viernes, 27 de mayo de 2022

“Retiro”, una carta de amor a nuestras madres y abuelas



Por: Ricardo Quiroga

Vaya contrasentido. Un grupo cuantioso de mujeres, por no llamarlo multitudes, se reúne en un retiro espiritual en toda forma auspiciado por un grupo de prelados, todos hombres, para dirimir sus sacos de penas. Parece ser una peregrinación anual. A este sitio cuya ubicación no está clara, pero podría ser cualquier rincón de México, acuden caravanas de camiones ocupados única y exclusivamente por mujeres de todas las edades: abuelas, madres, hijas, las jóvenes y las niñas, y uno que otro niño que no podría prescindir de su progenitora.

Van con fe, van con amor, van rezando de camino a una estancia, por una semana, que significa la liberación de los yugos de sus esposos, de sus hijos mayores, de los hombres de sus pueblos y ciudades; van a rezar, empatizar, embellecerse, cocinarse, hablarse entre ellas, abrazarse, perdonar a sus violentadores —muchas veces sus propios cónyuges—, entre racimos de risas y luego de llantos, ataviadas, en un culmen del retiro espiritual, de coronas de espinas como el mismísimo Cristo martirizado.

Vaya contrasentido cuando las voces de los sacerdotes que conducen este retiro instruyen a las mujeres para sanar y, de paso, les explican que son portadoras consagradas del dolor. “Tienes que ver la maternidad no como una carga sino como un regalo de dios”, les dice, micrófono en mano, una voz masculina cuya autoridad es legitimada por otros hombres.

Pese a ello, estas mujeres, miles de ellas, han hallado en este retiro una burbuja de afecto, una que trasciende las voces de autoridad, la imposición de las instituciones, la condena al sufrimiento y a la maternidad divinizada y martirizada. Porque donde hay mujeres hay sanación, hay cuidados, hay empatía y buen sazón, pese a las calamidades. Pero eso no lo dice la cámara que filma, eso lo interpreta el que mira el filme.

Son unos cuantos intríngulis del documental “Retiro”, ópera prima de Daniela Alatorre, quien, en cambio, como cofundadora de la casa No Ficción, ostenta una cartera de títulos como productora por demás destacables — “Familia de Medianoche”, de Luke Lorentzen; “Vivos”, de Ai Weiwei, y “Una película de policías”, de Alonso Ruizpalacios, entre ellos—, pero que con este debut nos acerca a una dimensión emocional de esas que hacen del cine mexicano de no ficción una esmeralda.

Un relato en voz de sus mujeres

Daniela Alatorre no se desvanece durante su documental, el documental nace con ella oculta. En cambio, el relato de esta historia prácticamente con nulas acotaciones y una carga emocional que va sumando, va sumando, hasta que se convierte en una historia de mi familia, de tú familia, nuestra historia, la de nuestras abuelas y nuestras madres, nosotras y nosotros, recae en las voces de sus protagonistas.

Marina, Zoila y Perla son abuela, madre y nieta. Desde hace 15 años, Marina asiste religiosamente a este retiro, mientras que Perla, una adolescente, conoce este cónclave femenino desde que tiene seis años. Ellas nos cuentan quiénes son, quiénes fueron y quiénes aspiran a ser. Marina, por ejemplo, le cuenta a su familia, mientras la cámara filma como si se tratara de una iguana en la pared, cómo durante su juventud fue sometida por su aún esposo para que ella finalmente cediera a quedarse con él.

“Que me amenaza una vez con la escopeta, que me dice que mejor muerta y si no era para él no era para nadie”, cuenta entre sonrisas, como una anécdota inocente, de aquellas que acarician. Pero la Marina del filme ya no es esa mujer sometida de la que habla, una versión suya de otro tiempo, por eso lo dice sonriendo; ha volteado la tortilla y, sin esperar la aprobación de un marido que a duras penas se anima a salir en el filme, un día agarró sus cosas y se fue a encontrar trabajo como cocinera en un hogar en Valle de Bravo. Ahora, relata, tiene para pagarse sus cositas sin pedirle a nadie un centavo.

Son otros intríngulis de este filme ganador del Premio Ambulante en el Festival Internacional de Cine de Morelia que se estrena en cines de todo el país a partir de este 27 de mayo.

El origen de la fortaleza

Este diario se acerca en entrevista con Daniela Alatorre y con Perla, la joven protagonista del filme en víspera de su estreno.

“Mi relación con Marina, Zoila y Perla siempre es de muchos años y, siendo completamente honesta, siempre estuvo atravesada por el afecto. Lo sabía desde el principio, al hacer esta película, que tenía todo menos una mirada objetiva, que yo iba a partir desde el afecto para retratar a estas tres generaciones de mujeres”, comparte la directora.

“Me acuerdo de escucharla hablar (a Marina) del retiro. Quise indagar el origen de su fortaleza y su sabiduría, que me resultaban completamente ajenas, viniendo de un contexto muy urbano; pero sobre todo quería entender de dónde viene esa fuerza de una mujer que viene de una estructura de familia muy convencional”.

Las mujeres que nos deja ver el filme, tan familiares, tan cercanas, fuertes y a veces tan frágiles, sobre todo en esa intimidad colectiva femenina, han sido los pilares sobre los que se ha sentado el patriarcado y sus privilegios. Estas mujeres que se ausentan por una semana para ir a un retiro a llorar sus penas, son quienes han sostenido a los hombres de sus vidas. Y en esta cinta queda absolutamente claro. Esa es la dimensión más valiosa del trabajo. “Es una cosa muy extraña, pero así son las mujeres de las familias mexicanas”, concede la directora. “La voz de ellas es la que está al centro y lo que yo intento es que cada vez que tú como espectador estés emitiendo un prejuicio, algo te rompa”.

Un rompimiento transgeneracional

Por su parte, Perla comparte que en su abuela Marina “se notan estas ganas de romper estos patrones, ese sometimiento en el que estaba y que en algún momento le llegó a ser tan cansado que por eso lo tuvo que romper. Era necesario. Su generación fue criada de manera rigurosa y no había vía para fluir como mujer. Por otro lado, el hecho de que mi mamá fuera madre soltera es todavía otro paso muy grande, porque a pesar de las críticas, rompió más aún con la rebeldía de ser la hija que se embarazó y fue madre soltera. Me siento muy orgullosa de mi mamá y de mi abuela por el impulso que me dieron. Ahora estoy rompiendo lo que me corresponde gracias a lo que ellas han roto. Gracias a ellas he querido romper los patrones”.

De vuelta con la directora, explica que en este filme era claro que debía haber cuatro personajes: la abuela, la madre, la nieta y el espectador, “que hubiera espacios para ese otro personaje, donde el espectador estuviera obligado a llenar los huecos, a pensar: ‘¿cuál es mi contexto, quién es mi compañía femenina, quiénes son mi mamá y mis abuelas, cuál es el contexto en que se ha dado esa compañía femenina y cómo nos atraviesa nuestra propia religiosidad?’”. Y sin duda el filme cumple su función.

Finalmente, la directora comparte que “Retiro” es una carta de amor, un homenaje a las mamás y a las abuelas, “que han transmitido su fortaleza por generaciones”.

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