lunes, 17 de febrero de 2020

Alejandro Rosas, las caras ocultas de Cortés


Por: Virginia Bautista

El capitán español Hernán Cortés (1485-1547) era “de buena estatura, rehecho y de buen pecho, el color ceniciento, la barba clara, el cabello negro… Tenía gran fuerza, mucho ánimo, destreza en las armas”, según su biógrafo Francisco López de Gómara (1511-1566).

El eclesiástico e historiador escribió que el navegante “fue muy dado a las mujeres, lo mismo hizo al juego... Fue muy gran comedor y templado en el beber, teniendo abundancia. Era recio, porfiado…, devoto, rezador”.

Figura controvertida y polémica, el líder de la expedición que inició la conquista de México ha sido un personaje desconocido hasta ahora. “A 500 años de su encuentro con el emperador azteca Moctezuma, permanece en el exilio de la historia mexicana, ha sido vituperado y se le niega un lugar”, afirma en entrevista Alejandro Rosas (1969).

El escritor y divulgador de la historia explica que, a pesar de que se han publicado muchos libros sobre Cortés, “este episodio ha sido muy mal contado, tanto desde la perspectiva española, como desde la indígena”.

Agrega que la historia oficial ha mantenido a la sombra diversas facetas de Cortés, como la fascinación mutua que sentían él y Moctezuma, su íntima relación con Malintzin o Marina, el respeto que mostró por las tierras mexicanas y sus habitantes y sus habilidades como líder y estadista.

Él realmente se enamoró de estas tierras. Pronto empezó a traer cultivos, ganado. Tenía la idea de permanecer aquí. Él llegó a América en 1504, es decir, cuando la conquista de México ya llevaba 15 años en el continente, en dos islas.

La primera gran ciudad que fundó fue la de México, dimensionó que era un nuevo mundo. Murió siendo mexicano, por eso su última voluntad fue que sus restos descansaran aquí”, añade.

El investigador llega a estas conclusiones tras releer toda la información relacionada con el conquistador, que realizó para confeccionar el libro Las caras ocultas de Hernán Cortés (Planeta), inspirado en los episodios de la serie Hernán, producida por Dopamina, que se estrenó a finales de noviembre.

Regularmente, un libro da vida a una serie. Aquí el proceso fue inverso. La productora se acercó a Círculo Editorial Azteca y éste a su vez a Planeta. Me propusieron hacer un título que complementara la serie.

Recibí los episodios después de realizados, pero me dieron la libertad de contar la historia como quisiera. Me adapté al periodo que están contando en la primera temporada: de las expediciones de Cuba y México a la Noche Triste. La diferencia es que pude meter muchos detalles que, por el tiempo, en la serie no se pueden contar”, indica.

El catedrático aclara que es una historia absolutamente de divulgación. No es novela, no hay ficción. Todo está comprobado. Así que, si ya viste la serie, puedes leer el libro y reforzarás tu conocimiento; o puedes acercarte directamente al título y conocer a los personajes, el contexto y cómo fue el proceso inicial de la conquista”.

SIN PREJUICIOS

El autor de Mitos de la historia mexicana y Sangre y fuego piensa que, en pleno siglo XXI, a cinco siglos de la conquista del país, no pueden seguir imperando los prejuicios. “Para empezar, debemos reconocer que el México prehispánico al que llegaron los españoles tenía una dinámica política muy distinta a la que creemos. Es decir, no era un paraíso idílico, el mundo perfecto; los aztecas no vivían en armonía. Era un pueblo que sojuzgaba a otros y que, desde luego, los sojuzgados encontraron en los españoles a los aliados perfectos para poder hacerles frente”.

Señala que “siempre queda la idea de que los españoles, como traían armas de fuego, caballos y perros, con eso fue suficiente para derrotarnos. Y no, te vas dando cuenta que, sin aliados indígenas, hubiera sido imposible que los españoles derrotaran a los aztecas”.

El autor de la trilogía Érase una vez México dice que, “con la historia oficial, todo se redujo a que los conquistadores habían sido lo peor: asesinos, criminales, explotadores. Desde luego, todo proceso de conquista es violento, pero hay matices y debemos ir desmenuzando pieza por pieza”.

Sobre la empatía entre Cortés y Moctezuma, Rosas destaca que tuvieron una fascinación mutua. “El emperador era el hombre más poderoso en su momento y no creía que Cortés era un Dios; pero sí reconocía que era de otra raza. Nunca sabremos si Cortés lo mató. Sin embargo, es interesante ver que los españoles llegan a Tenochtitlán el 8 de noviembre de 1519 y conviven hasta el 30 de junio de 1520, ocho meses, sin problemas. Lo que desata la violencia es la matanza del Templo Mayor, que hizo Pedro de Alvarado.

Menciona que el caso de Marina es controvertido. “Ahora, con la defensa de los derechos de las mujeres, se quiere creer que fue la primera feminista de México, pero no. Fue una mujer que entendió bien su momento; era muy inteligente, pero al final buscó la manera de estar bien. No traicionó”.

El autor adelanta que presentará este título en las ferias del libro del Palacio de Minería, el 27 de febrero, la de San Luis Potosí y la de Mérida. Y que ya prepara la segunda parte, que abarcará desde la Noche Triste hasta la muerte de Cortés, la cual planea entregar en la segunda mitad de este año.

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