Por: María Eugenia Sevilla
Existe una habilidad intrínseca al ser humano que de tan natural no se le mira nunca. Tanto que ha llegado a ser una extraña. Temida, incluso. Tan ajena y a la vez tan necesaria y generosa, que alguien se dio a la tarea de fundar un Instituto Internacional de Estudios Críticos para explorarla.
Un músico de jazz tenía que ser. Él es Ajay Heble y desde hace 15 años en Guelph, Canadá, estudia esa estructura abierta que permite no sólo crear, sino crear en movimiento, en el momento: la improvisación. ¿Qué puede ser más vital?
¿Cómo define la improvisación?
Como una práctica artística que involucra colaboración creativa y la toma de riesgos y decisiones en tiempo real; como los músicos que crean en el momento, sin partitura, respondiéndose entre ellos y adaptándose a las situaciones que surgen.
Vendedores, sicólogos o un buen conversador lo hacen todo el tiempo, ¿cuál es la diferencia?
Esa es la pregunta que nos planteamos: la conexión entre lo que pasa al improvisar en la música y en otras áreas. El modelo artístico aplica en muchas otras disciplinas; en nuestro instituto hay gente de teatro y danza, también un cirujano, abogados... La improvisación juega un rol muy importante ahí: un buen cirujano no opera con el manual, tiene que pararse sobre sus pies y responder a lo que tiene enfrente sabiendo lo que hace.
El término también significa lo contrario: falta de conocimiento...
Uno de los mitos que hay que tumbar es ese: que es sinónimo de falta de conocimiento; es lo opuesto.
¿Cualquiera puede improvisar?
Sí. Pero se necesitan herramientas: conocimiento, una disposición mental y mucha práctica, a improvisar se aprende con la experiencia. ¿Cómo? Observas a tus modelos a seguir, te colocas en situaciones y respondes en tiempo real. En la música, por ejemplo, hay quienes entrenan con grandes mentores. De hecho estoy trabajando en un libro sobre cómo aprender a improvisar.
Es una práctica que requiere flexibilidad mental, ¿qué otras capacidades se desarrollan con ella?
Un ejemplo: en el instituto nos hemos asociado desde hace más de 10 años con Kidsability, una organización que ayuda a los niños con discapacidad para que desarrollen ciertas habilidades. Llevamos músicos a improvisar con ellos en talleres que con frecuencia concluyen con una presentación en un festival de jazz ante miles de personas. Hemos rastreado el impacto que este ejercicio tiene a largo plazo, entrevistando a los chicos, a los padres, a los músicos y al equipo de Kidsability, y las historias son tremendas, los chicos han podido brillar de una manera que no sería sin esto, pues al hacer música desarrollan, entre otras cosas, autoconfianza, incluso liderazgo, porque se atreven a pararse frente a miles y asumir, ante el grupo, el rol de director. Así que en el campo terapéutico y de los estudios sobre discapacidad hallamos un impacto muy profundo.
Sin embargo, la improvisación libre es vista como algo para pocos...
Es otro mito a derribar el de que la improvisación musical es para un nicho de élite. Trabajamos para hacerla accesible, hay mucha gente que descubre que puede hacer música y no tenía idea. La compositora Pauline Oliveros, famosa acordeonista, desarrolló en nuestro Instituto un software que permite a la gente que no puede moverse, que sólo puede parpadear, por ejemplo, a improvisar música y participar con otros.
¿Los animales improvisan?
¿Los animales improvisan?
¡Sí! Uno de nuestros estudiantes investiga su uso en la comunicación animal. Hay un gran campo ahí.
Habló usted de adaptación. Eso está en el ADN y en la naturaleza misma de la vida; en la evolución. ¿Improvisar es intrínseco a nuestra naturaleza?
Creo que sí. Y que hay una tendencia a soslayar el rol de la improvisación en tantísimos contextos: la naturaleza, la ciencia, eso es algo que estamos empezando a impulsar.
¿La ignorancia sobre una habilidad tan natural es un problema cultural? En Occidente fue suprimida de la Academia, cuando en la antigüedad y en otras tradiciones es fundamental en música y poesía...
¡Bach era un gran improvisador! En algún punto en la tradición occidental la perdimos, los músicos dependieron del papel y muchos no pueden improvisar... Esta práctica se desvalorizó, pero está comenzando a ser reconocida con mayor plenitud ahora, en varios géneros musicales.
Y mucho gracias al jazz, sobretodo tras la guerra: el bebop, el free...
Muchas cosas sucedieron en el mundo que influyeron y desembocaron en esa liberación de la música, que pasó de significar o representar algo y comenzó a llamar la atención sobre sí misma; al igual que pasó en otras ramas de arte en el siglo XX, ahí están Pollock, Godard...
Estos cambios en los lenguajes artísticos han surgido después de una gran crisis, ¿con qué nos conecta esa libertad, implica una cura?
También me lo pregunto. Ahora mismo hay una crisis mundial que requiere reforzar valores comunitarios como la confianza y la colaboración social, que veo muy relacionados con lo que se trabaja en la improvisación como modelo social y así lo explican artistas como el bajista de free jazz, William Parker.
¿Crear así conecta con el espíritu, como decían Coltrane y otros?
William Parker y Kamasi Washington han continuado esa idea. Uno de nuestros posdoctorados justamente investiga sobre la relación entre improvisación musical y espiritualidad.
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