Por: Rosario Manzanos
Cecilia Lugo, directora de la agrupación Contempodanza ha pasado situaciones feroces durante la pandemia: problemas económicos severos, cierre de proyectos, enfermedad y muerte. Pero no se le ve derrotada. Al contrario, lo suyo es dar la batalla.
Por lo mismo, afirma que los 35 años que cumple su compañía se le han pasado muy rápido “no los he padecido, sino disfrutado enormemente”.
Su aniversario lo celebrará con las funciones de Entre viento y marea –significativo título– el 22 y 23 de octubre, en el Teatro Esperanza Iris.
Afirma que el nombre de su programa –una retrospectiva de obras emblemáticas de su autoría y una pieza más hecha ex profeso por el bailarín y creador Raúl Tamez–, lo diseñó así, porque, a pesar de todo por lo que ha atravesado, ama lo que hace y lo hace coincidiendo con personas que, como ella, encuentran en la danza “algo sagrado”.
En entrevista con Excélsior, la artista de origen tamaulipeco, Premio Nacional de Danza Raúl Flores Canelo, Creadora Emérita del Estado de Tamaulipas y Premio Nacional de Coreografía del INBAL, afirma que ha levantado telón con dinero y sin dinero, con becas y sin becas.
En ocasiones su equipo no ha cobrado tampoco. Todos juntos han seguido adelante, un lazo de ética profesional los une indisolublemente:
No es lo ideal. Sin embargo, es una experiencia reconfortarte saber, aunque suene muy romántico, que no están conmigo por dinero. Cuando algunos colegas me preguntan cómo hago para sostener una compañía la respuesta es sencilla: “yo doy lo mejor de mí y el equipo da lo mejor de sí”, explica.
Pero no niega la fragilidad que tienen todos aquellos que se dedican a la profesión del arte coreográfico.
Por supuesto que yo quiero ganar dinero y quiero que todos los bailarines obtengan recursos por su labor. Nuestro trabajo debe de ser pagado dignamente, desearía que mis bailarines pudiesen comprar un auto, dar el enganche para un departamento, tener una vida profesional con la que se sostengan. Yo misma desearía tener una vida económica estable. Algún día poder tener una jubilación.
Y es una paradoja, porque quisiera obtener más recursos desde mi trabajo, pero aunque no sea así, lo seguiré haciendo. No voy a claudicar a la danza, que es lo que más conozco y gusta. Eso es lo que me ha permitido sobrevivir estos 35 años de vientos, mareas, mieles y traiciones. Me siento muy bien ubicada en lo que hago y lo hago con enorme esfuerzo y ética”, explica.
ORTODOXIA DEL BALLET
Cecilia Lugo no trabaja con cualquier tipo de ejecutantes, sino sólo con aquellos que tienen un nivel de especialización muy alto.
Mis bailarines se entrenan con ballet clásico y con la técnica de José Limón. Yo soy hija de la técnica cubana, desciendo de la mejor época de la danza clásica en México, que fue cuando los metodólogos cubanos trabajaron aquí”, asevera.
No obstante, señala enfática que su lenguaje es contemporáneo y las temáticas que explora se relacionan con el universo circundante. “Lo contemporáneo no es la técnica, sino el cómo abordas el cuerpo y la escena para decir lo que quieres decir.
"Me gusta la ortodoxia y veo el entrenamiento de ballet muy completo para lo que quiero hacer. No veo bien que haya quien reniegue de la técnica clásica y paralelamente haga saltos académicos torpemente.
Creo que el ballet ha venido permeando la escena contemporánea occidental. Asumo y acepto que eventualmente algunos elementos técnicos son parte de mi obra y me gusta”, asevera.
Lugo se dice demasiado enamorada del movimiento, de los cuerpos vigorosos y capaces de bailar de forma extraordinaria, de las piernas largas y la línea corporal que da el ballet.
"Me encantan los empeines, los cuerpos espigados, la ortodoxia y el rigor”.
Y aclara: “Reconozco la capacidad interpretativa en cuerpos que no tengan esa calidad técnica.
"Es claro que si la danza transforma, no es únicamente por su calidad técnica, sino por su poética. No me cierro a otras técnicas. Pero para mi trabajo necesito bailarines de ballet con un nivel de entrenamiento muy alto. Y eso lo da, sin duda, el ballet”.
DISCIPLINA ESPARTANA
Cuando Cecilia Lugo habla de su proyecto artístico, lo hace sentir como una suerte de apostolado. En su perspectiva, en su compañía Contempodanza se ve la danza como una misión de “guerreros y monjes” que ejercen su oficio con la espada desenvainada, luchando para sobrevivir, pero encontrando en lo que hacen una forma de autoconocimiento.
Para ella, sus bailarines deben obtener en la danza una profunda búsqueda interna y, para ello, la disciplina es el eje principal. El entrenamiento diario, el trabajo sobre el repertorio y los nuevos proyectos a abordar, son obligatorios y se realizan con rigor.
Las ausencias y los retardos son imperdonables, la disciplina es espartana y el ambiente de trabajo y de respeto incuestionable entre la dirección artística y los bailarines. El trato entre todos debe de ser lo más amable y cordial posible.
Como toda organización humana, tiene vaivenes, pero la agrupación es de larga permanencia. Lugo cree en la estabilidad y no trabaja por proyecto, sino que invierte en cada uno de sus bailarines tiempo de calidad. Es muy difícil ingresar a la agrupación.
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