Por: Beatriz Gutiérrez Müller
En enero de 1910 se publicó el primer número de Revista de revistas, la única publicación semanal que transitó desde el Porfiriato hasta los gobiernos emanados de la Revolución mexicana a lo largo de seis décadas. Su fundador y director fue Luis Manuel Rojas, originario de Ahualulco de Mercado, Jalisco.
Antes de incursionar en el mercado de las grandes revistas literarias, Rojas había probado fortuna y alcanzado el éxito al frente de La Gaceta de Guadalajara, que logró imprimirse de 1904 hasta 1914, en la capital de Jalisco. Tanto La Gaceta como Revista de revistas fueron publicaciones misceláneas, con inclinación a las humanidades.
Revista de revistas era un semanario. Por tal motivo, la noticia del día quedaba relegada para dar paso al editorial que planteaba análisis, justamente, sobre aconteceres de la vida del país o del mundo. Aparecían fotografías (de estudio, por lo común) y con frecuencia retratos, también grabados y caricaturas que ilustraban alguna columna.
Esto era bastante común porque, recuérdese, la imprenta era tipográfica y no siempre podía hacerse calzar con exactitud la extensión de un artículo. De este modo, los espacios vacíos se llenaban con sellos, viñetas o anuncios pequeños. La industria periodística de 1910 era muy artesanal y, por ello, se toleraba bastante el error; sin embargo, había menos tolerancia para las revistas, porque se asumía que los editores contaban con más tiempo para lograr una perfección visual. Este trabajo de llevar a la imprenta una publicación quincenal o mensual, para que se valore aún más en nuestros días, equivalía a editar un libro por quincena o por mes.
Revista de revistas era casi perfecta, editorialmente hablando. Su contenido buscaba acaparar todos los gustos, luego de la supremacía literaria: deportes, teatro, damas (consejos de belleza y salud, o recetarios, pero también moda), notas sociales (matrimonios, titulaciones de médico o de licenciado), sección bibliográfica (reseñas, críticas literarias, recomendaciones), noticias, concursos, adivinanzas y otras curiosidades. Así, se abría paso a la sección Literatura y Arte, digamos, el altar de Revista de revistas, donde se colocaron los escritores más representativos de la época.
Luis Manuel Rojas, sin duda, era un editor experto y culto. De esos primeros años salieron las columnas de Alfonso Cravioto tituladas Al margen de la vida y Tintas líricas, que enviaba desde Guadalajara José Luis Velasco. Ramón Vasconcelos era el responsable de la crítica teatral y José Vasconcelos —quien se convertiría en una institución en la década de 1920— aparecía de manera ocasional con reflexiones político-filosóficas; lo mismo que Jesús Villalpando, con postales narrativas de la ciudad o de personajes curiosos.
Entre los poetas (los más queridos de entonces) figuraron nombres que han trascendido su fama en el tiempo y otros que se desdibujaron por motivos varios; por ejemplo, a causa de las malsanas envidias o de mafias intelectuales que administraban el impulso o el deterioro de los talentos de entonces. Del primer grupo, los best-sellers, aparecieron contribuciones de escritores como el peruano José Santos Chocano, el argentino Leopoldo Lugones o Rubén Darío, el más grande de los vates nicaragüenses.
Entre los segundos, Juan B. Delgado, Salvador Rueda, Marcelino Dávalos, Rafael Delgado, Luis del Castillo Negrete o Enrique González Llorca; el caso de éste es de los más tristes en las letras mexicanas: excelente poeta partidario de la Revolución, en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en algo así como un silencio en el gran pasillo de la historia.
Con autores locales y otros allende las fronteras, Rojas buscaba que Revista de revistas publicase a lo más representativo de las letras hispanoamericanas. No excluía a autores de otras lenguas. Un repaso por sus primeros años de vida permite saber, incluso, cuáles autores eran los favoritos entre los lectores mexicanos; por ejemplo, Tolstoi, Oscar Wilde, Anatole France, Eça de Queiroz, Gabriel D’Anunzzio, Catulle Mendès y Rubén Darío. Entre otros más que, si acaso se recuerdan hoy, fueron los españoles Francisco Villaespesa, Manuel Machado, los cubanos Julián del Casal y Francisco García Cisneros, el portugués Eugénio de Castro, el guatemalteco Máximo Soto Hall y el hondureño Froylán Turcios, toda una institución poético-periodística que se hundió en el predio del olvido centroamericano. Enrique Gómez Carrillo era uno de los platos fuertes, aunque no escribía en cada número. Este escritor refinado se había hecho famoso por sus crónicas de urbes europeas.
Cuando inició la Revolución, para el número de diciembre de 1910, el editor guardó un prudente silencio. Pero, ya en el gobierno de Madero, se hizo inocultable su simpatía. Incluso, autores afines al nuevo régimen tuvieron un espacio inusual del que no gozaron en el pasado. Su adhesión al maderismo llevó a Rojas a ser diputado federal de la histórica XXVI Legislatura y fue él quien, desde la tribuna, señaló a Henry Lane Wilson, embajador de Estados Unidos, como uno de los cómplices del golpista Victoriano Huerta.
Dicho sea de paso: sobre la Decena Trágica, Revista de revistas fue la única publicación (a excepción del periódico Nueva Era, incendiado) que presentó una objetiva, pormenorizada y esclarecedora crónica sobre esos fatales días de marzo de 1913. Rojas se jugó todo con ella y no tengo duda de que ésta fue su más grande proeza periodística.
Es quizá oportuno recordar que muchas redacciones de periódicos fueron tomadas a punta de máuser por los militares que acompañaron a Huerta en esa aventura criminal, y casi la mayoría dejó de imprimirse. Si hemos de hablar de “ley mordaza”, nada más ejemplar que la vivida en el gobierno de Huerta. Esa crónica, que debería reimprimirse para conocimiento de generaciones presentes, publicó fotografías de la guerra en la Ciudad de México, la manera como los capitalinos resistieron el asedio orquestado desde La Ciudadela contra el Palacio Nacional y a los presuntos implicados.
De esta época, posterior a la caída de Madero, es la serie de artículos de Fernando R. Galván titulados La génesis de las revoluciones en México; así como las colaboraciones de Nuestra aptitud para la democracia, de Mariano Zeceña, abogado, como Rojas.
En más de una ocasión, Luis Manuel Rojas fue acusado de ser “policía” o “agente confidencial” de Gustavo A. Madero. Lo cierto es que fue un claro defensor del maderismo.
Como los antiguos antirreeleccionistas, se sumó después al carrancismo y ésta fue la causa por la cual dejó Revista...: la guerra civil continuaba y, en medio de ella, la Intervención estadunidense en Veracruz. Esta hermosa publicación fue comprada por el poblano Rafael Alducin en 1915. Y Rojas se convirtió en el diputado presidente del Congreso Constituyente de 1917.
La pluralidad, la calidad y la buena administración de Revista de revistas continuaron. Alducin logró sortear otras crisis políticas que seguirían; y, así, esta notable publicación pudo atestiguar y contar todo el proceso revolucionario y, aun, las dos guerras mundiales y el movimiento estudiantil de 1968. Alducin, incluso, de la revista pasó al diario y no al revés, como era la costumbre, e hizo nacer Excélsior el 18 de marzo de 1917.
Muchas felicidades a Excélsior por la meritoria iniciativa de rescatar, restaurar y divulgar Revista de revistas. Esta colección, que cumplirá 110 años en enero de 2020, es un cartapacio que guarda muchas décadas de nuestro país, con información valiosa y original, única. Traer el pasado al presente es indispensable para conocer qué somos y hacia dónde vamos.
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