domingo, 29 de junio de 2014

"Soy como un viejito de clóset”: Horacio Franco

 
Por: Roger Méndez
 
Egresado del Conservatorio Nacional de Música en México y del Conservatorio de Ámsterdam, Holanda, fue en ese país donde encontró el camino: la libertad a su preferencia sexual y el amor hacia la música.
 
Horacio Franco se considera ateo y cree en las personas y en la libertad de cada quien a elegir su propias creencias. Jamás prejuzga un escenario, y ha interpretado igual en una secundaria de Iztapalapa y en la sala de la Filarmónica de Berlín. También fue al Carnegie Hall de Nueva York, al Dallas Cultural Center y al Spivay Hall de Atlanta; al Birmingham Symphony Hall, al Queen Elizabeth Hall y al Wigmore Hall de Londres; al Tokio Bunka Kaikan, al Palacio de Bellas Artes de México y al Thai Cultural Center de Bangkok.
 
Franco eligió la flauta de pico a los 11 años en la secundaria 75, en Coyoacán, y estuvo a punto de no estudiar música por falta de recursos para comprar un piano, “un instrumento serio”. Hoy es el mejor flautista de México.
 
A sus 50 años (11 de octubre de 1963), Franco ha sido director invitado de Madrigalistas de Bellas Artes, y ha participado como solista con reconocidos directores y como director huésped de las principales orquestas y grupos vocales de México y el extranjero.
 
¿Qué estás haciendo actualmente?
Estoy preparando tres programas importantes, el más grande es como director invitado de solistas de ensamble del INBA. Con ellos voy a celebrar sus 30 años de formación; al mismo tiempo preparo varios programas con Capella Barroca de México, con quienes me he presentado en el Zócalo y en el Nikko. En estos momentos, mi vida gira alrededor de Capella Barroca de México; hemos hecho muchísimas cosas con ellos porque fuimos favorecidos con un donativo de Conaculta para hacer 14 programas diferentes en 2014. Al mismo tiempo, dirijo otros grupos como la Sinfónica de Guadalajara, la Orquesta Juvenil… estoy como loco, no paro. Todo eso sin descuidar las clases que imparto en el Conservatorio Nacional de Música en México de tiempo completo, donde me jubilo el próximo año…, hace 30 años comencé.
 
¿Qué escenarios recuerdas más?
Tuve un concierto con Capella Barroca de México con 10 cantantes en el Instituto Cultural Helénico, la capilla me pareció fenomenal para esta música; el año pasado toqué en la sala de conciertos de Pekín y me pareció una sala extraordinaria en cuanto a acústica, es de las mejores en las que he estado. Todo depende de la música que hagas. Por ejemplo, para una enorme banda con mucho ruido, el Auditorio Nacional sería el ideal, pero yo parecería un chícharo en cazuela...
 
¿En qué escenario no te presentarías?
Por extraño que parezca, uno va haciendo el entorno que quiera. Por ejemplo, pedí una beca para dar conciertos didácticos por tres años en secundarias públicas y privadas, y fui a Iztacalco e Iztapalapa donde viví uno de los conciertos más gratificantes en mi vida, todos increíblemente atentos, receptivos e inquisitivos. Me acuerdo que hacían preguntas muy interesantes. Nunca se debe prejuzgar un escenario por su entorno. Soy ateo, y espero que la gente no me lo tome a mal, porque no creo en la Iglesia como religión, menos en una escuela con educación religiosa, aunque me ha ido tan bien en esas escuelas que jamás voy a prejuzgar a nadie por su religión, ni por su raza, ni por donde viva ni por su entorno ni nada; eso mismo pienso de los escenarios, no tienes por qué decir que no toco porque está feo, porque se escucha mal, es una estupidez, porque así empiezan los prejuicios y es tener problemas.
 
¿En dónde has actuado?
He estado en Berlín, en Japón, en Bellas Artes, en Londres, Ámsterdam… Pero no me interesan los lugares en sí, me interesa llegarle a la gente.
 
¿Cómo describes tus participaciones?
Soy intérprete, no compositor; no tengo música propia, pero soy un recreador de ideas, de compositores vivos o muertos. Interpreto la música como la siento. Esos compositores escribieron una partitura hace cientos de años y si no le doy vida con la autoridad que tengo, con la representatividad que tengo, emocional, mental, musical y filosófica, entonces la partitura no es nada sin mí. Tengo que tener los elementos necesarios, técnicos musicales, críticos, etcétera, para traducirla. No soy un tocador de música, porque entonces sería una máquina…, doy una idea emocional, la música no es otra cosa que transmisión de emociones, a partir de sonidos ordenados, y es ahí donde finalmente tienes la obligación de recrear o interpretar para darle vida.
 
¿Por qué elegiste la flauta?
Fue por casualidad. Fue en la secundaria donde descubrí que tenía mucho talento para la flauta, mucha facilidad. Yo no sabía lo que era el talento, ni sabía que me iba a dedicar a la música. Tenía 11 años cuando una compañera tocaba en el piano algo de Mozart y quedé impresionado; en ese momento decidí ser músico. No sabía nada de música clásica, mis papás eran gente trabajadora, vivían al día y jamás nos llevaron a un concierto; no nos educaron para tener una formación humanista, sino para tener lo que ellos no pudieron tener. Cuando les dije que quería ser músico, mi mamá se burló de mí, no sabía que de eso se podía vivir. Un maestro de música se dio cuenta de que era muy bueno con la flauta y me llevaba a los festivales para tocar. Así me di cuenta que podía tocar en público y al tercer año me inscribí al Conservatorio Nacional de Música. Hice un examen y me admitieron, pero tenía que tocar un instrumento “serio”. Me dijeron que no impartían clases de flauta y que estudiara piano o violín. Elegí el violín porque no tenía dinero para un piano, y cuando me vio mi maestro me dijo que no tocaba nada. “¿Qué haces aquí?, ¿por qué te inscribiste si no tocas?”…, me trataba muy mal, pero me habló con la verdad. Me dijo que ya era muy grande para estudiar violín a los 13 años, por la conexión del oído, el cerebro y los dedos.
 
Estaba todo en contra…
Pero me di cuenta que era el director de la Orquesta de Cámara. Un día me presenté en un ensayo y le dije que yo quería tocar como solista con flauta, que me permitiera. Claro que se burló, pero saqué mi flauta y toqué, y me dejó dar mi primer concierto como solista a los 14 años. Ahora lo celebro cada cinco años en el Palacio de Bellas Artes.
 
¿Y luego?
Dejé el violín y me fui a estudiar a Holanda cuando tenía 17 años, me aceptaron los mejores maestro del mundo como Marijke Miessen y Walter van Hauwe en el Conservatorio de Ámsterdam, donde hice una maestría a los 21 años.
 
¿Qué dijeron tus papás?
Estaban felices. Mi mamá primero me dijo “¡qué bonito!”, después insistió en que estudiara una carrera. Eran tan ignorantes que me desesperaban. Entonces pacté con ellos que si a los 25 o 30 años no lograba lo que quería, yo estudiaría lo que ellos deseaban, como ingeniería, abogado, contador… solo así dejaron de molestarme. No lo puedo tomar a mal, pero tampoco dejé que manipularan mi vida, porque no sabían lo que era bueno para mí; lo mismo pasó cuando les dije que era gay a los 14 años. Se pararon de pestañas. Ellos son de los años veinte, de un México machista y conservador. Se dieron de topes con mi noticia y no había vuelta de hoja, yo era muy apasionado en lo que era y lo que hacía.
 
¿Alguna vez te has autocensurado?
Me falta una película porno (ríe). No, porque la educación que me dieron en Holanda modificó mi manera de ver la vida. Allá hay democracia, no hay esta doble moral que hay en México. Una prueba fue cuando presencié la visita de Juan Pablo II a Holanda. En realidad, le fue mal, hubo manifestaciones en contra, no querían que fuera porque a los católicos les iba a costar mucho dinero; nadie fue a recibirlo, tan solo monjas y sacerdotes. Llegaba en su cochecito y no como aquí, con toda esa parafernalia horrenda. En la actualidad, México sigue con doble moral, con mentira, engaño, pero hay gente como yo que estamos tratando de sacar esto.
 
¿Te ha traído problemas esta sinceridad?
No, porque no debo nada, no debo nada a nadie, no hago pleitesía a nadie, mi vida depende de la gente que escucha mi música, de quien me respeta, porque yo me he dado a respetar.
 
¿Tienes pareja?
Tengo marido, llevo 15 años con él, trabajamos juntos, vivimos juntos, somos una pareja exitosa en el sentido de que es mi manager; él es arquitecto de profesión.
 
¿Te casaste en México?
Sí, por la sagrada ley de Ebrad. Fuimos los primeros que nos convivenciamos en 2003 simbólicamente, cuando las leyes de convivencia no estaban aprobadas; al año siguiente fue el mismo (Andrés Manuel) López Obrador junto con Norberto Rivera, cosa que desconoce mucha gente, el encargado de boicotear esa votación. Los del PRD iban a votar y fue él mismo quien dio órdenes que no se votara esa ley. No nos casamos, y seguimos hasta el 2011 cuando ya estaba la ley aprobada, ya nos casamos por las leyes.
 
¿Han pensado en adoptar un hijo?
No, el tener un hijo es una gran responsabilidad, no me puedo hacer cargo de nadie, yo tengo muchas responsabilidades con mi carrera, con mi música y los alumnos y los colegas que dirijo. Los dos estamos muy ocupados y no pensamos tener hijos. Estoy en pro de que la gente no debería tener hijos si no desea tenerlos. Me parece que es una estupidez lo que el Papa está diciendo, que los matrimonios deben tener hijos, ¿y si no quieren? Estamos sobrepoblados.
 
¿Qué haces en tu tiempo libre?
Hago ejercicio, como bien, soy una persona muy metódica; soy como un viejito de clóset: no me desvelo, no fumo, no consumo alcohol, nunca me he metido ninguna droga en mi vida, no las necesito, mi única afición es el café; me transporto en bicicleta. Nunca he visto un partido de futbol, no me interesa, dejamos de ver televisión hace 13 años y no nos arrepentimos; cuando queremos vemos una serie o una película y el tiempo nos alcanza para muchas cosas. Tengo una vida social buena. Tampoco soy esclavo del tiempo.

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