Por: Eleane Herrera Montejano
La fe forma parte de la literatura en la medida en que podemos creer “y en la medida en que un autor sea tan capaz y extraordinario para adentrarnos en un mundo ficticio o imaginario, pero que constituye otro tipo de verdad”, considera el poeta, ensayista, crítico literario y editor, Juan Domingo Argüelles.
A partir del poema “El Gran Inquisidor”, que el personaje Iván recita a su hermano, en “Los hermanos Karamázov”, de Fiodor Dostoyevski, Argüelles reflexiona sobre la influencia literaria de la Biblia, los paralelos entre la actividad de Dios y la de los escritores, y la idea de fe que separa o acerca a la religión con la literatura.
“No hay libro que haya influido más, en Occidente, que la Biblia. Cuando pensamos en Oriente no hay libro que haya influido más que el Corán. Esas cosas hacen ver que los seres humanos dependemos mucho del concepto de fe a la hora de proceder en las cosas. Los creadores pueden no ser creyentes, pero a sí mismos se ven como creadores de mitos. Es decir, como dioses”, comenta vía telefónica.
Lo que Dostoyevski presenta en este pasaje -que más que un poema, Argüelles califica como la idea o recreación de un poema- es un destino escrito. La idea fundamental detrás de ello es que, aunque Dios existiera, nuestro destino está fijo y él no los va a evitar o cambiar. Así ese destino sea Siberia o la muerte.
“Es una reflexión poderosa en su momento porque viene a decirnos que no puedes cambiar ese destino siendo creyente o no creyente, tarde o temprano se cumplirá porque está determinado. Dios no puede ignorar lo que te va a pasar porque lo sabe todo, así que si vas a Siberia y te encuentras con toda la crueldad, matanza y desgracia, de todos modos él no lo evitará porque ya había escrito tu destino”, ahonda.
“El hecho de que uno vaya al matadero o un presidio donde va a vivir una cosa terrible lleva a pensar en Dios, en la salvación. Entonces la fe alimenta mucho” continúa el crítico y escritor.
Observa que “El Gran Inquisidor” es más una narración que un poema, a través de la cual se elabora una concepción de Dios tanto como fuerza que ayuda a vivir, pero también que ha condenado a vivir de cierto modo, sin que nadie lo pueda evitar.
El poema se refiere justamente a la llegada de Cristo, por segunda ocasión, así como su detención por las autoridades de la iglesia en la época de la Inquisición Española.
Por otra parte, Argüelles apunta que este texto invita a una reflexión amarga, que puede sumirnos en una enorme desolación e incertidumbre. “¿Cómo explicas la fe, el sufrimiento y la naturaleza humana, que siendo libre mediante la razón entrega esa libertad por una cuestión de creencias?”.
“Las creencias y todo esto que viene relacionado con la Semana Santa en la literatura refleja el gran conflicto que tiene el hombre en relación con saberse mortal. Ahí empieza la metafísica, en la reflexión de que todos somos mortales y que el hombre escribe sabe que va a desaparecer y quiere dejar algo en este mundo, una seña o muestra de que estuvo vivo y dejó algo”.
-¿Encuentras alguna similitud o paralelismo entre cómo funciona la literatura -producida como acto de fe para trascender- y la promesa de las religiones?
-“Sí, indudablemente. La literatura crea una expectativa. Toda la literatura al plantearse parte de una expectativa y, en cierto modo, es también una cuestión de fe creer o no en lo que va a plantearse a partir de esa expectativa. Si el autor es muy malo lo que cuente resultará inverosímil, pero la inverosimilitud de autores como Kafka o Dostoyevski o García Márquez… dota a esos libros de una imagen verdadera, aunque sea ficción”.
Argumento
“El Gran Inquisidor” se concede su autoría a Iván Fiódorovich Karamázov y situado en el libro V, en la segunda parte. La leyenda del gran inquisidor nos coloca de cara a una oposición entre Jesús y el Gran Inquisidor.
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