La coreógrafa Adriana Castaños recibió la Medalla Bellas Artes en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, al terminar la presentación Yonke… viaje a No land, espectáculo de Producciones La Lágrima que recopila algunos pasos creados a través del tiempo, por la compañía que ella misma dirige.
A propósito de este reconocimiento, la coreógrafa reflexiona con Crónica sobre la situación actual del país, donde “se vive una paradoja”, pues la disciplina tiene buenas propuestas escénicas, pero con carencia de autocrítica.
“Hay buenos bailarines y coreógrafos, quienes plantean nuevas formas en el arte escénico y reflexiones muy profundas, pero también hay una ausencia de crítica, sobre todo autocrítica, respecto al trabajo que hacemos”, señaló Castaños.
Comenta que en su desarrollo profesional tuvo la suerte de tener una “buena crítica”, misma la cual le permitió impulso. Por ello el reto para el quehacer dancístico es, dice, detonar el análisis, la crítica y a reflexión.
Define su trayectoria como un conjunto de experiencias colectivas que pueden traducirse en satisfacciones individuales, pero sin olvidar el trabajo en colectivo, como razón de la danza.
Para Adriana Castaños, el gusto por esta disciplina se cristaliza en poder integrarse con el cuerpo, pero no sólo mediante la elaboración de un lenguaje formal de movimientos, sino una reflexión acerca de la carga expresiva.
“En ese sentido, creo que la danza representa no solamente un enorme placer, sino también un reto constante de estar reinventando todo el tiempo (…) En mi experiencia, cuando se cree que hay un grupo consolidado, vemos que debemos volver a empezar para la difusión y promoción, y hay que replantearse todos los días el quehacer de la danza”, agrega.
Detalla que la presea será entregada al finalizar Yonke… viaje a No land, un espectáculo que forma parte de los 80 años del Palacio de Bellas Artes, pero también festeja los 17 años de la compañía en la que es coreógrafa y directora: Producciones La Lágrima.
Esta compañía sustenta su trabajo en procesos de exploración vinculados con la experiencia personal de sus integrantes, mediante un estudio del gesto y el lenguaje sobre los temas
A propósito de este reconocimiento, la coreógrafa reflexiona con Crónica sobre la situación actual del país, donde “se vive una paradoja”, pues la disciplina tiene buenas propuestas escénicas, pero con carencia de autocrítica.
“Hay buenos bailarines y coreógrafos, quienes plantean nuevas formas en el arte escénico y reflexiones muy profundas, pero también hay una ausencia de crítica, sobre todo autocrítica, respecto al trabajo que hacemos”, señaló Castaños.
Comenta que en su desarrollo profesional tuvo la suerte de tener una “buena crítica”, misma la cual le permitió impulso. Por ello el reto para el quehacer dancístico es, dice, detonar el análisis, la crítica y a reflexión.
Define su trayectoria como un conjunto de experiencias colectivas que pueden traducirse en satisfacciones individuales, pero sin olvidar el trabajo en colectivo, como razón de la danza.
Para Adriana Castaños, el gusto por esta disciplina se cristaliza en poder integrarse con el cuerpo, pero no sólo mediante la elaboración de un lenguaje formal de movimientos, sino una reflexión acerca de la carga expresiva.
“En ese sentido, creo que la danza representa no solamente un enorme placer, sino también un reto constante de estar reinventando todo el tiempo (…) En mi experiencia, cuando se cree que hay un grupo consolidado, vemos que debemos volver a empezar para la difusión y promoción, y hay que replantearse todos los días el quehacer de la danza”, agrega.
Detalla que la presea será entregada al finalizar Yonke… viaje a No land, un espectáculo que forma parte de los 80 años del Palacio de Bellas Artes, pero también festeja los 17 años de la compañía en la que es coreógrafa y directora: Producciones La Lágrima.
Esta compañía sustenta su trabajo en procesos de exploración vinculados con la experiencia personal de sus integrantes, mediante un estudio del gesto y el lenguaje sobre los temas
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