Por: Reyna Paz Avendaño
La representación de Semana Santa en la Nueva España no se realizaba con actores, se hacía con esculturas articuladas, es decir, con esculturas de santos de tamaño real que podían mover diferentes partes de su cuerpo, en el caso del Nazareno, inclinarse para cargar la cruz o en el caso de la Virgen de los Dolores agacharse para levantar a su hijo.
Hoy, en el país aún existen ejemplos de estos bienes patrimoniales, en especial en el estado de Morelos donde la restauradora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Anaité Monteforte Iturbe, trabaja en la recuperación y análisis de dichas esculturas.
De acuerdo con la especialista y autora del artículo “Marionetas del cielo”, a partir del siglo XVII se potenció el uso de esculturas articuladas para participar en procesiones, donde el objetivo era intensificar los sentimientos que despiertan los gestos simbólicos de llorar, bendecir, inclinarse e hincarse.
“Además de la talla del rostro y cuerpo de la figura, otro factor fundamental para originar cada vez mayor veracidad y versatilidad a las esculturas fue el enriquecerlas con elementos añadidos, a los Cristos se les colocaban aplicaciones de uñas y dientes de hueso o cuerno, ojos de vidrio, pestañas postizas, pelucas de cabello natural, piel en las heridas y grandes cantidades de sangre”, explica.
Monteforte Iturbe señala que en este tipo de esculturas era común que se hicieran para representar a Cristo y a la Virgen de los Dolores.
“Este tipo de representaciones tremendamente dramáticas se dieron particularmente en el barroco, se desarrollaron aditamentos que hacían que el realismo fuera más mágico. En los ojos de vidrio, la técnica es que se talla la cabeza, se corta a lo largo y se hace una máscara por donde se introducen los ojos de vidrios que hay de muchos tipos”, detalla.
La experta comparte que en una región de Morelos actualmente se restaura una escultura articulada de Cristo, la cual no ha dejado de usarse en Semana Santa y que este volverá a salir a las procesiones este año pero ya con la intervención y conservación hecha por especialistas del INAH.
“Por primera vez está siendo restaurada apropiadamente, tenía muchas capas de repintes, pero afortunadamente los mayordomos leyeron el articulo (Marionetas del cielo) y decidieron buscar un restaurador que ha estado quitando las miles de capas de pintura agregada y se está recuperando el movimiento original que ya había perdido en algunas partes”, indica.
Los ojos de ese Cristo son una cuenca de vidrio pintada por atrás. “Entre las intervenciones para repintarlo le lijaron los ojos y la cara, entonces había perdido el brillo, pero con una técnica específica de restauración se pudo pulir con mucho cuidado y se recuperó la expresión”.
MOVIMIENTO
Las esculturas articuladas son piezas talladas en bloques de madera ensambladas en torno a un eje: el torso; y para lograr el movimiento se accionan desde su base (peana) en donde hay poleas o algún otro elemento de apoyo, “de tal suerte que, a partir de cuerdas y bastones o varillas”, se pueden jalar o empujar y así accionar las diferentes posturas.
Esos movimientos se logran gracias a que están marcadas las articulaciones o uniones, pero para que éstas no fueran evidentes, eran cubiertas con piel o yeso.
“Sobre el detalle de la policromía, éste se hizo a partir de bloques de madera que los artesanos iban tallando para darle la forma, lo cubrían con 17 capas y entre cada una lijaban para tapar la veta de la madera y dar la sensación de piel”, explica Monteforte Iturbe.
En el caso de los rostros, agrega la restauradora, se pulía la pintura con una vejiga de buey para lograr la lisura y con eso se iban dando los tonos de las sombras, las chapas, etcétera.
Cuidar el patrimonio
La restauradora pide a la ciudadanía que, si su comunidad tiene este tipo de esculturas, acudan con el INAH para su restauración y no con santeros.
“Aunque lo hacen de buena voluntad, más que favorecer muchas veces arruinan para siempre las piezas. La escultura y la pintura del barroco es irrepetible, cuando la pintan y cometen el crimen de lijarlas para ponerles pintura con pistola de aire, las dejan inanimadas, su magia y mística se pierde en un instante. El llamado es recurrir a un restaurador profesional, sí implicará un gasto mayor pero al final de cuentas de lo que se trata es de conservar estas piezas con 400 años de vida”
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