Por: Reyna Paz Avendaño
En sus ofrendas, los mexicas no sólo colocaron cerámicas, animales o piedras preciosas, también depositaron flores como girasoles, pericones y dalias, especies que fueron identificadas por la arqueóloga Laura Ortiz Tenorio y que actualmente se muestran en la exposición fotográfica “Flores para Huitzilopochtli”, montada en el puente liga entre República de Argentina y República de Guatemala, Centro Histórico de la Ciudad de México.
“Parte importante de las ofrendas eran las flores, las cuales debido a su naturaleza orgánica no se conservaron a través del tiempo; sin embargo, su polen, esos pequeños encargados de la reproducción de las plantas, sí permanecieron”, expresó la integrante del Proyecto Templo Mayor del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), dirigido por el arqueólogo Leonardo López Luján.
Gracias al apoyo de Emily McClung y de Emilio Ibarra, investigadores del Laboratorio de Paleobotánica y Paleoambiente del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, fue posible que la arqueóloga reconociera qué flores otorgaban los mexicas a sus dioses.
“Podemos ver que, en general, los mexicas elegían flores aromáticas y de colores llamativos: rojos, amarillos, blancos… porque a la vez atraía la atención de los dioses y los alimentaban con sus deliciosos aromas”, precisa Ortiz Tenorio.
Las diez las flores que se muestran en la exposición a través de imágenes (diseño hecho por la investigadora Samara Velázquez Arteaga) no fueron elegidas simplemente por su belleza sino por su significado que las asociaba a la guerra y a la muerte.
“Los mexicas colocaron ofrendas relacionadas precisamente con estas actividades fundamentales en la sociedad mexica y regida por la deidad guerrera por excelencia: Huitzilopochtli, el colibrí zurdo”, indica.
ATAVÍO DE LOBOS
Algunas flores identificadas en las ofrendas de Templo Mayor son: guayaba (Psidium guajava) que en náhuatl se le nombraba xalxócotl, el girasol (Helianthus annuus) conocida por los mexicas como chimalxóchitl o flor escudo, y el pericón (Tagetes lucida) planta que se quemaba de la misma forma que el incienso y que formaba parte de los atavíos de deidades de la lluvia, el pulque y la vegetación.
También destacan: el amaranto o huauhtli (Amaranthus cruentus) asociada a la muerte sacrificial por su color rojo, misma tonalidad de la dalia o cacocoxochitll (Dahlia coccinea) con la que se confeccionaban guirnaldas para decorar la estatua de Huitzilopochtli; y la axóchiatl (Lonicera pilosa) que se utilizaba para tratar la fiebre, quemaduras y ardor de riñones.
–¿Encontraron polen en los restos óseos de un lobo mexicano?
–No es lo mismo encontrar una flor tirada en medio de la calle a una flor colocada estrictamente de una manera. Nosotros perdemos la capacidad de saber cómo estaban colocadas estas flores, pero gracias al análisis tan detallado que se hace de las ofrendas es posible que sepamos más o menos el sentido de la ofrenda, cada ofrenda tiene un lenguaje único.
En el caso de la ofrenda donde hay un lobo ataviado como guerrero fue donde surgió el girasol y el toronjil. Sahagún nos habla que a los guerreros que triunfaban se les ofrecía para la (mano) izquierda, la flor del escudo, la chimalxóchitl, entonces estaría hablando del girasol; y en la derecha traían la flor del dardo y como las flores del toronjil son alargadas y rojas, podríamos pensar que son las flores del dardo.
–¿Cómo es el proceso de recuperación de pólenes?
–Comienza desde la excavación. Se cuida que la excavación inicie desde el muestreo de la tierra, lo que llamamos sedimento, tomamos una muestra que puede oscilar entre 50 gramos o 10 gramos y éste se rotula con todos los datos.
Después se lleva a laboratorio para el proceso físico-químico que es separar y eliminar la mayor parte de carbonatos que se puedan y de otros elementos orgánicos porque finalmente el polen tiene 500 años y ha sufrido, está roto, y eso ayuda un poco a que se reconstituya.
Se centrifuga, se concentra y se coloca en frascos muy pequeños, en sí la muestra de polen que se termina recuperando son mililitros, se coloca en el portaobjetos y se mira por el microscopio, y con ayuda de catálogos modernos podemos determinar de qué polen se está hablando.
–¿Cuántas flores registraste?
–Son más de 10 géneros y las localizamos, sobre todo, en las ofrendas de la séptima temporada que comenzó con el descubrimiento del monolito de la diosa Tlaltecuhtli.
Ortiz Tenorio narra que identificaron una salvia, pero no pudieron determinar su especie.
“Podría haberse tratado de una chía que es una salvia hispánica que tiene flores azules, pero también podría haber sido salvia divinorum que tiene flores rosas, entramos en esos detalles y no podemos conocer más en este momento, quizá cotejándolo con muestras de fitolitos, de almidón o con procesos que vengan en el futuro podremos determinar más detalles de todo esto”, señala.
– ¿Qué más te gustaría conocer sobre estas flores?
–Cómo estaban colocadas, sabemos que nahuas y totonacos siguen utilizando flores en sus rituales y que con ellas visten a la cruz, a santos, a los mayordomos, es decir, me gustaría poder hacer el ejercicio etnográfico y saber cómo se están colocando.
En la inauguración de la exposición, realizadas la tarde del jueves, acompañaron a la arqueóloga Ortiz Tenorio: Leonardo López Luján, director del Proyecto Templo Mayor; Samara Velázquez Arteaga, integrante del Proyecto Templo Mayor; Patricia Ledesma Bouchan, directora del Museo Templo Mayor; y Juan Manuel Oropeza Morales, coordinador general de la Autoridad del Centro Histórico.
La exposición fotográfica está compuesta por 16 cédulas de gran formato dispuestas a lo largo del puente liga de las calles República de Guatemala y República de Argentina.
Puente peatonal en Templo Mayor
Desarrollada por la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), del Museo del Templo Mayor (MTM) y del Proyecto Templo Mayor (PTM), la exhibición de acceso gratuito invita a repensar las nociones sobre la antigüedad precolombina.
El diseño de la exposición, a cargo de la investigadora del Proyecto Templo Mayor, Samara Velázquez Arteaga, permite al público conocer el nombre en náhuatl de flores, como el cardo (huitzquilitl) o el girasol (chimalxochitl), así como datos complementarios que ayudan a imaginar cómo pudieron estar decoradas las ofrendas tenochcas al momento de su colocación.
En las gráficas se observan depósitos rituales, como la Ofrenda 120, en la que los mexicas depositaron un lobo ataviado como guerrero, rodeado de flores blancas, amarillas y rojas que, quizá, atrajeron hace más de 500 años, en medio de una solemne ceremonia, a uno o a más colibríes, aves que asociaban con Huitzilopochtli, el “colibrí zurdo”.
La exhibición se encuentra en el puente peatonal en las inmediaciones del Templo Mayor.
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