Ramón Miquela Jáuregui participó en el diseño del Polyforum. (Nelly Salas)
Por: Laura Cortés
La fisonomía de numerosas ciudades mexicanas no sería la misma sin la intervención de aquellos creadores españoles que huyeron a México en 1939 tras la derrota de los republicanos. Sin embargo, aunque es bien conocida la influencia del exilio español en la vida cultural y artística mexicana, sus valiosas aportaciones en el ámbito arquitectónico no han sido apreciadas en su completa dimensión, comenta Juan Ignacio del Cueto, curador de la exposición Presencia del exilio español en la arquitectura mexicana, que se presenta en el Museo Nacional de Arquitectura hasta el 3 de agosto, como parte de la conmemoración del éxodo republicano.
A 75 años de aquella diáspora, el legado del exilio español en México es evidente en numerosas instituciones educativas y académicas, e incluso en actividades comerciales y empresariales, pero la impronta en el patrimonio arquitectónico es todavía más tangible: basta un recorrido por colonias como Polanco, Nápoles, Roma y Centro, en el Distrito Federal, para admirar casas y edificios autoría de esos urbanistas que encontraron refugio en México.
Entre los más de 20 mil españoles acogidos por el gobierno de Lázaro Cárdenas se encontraban 25 destacados arquitectos, los cuales, a decir de Del Cueto, “no vinieron enseñar” sino, por el contrario, sorprendidos ante la calidad de la obra arquitectónica, contribuyeron significativamente a lo que ya se estaba haciendo en el país. El también arquitecto añade que otro grupo de profesionistas con valiosas contribuciones fue la llamada “generación hispanomexicana”, españoles que llegaron a México siendo niños, cuya formación académica tuvo lugar en instituciones nacionales (principalmente en la UNAM): “arquitectos mexicanos nacidos en España”.
Trazos y rostros
El arquitecto Félix Candela llegó a México a los 29 años, y una década después comenzó a construir los cascarones de concreto que le dieron prestigio internacional, señala Del Cueto. En los años cincuenta y sesenta ya era uno de los constructores más famosos del mundo. Es autor, entre otras obras, de los arcos de los mercados de Coyoacán y de San Pedro de los Pinos; también del restaurante Los Manantiales, en Xochimilco, edificio considerado un clásico de la arquitectura moderna. Su creación más representativa es el Palacio de los Deportes, realizada junto con los arquitectos Enrique Castañeda Tamborrel y el también exiliado Antonio Peyrí.
Otra obra con sello del destierro español es el Polyforum Cultural Siqueiros, en cuya edificación participaron arquitectos del exilio, entre otros Ramón Miquela Jáuregui, quien llegó con su familia cuando era niño y se formó profesionalmente en México.
Un caso más es el de Arturo Sáenz de la Calzada, quien construyó la casa del cineasta Luis Buñuel en la colonia del Valle, en la Ciudad de México. A petición del creador surrealista, Sáenz diseñó la vivienda evocando la Residencia de Estudiantes de Madrid. Actualmente el inmueble es un centro de investigación cinematográfica.
La residencia del renombrado psicoanalista Erich Fromm, en Cuernavaca, también fue construida por un arquitecto desplazado: Óscar Coll Alas, quien por cierto había estado confinado en un campo de concentración.
Otro ejemplo es el extinto Hotel Casino de la Selva, también en Cuernavaca, proyectado por Jesús Martí (en esta construcción también participó Candela), quien también realizó el emblemático Hotel Mocambo, en el puerto de Veracruz.
La lista de obras arquitectónicas realizadas por miembros del exilio español se antoja interminable: universidades como la Anáhuac, conjuntos habitaciones como el de Iztacalco, edificios corporativos, hoteles, galerías e incluso gasolineras. De ahí que la conmemoración por el 75 aniversario de este suceso histórico ofrece la oportunidad de rescatar del olvido a esos creadores.
Otras personalidades representativas
Francisco Azorín
Tomás Bilbao
Ovidio Botella
José Caridad
Óscar de Buen
Félix Colinas
Roberto Fernández
Imanol Ordorika
Jaime Ramonell
Enrique Segarra
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