Por: Ricardo Quiroga
La psicóloga social y académica de la UNAM, Gloria Careaga Pérez, fue una de las feministas mexicanas que viajaron en 1994 a El Cairo, Egipto, a la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, coordinada por la ONU, con el objetivo de instalar la perspectiva género en las políticas públicas de los países aún sin implementación. El cometido, al menos para nuestro país, tuvo resultados.
“Buscábamos que ninguno se quedara atrás y fueran cada vez más los gobiernos comprometiéndose con la igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, México no tenía conocimiento básico de lo que era el género. Ni siquiera la palabra nos hacía sentido. Costó mucho trabajo dar el salto para cambiar la denominación del concepto. El problema fue que el gobierno tenía que cumplir con el compromiso y empezó a meter el acelerador, a tratar de ir incorporando el género en distintos ámbitos, pero no teníamos el capital humano suficiente para dar respuesta. Mucha gente se convirtió en experta sobre la marcha”, comparte en entrevista la también fundadora del departamento de Estudios de Diversidad Sexual de la máxima casa de estudios.
Entre otras medidas inmediatas ante el compromiso internacional, a lo largo de 1995, las autoridades mexicanas optaron por dar becas para que las jóvenes estudiantes pudieran continuar con sus estudios más allá de la secundaria y comenzaron a exigir la contratación de mujeres en trabajos de planta.
“Y sí, se abrió la brecha. Entramos las mujeres de manera masiva. Pero se abrió la puerta sin analizar adónde estábamos entrando. Se hizo mucho para abrir las posibilidades de que las mujeres tuviéramos acceso al desarrollo, pero sin modificar, por ejemplo, la estructura familiar. Las mujeres seguíamos, y seguimos, haciéndonos cargo de la dimensión del cuido, que tiene que ver con la casa, pero también el cuidado de las enfermedades y el hacernos cargo de la emocionalidad y la sexualidad de las personas”.
Esa habilitación masiva que se efectuó, asegura, sin políticas públicas integrales desestabilizó el control de rol de género masculino y el afianzamiento de la identidad del hombre con una mayoría de consecuencias escasamente satisfactorias.
Esa habilitación masiva que se efectuó, asegura, sin políticas públicas integrales desestabilizó el control de rol de género masculino y el afianzamiento de la identidad del hombre con una mayoría de consecuencias escasamente satisfactorias.
“Para muchos hombres el impulso que han tomado las mujeres los tiene por lo menos sorprendidos. Algunos se sienten satisfechos de tener una mujer exitosa, otros problematizan mucho, se cuestionan su propia masculinidad, pero hay quienes están muy enojados. Y es que los desvistieron. Se sienten vaciados. La situación social del país vació de contenido el rol (del género masculino). Están en una condición de incertidumbre muy alta porque en la tradición podríamos decir que les tocaba ser la autoridad, el que daba seguridad y el que proveía. Pero el entorno de hoy no les da ninguna de esas cosas. El gobierno no ha sido capaz de atenderlos”, razona.
La inestabilidad del rol social masculino, reflexiona, y con ello, la duda de identidad los ha orillado “a aferrarse a la tradición de lo establecido para reafirmarse”. Por ello, considera oportuno, más que nunca, plantear desde la academia, las políticas públicas y en lo privado qué es ser hombre hoy y cuál es su función en lo público y en el núcleo familiar.
“Creo que si queremos avanzar hacia la igualdad tenemos que revisar cuál es la política que se está haciendo para la transformación social, porque lo que se buscó solamente fue involucrar a las mujeres para mitigar el impacto de la pobreza, y la pobreza no ha acabado, sigue creciendo”.
Hay discrepancias entre las cifras que feminicidios en los que va de 2020 entre lo dado a conocer por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad (SESNSP) y por distintas asociaciones civiles y activistas. Mientras el último reporte del SESNSP, con corte al 31 de enero, a nivel nacional durante dicho mes 247 mujeres fueron víctimas de presunto homicidio doloso y 296 mujeres lo fueron de homicidio culposo, mientras que se abrieron 72 carpetas de investigación por presuntos delitos de feminicidio en el país, es decir, más de dos feminicidios por día. Sin embargo, activistas como Frida Guerrera han difundido el registro de al menos 265 feminicidios hasta la primera mitad de febrero pasado. Por su parte, el Mapa Nacional de Feminicidios en México hace público que al 1 de marzo ha documentado 171 caso de presunto feminicidio.
Hay discrepancias entre las cifras que feminicidios en los que va de 2020 entre lo dado a conocer por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad (SESNSP) y por distintas asociaciones civiles y activistas. Mientras el último reporte del SESNSP, con corte al 31 de enero, a nivel nacional durante dicho mes 247 mujeres fueron víctimas de presunto homicidio doloso y 296 mujeres lo fueron de homicidio culposo, mientras que se abrieron 72 carpetas de investigación por presuntos delitos de feminicidio en el país, es decir, más de dos feminicidios por día. Sin embargo, activistas como Frida Guerrera han difundido el registro de al menos 265 feminicidios hasta la primera mitad de febrero pasado. Por su parte, el Mapa Nacional de Feminicidios en México hace público que al 1 de marzo ha documentado 171 caso de presunto feminicidio.
“¿Por qué los hombres asesinan a la mujer cuando dice ‘me quiero separar, ya me quiero ir, ya no puedo estar contigo’?”, cuestiona Gloria Careaga. “A los hombres les cuesta más trabajo cerrar una relación. Y no tiene que ver ni con la clase ni con la edad. Son mucho más dependientes que las mujeres. Un hombre pierde una pareja y, entonces, ¿qué va a hacer? No se le ha educado para que se cocine, se planche, se lave, limpie su casa. Eso tiene que ver de nuevo con la política. No se le ha educado en el ámbito doméstico”.
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