Ilustración: Abraham Cruz
Por: Juan Carlos
Talavera
Tres registros dominan la
narrativa compacta de Józef Teodor Konrad, más conocido como Joseph Conrad
(Berdyczów, 1857-Bishopsbourne, 1924): el mundo marino en caos, la geografía
terrestre en transformación y un bosque de sentimientos, afectos e ideas
políticas. Esto lo muestra el libro Narrativa breve completa, compilada y
traducida por primera vez al español, al cuidado de Andrés Barba y Carmen M.
Cáceres.
El volumen incluye 29 relatos cortos entre los destacan
Tifón, Freya de las siete islas, Karain: un recuerdo, Un anarquista y El
oficial negro, en una edición panhispánica que abrillanta el estilo barroco y
la verborrea profusa del celebrado autor de Nostromo, que utilizó este tipo de
narración como un laboratorio para experimentar tramas, formas lingüísticas y
personajes que conoció en sus viajes como marino mercante.
El problema que existía con Conrad era que, a diferencia de
sus novelas, su narrativa breve no contaba con una buena edición ni traducción,
y algunas de esas traducciones que persistían en el mercado de lengua española
eran francamente malas”, advierte Andrés Barba en entrevista.
Pero lo más interesante de este autor polaco nacionalizado
británico, comenta, es la cantidad de magníficas seudonovelas ocultas en estos
relatos. “Porque sus relatos eran laboratorios de ideas narrativas, pruebas
para saber hasta qué punto una idea resistía una formulación extensa; en estas
narraciones probaba ideas y fórmulas para sus narraciones más extensas”.
Señala que los relatos contenidos en esta antología se
pueden clasificar en varios tipos: narraciones marinas que plantean alguna
catástrofe o algún tipo de violencia contra civilización. “Ese es un punto
medular en la mayoría de sus relatos, un punto de fuga donde la violencia
atenta contra la civilización, donde aparecen los intentos infructuosos del
hombre para poner orden en el terreno de lo social, lo sentimental y lo
laboral, un orden contra la invención, los arrebatos de la naturaleza, la
violencia y el deseo desmedido”, explica Barba.
Algunos de esos relatos marinos, que el traductor califica
como los más divertidos e interesantes, son Karain: un recuerdo, Tifón, Mañana,
El oficial negro, El cómplice secreto, Freya de las siete islas y El plantador
de malata.
Pero también hay otras narraciones más experienciales o
sentimentales, dice Barba, como El regreso, “que para mí es una pieza
extraordinaria, una nouvelle de 80 páginas que podemos definir como el relato
sentimental más afilado de Conrad. Y más allá estarían los terrestres, aquellos
donde no cesan las inclemencias de los elementos naturales o toman un lugar importante
la selva, la locura y la razón.
Coqueteó con la anarquía
Un tema sentimental o personal que Joseph Conrad abordó en
esta narrativa breve fue la anarquía, lo cual significa que en algunos de sus
relatos están presentes sus intereses políticos, en particular esa simpatía
hacia el anarquismo, como se puede descubrir en La línea de sombra, el cual
también desarrolló en su novela Bajo la mirada de Occidente.
“Conrad sentía fascinación por lo la sociedad ordenada y
civilizada, pero le producía repulsión la idea de una sociedad que negaba la
condición violenta del hombre. Así que en su literatura peleó entre dos aguas:
una sociedad que quiere ser civilizada y humanista, y por otro lado esa misma
sociedad que niega la condición fundamental del hombre y su violencia”.
Así que su flirteo con el anarquismo fue más bien filosófico
y mental, precisa, y tiene mucho que ver con la presencia de personajes que
puedan instaurar constantemente la violencia para reforzar su sociedad
civilizada. “Al parecer Conrad pensaba que una parte de la civilización está
fundada en la necesaria conciencia de que ésta puede destruirse o romperse en
cualquier momento, sin olvidar la
violencia del hombre”.
Una carta triste
Uno de los relatos que más atrapó a los traductores fue El
regreso, que cuenta la historia de un hombre rico que vuelve a casa después de
un largo viaje. Es dueño de un negocio próspero, está casado con una linda
mujer y tiene una vida apacible.
Eso lo cuenta en 10 páginas, pero al llegar a casa, descubre
una carta de despedida, donde su mujer le explica que lo abandona para vivir
con su amante, quien trabajaba como su socio. “Esta es una forma muy del gusto
de Conrad: algo que se cree inmutable de pronto se colapsa y desaparece en un
segundo”.
Aquel hombre rompe la carta. Se siente triste y furibundo.
En ese momento llega su mujer, pálida y agitada para destruir la carta que
había dejado a su marido, pues al parecer se ha arrepentido en el último
instante.
“¡La idea es fantástica! Y al leerla puedes observar cómo el
autor explora hasta qué punto puede explotar la conversación entre este hombre
que sabe el secreto de su mujer y la mujer que se ha arrepentido y quiere
volver”, explica Barba.
Sin embargo, traducir la prosa de este autor no fue miel
sobre hojuelas, pues uno de los retos que enfrentaron fue la dificultad de su
peculiar inglés. “No se parece al de nadie, y aunque él no fue angloparlante,
adoptó el inglés como lengua materna, así que desarrolló un inglés
extraordinario, porque tenía un gran sentido del oído y una gran intuición
literaria”.
Por ejemplo, como pocos este autor usaba muchas oraciones
subordinadas, guardaba un fraseo europeo, tradujo literalmente muchas frases
del polaco al inglés y utilizó palabras que para su época ya estaban obsoletas,
es decir, utilizó un vocabulario más antiguo porque seguramente era el que leía
en los libros.
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