyendo más y mejor, el problema es que las encuestas para medir los índices de lectura toman la población mayor de los 12 años y creo que los que más están leyendo están entre los cinco y los 12 años. Los catálogos que tienen las principales editoriales el FCE, Alfaguara, SM, Castillo, Norma, El Naranjo, son muy bastos, son libros muy bien ilustrados, bien diseñados, normalmente es un español que se habla en México, los niños tienen a su alcance los libros, la proliferación de ferias de libro, ahí es donde me doy cuenta que los niños si están leyendo”, argumenta.
Pero en todo caso, se le increpa, se trata de una legión de menores ilustrados que están lejos del grueso de la población infantil que tiene acceso a librerías, ferias o incluso bibliotecas. Piensa que es verdad pero también que las distancias entre el acceso al libro y los lectores “cada vez” se acortan más y que la manera de tratar al lector infantil, influirá en la formación de verdaderos lectores adultos.
“Las historias para niños, en primer lugar, deben respetarlos; cuando un autor trata mal a un niño y le habla con diminutivos, quiere explicarle demasiado las cosas o quiere venderle una idea que no es la que está tratando el cuento, los niños lo detectan; algo que a mí me funciona es ir muy directamente al grano, al clavo, lo que quiera decir lo digo y ya, sin rodeos, no me gusta usar palabras de más”, afirma.
Hinojosa destaca un elemento más: el escritor de literatura infantil y juvenil debe alejarse de la pedagogía: “Debe tener cierta intuición, pero pedagogo no. Creo que la pedagogía, entre más apartada esté de la literatura, mejor; los niños se dan cuenta cuando les quieres enseñar algo. Muchos piden ese tipo de escritura (aleccionadora). Gobierno, iglesias, editores piden escribir libros que tengan valores; los padres de familia y los maestros los piden mucho, como no pueden enseñarlo en casa o dentro del aula, piensan que sean los libros quienes lo enseñen, pero los niños saben bien de qué se trata y esos libros acaban por no leerse”.
Cuando Hinojosa tenía 16 años y ya había entrado a la preparatoria, su hermano menor, que cursaba el primer año de secundaria, ganó un concurso de oratoria; de premio le dieron un ejemplar de Crimen y castigo, de Dostoievski. “Yo no tenía nada que hacer, lo empecé a hojear y llegó un momento en que no podía soltarlo”. Hasta antes, Pancho no había destacado como un buen lector; después ya no pudo parar.
“Empecé tarde, lo que influyó es que me encontré con ese libro; cuando lo terminé me quedó como un hueco y dije: ‘¿ahora cómo lo lleno?’, pues había más libros y me convertí en un lector de tiempo completo. Ese fue el libro que me llevó primero a la lectura y después a la escritura”. Esa misma fórmula cree que debiera funcionar en cualquier lugar.
“Hay que poner el libro enfrente, nunca obligar al niño, es como si los maestros o padres fuéramos una especie de consejeros matrimoniales y dijéramos: ‘mira, a ver si se entienden tú y este libro’ y dejarlos. Creo que los padres y maestros que son lectores pueden llegar a contagiar ese gusto por la lectura más fácil que aquellos que no lo son; muchos padres quieren que sus hijos lean, pero ellos no leen. Si un niño ve a sus padres leyendo es más fácil”.
Hoy se ha modificado la manera de entender el fomento de la literatura entre los más pequeños: “antes pensábamos que los temas que podían ser tratados en la literatura para niños eran unos cuantos, castillos, animales, duendes, no temas duros. Yo creo que si hay que incluir otros temas. Hoy consideramos que esos temas, bien tratados, pueden pertenecer a la literatura infantil: el divorcio, la esclavitud, la diversidad sexual. En Colombia, Irene Vasco escribió un libro sobre el secuestro, algo que ha dañado mucho a la sociedad colombiana. Escribió un libro para niños y le funcionó. Hay que considerar que los pequeños lectores pueden entender cualquier cosa. En el plano personal, cuando salió La peor señora del mundo tuvo muchos ataques por parte del mundo adulto, pero nunca por parte de los niños”.
Como Embajador FILIJ, Hinojosa se desempeñará todo este año, al siguiente será sustituido por un ilustrador. Por lo pronto, considera que su trabajo —cuya figura existe en países como Inglaterra, Finlandia o Australia— estará encaminado a promover en otras latitudes la literatura mexicana y latinoamericana. Ya lo hizo en Bolonia, Londres, Buenos Aires, Los Ángeles y Guatemala; lo hará también en Pekín en agosto próximo.
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