Por: Ricardo Quiroga
Desde distintas latitudes, las medidas de aislamiento han afectado de maneras emocionales similares a los artistas escénicos, puesto que todos ven en lo colectivo, el contacto y lo corpóreo la esencia irrefutable de su trabajo y asimilan este periodo de confinamiento, y con él la traslación de la oferta artística al streaming, como una relegación del quehacer que es escénico por antonomasia o un paliativo que no tiene manera de imponerse sobre este tipo de creación.
Acerca de esto, la precariedad de los artistas independientes puesta en evidencia por la pandemia del coronavirus y la oportunidad de repensar la disciplina de cara a una posible nueva realidad, conversaron seis creadores escénicos desde España, Alemania, Suiza, República Checa, Chile y nuestro país, en la mesa de diálogo “Los efectos de la pandemia por Covid-19 en la vida de los artistas escénicos en México y en el mundo”, que la mañana de este miércoles 27 de mayo moderó Evoé Sotelo, directora de Danza UNAM, en el marco del Festival de Arte y Ciencia El Aleph, que esta semana se viene realizando a través de las distintas plataformas digitales de la máxima casa de estudios.
“Los artistas independientes que vivimos mes a mes, que no tenemos una ayuda continua del Estado y giramos medianamente poco, estamos acostumbrados a la precariedad, siempre en la cuerda floja. Cuando ocurrió que se rompió la cuerda, no lo podíamos creer. Es una experiencia nueva. Y no podemos hacer nada porque esta situación no te deja trabajar en nada más. No hay manera de dedicarte a otra cosa, no hay manera de que ingrese otro dinero para pagar la renta y para comer. Tengo una pieza que estrenar en otoño, pero me han dicho que piense en un plan B online, porque es probable que en otoño todavía no se pueda ir al teatro. Pero el fundamento de mi trabajo es lo vivo. Trabajo mucho en estar juntos y cómo estar juntos. De repente todo eso es imposible y se te caen todos esos cimientos”, refirió el escritor y creador escénico español Juan Domínguez, desde Berlín.
Para el director artístico, coreógrafo y bailarín suizo, Gilles Jobin, que los tiempos de la mitigación del contagio sean condicionados prácticamente por el día a día complica la planeación de proyectos escénicos en este momento para los creadores. Lo virtual, dijo, si bien es un espacio que se abre para que el gremio pueda seguir produciendo, no es una solución.
El regreso a los teatros, por lo menos este año, con los condicionamientos de sanidad y distanciamiento social, no ofrecerán condiciones propicias para la ejecución de piezas que requieren de aproximación y expresividad escénica de sus participantes, puesto que todo ello, evaluó la directora de Danza UNAM, imposibilitará el estreno o reposición de la gran mayoría de obras.
Por su parte, la intérprete mexicana y promotora cultural Isabel Aguerrebere, hizo referencia del programa Contigo en la distancia, implementado por la Secretaría de Cultura federal de México, a manera de atención para el resguardo de la población y que convocó a artistas de distintas disciplinas para aportar sus propuestas vía internet.
“Se abrió ampliamente para artistas escénicos. Daban un apoyo económico casi inmediato. Eso nunca se había visto, que el dinero entrara muy pronto. Yo aún sin trabajo, viviendo de los ahorros de festivales previos, vi esta convocatoria y no me hizo ningún sentido ni siquiera intentar hacer algo escénico, dancístico, digital. Ni aunque me digan que me van a pagar tanto mañana, no me interesa gastar mi energía, mi tiempo y mi creatividad en digitalizar el arte escénico. Para mí no hace ningún sentido, se pierde la esencia, que es lo humano, el estar cerca, frente a frente. Lo digital no es para mí una solución o una estrategia postpandemia. No puede ir por ahí porque la naturaleza de nuestro arte es el contacto. Será otra cosa, pero artes escénico no sería”, dijo.
A partir de ello, Gilles Jobin opinó que este impasse debe usarse para la investigación, más que para la ejecución en escena en condiciones limitadas. Razonó que sí habrá espacios alternativos requeridos por consumidores de ofertas alternativas, y se generarán para ellos, pero no serán viables para aquellos que, en el caso de los conversadores, ponen el cuerpo como herramienta de trabajo.
“El conflicto que asocio a lo que está sucediendo ahora, con la Covid-19, es que uno se cuestiona para qué sirve lo que hace (…) es un momento de reinventarnos, repensarnos y, sobre todo, de poner en contexto lo que hacemos, porque existe la sensación de que mucho de lo que se hace desde nuestro oficio es endogámico, que se hace para los otros artistas”, aportó la coreógrafa chilena Rocío Rivera Marchevsky, fundadora de la compañía Mundo Moebio.
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