Por: Martha Sánchez
A un año de la desaparición física del Maestro Fernando Alonso, este pasado 28 de julio, familiares, profesores y estudiantes de danza caminaron hasta su tumba sin nombre para depositar unas flores. Ninguna institución cultural en la capital cubana promovió un homenaje, ni envió flores al cementerio. Los presentes en la necrópolis de Colón no sobrepasaron una veintena, la mayoría trabajadores del centro Prodanza, una modesta compañía formada y dirigida por Laura Alonso, hija del Maestro.
La vida tiene ironías y silencios crueles. En la cultura cubana, uno de esos mutismos ilógicos relega a Fernando Alonso, el gran pedagogo y uno de los creadores imprescindibles de la escuela cubana de ballet y de la compañía nacional de su país. El Maestro acaba de cumplir un año de fallecido en su Habana natal, la ciudad donde escogió morir. Algunos hubiesen preferido un pueblo extranjero, para acusar al cubano de abandono o renuncia, y así justificar la mudez. Sin embargo, pese a quedarse con esas ganas, ganaron. El velo sobre Fernando continúa y el peligro de olvido, después de muerto, se acrecienta.
De cierto modo, Alonso todavía vive en gran parte de sus alumnos, que fueron muchos y de varias generaciones. La inmortalidad puede ser silenciosa hasta un día, pero el ballet es un arte tan efímero que cabe la duda de si llegará a reconocerse alguna vez la corona del rey.
Sin el legado de Alonso una parte de la cultura de la nación sería distinta y 2014 no iba a ser un lapso cualquiera para él, se trata nada menos que del año del centenario de su nacimiento. Curiosamente, el Ballet Nacional de Cuba (BNC) dedicará el próximo Festival Internacional de Ballet de La Habana, a celebrarse del 28 de octubre al 7 de noviembre, al dramaturgo inglés William Shakespeare (Reino Unido, 1564-1616), quien directamente nunca tuvo que ver con la danza.
Incluso desde el repertorio hubiese sido más cómodo consagrar este evento al padre de la escuela cubana, sin el cual no existieran siquiera los Festivales. Pero a la prensa no le corresponde responder por las instituciones. Fernando Alonso merecía un gran homenaje en 2014. Publico a continuación al menos 10 razones para esta deuda:
1- Fundó el BNC y la escuela cubana de ballet, dentro de la cual además elaboró la metodología que aún la rige.
2- Fue director del BNC desde la fundación en 1948 hasta 1975 y también dirigió en un inicio la academia Alicia Alonso, antecesora de la Escuela Nacional de Ballet que igualmente dirigiera hasta designar (él mismo) para el puesto a una de sus discípulas, Ramona de Sáa.
3- El Maestro entrenó a las generaciones de artistas que participaron en los primeros concursos y a las primeras generaciones de bailarines de la compañía. Además, fue el maestro durante décadas de Alicia Alonso, la artista cubana de mayor reconocimiento mundial.
4- Organizó, redimensionó e internacionalizó al Ballet de Camagüey y, además, convirtió a aquella provincia en el otro gran polo de la enseñanza del ballet en el país.
5- Se mantuvo vinculado a la Escuela Nacional y su extensión de Camagüey hasta el final de sus días. En sus locales ofreció ensayos a numerosos estudiantes y a cuanto bailarín profesional se le acercó. También los recibía en su casa para compartir ideas e historias entre cafés y videos.
6- No solo fue un maestro exigente a extremo, sino que con más de 90 años de edad todavía buscaba un sentido dramático a cada paso, intentaba brindar una lógica a las acciones, le apasionaba investigar las historias alrededor de las obras para ayudar a los bailarines a convertirse en los personajes, a sentir de acuerdo a las épocas y circunstancias requeridas.
7- Fue un gran conocedor de la anatomía humana e impartía clases y correcciones teniendo en cuenta esos conocimientos, adquiridos por estudio personal y en la juventud también por necesidad, pues cuando vivía en Nueva York (década de 1930) se matriculó en un curso de rayos X y ejerció la profesión de radiólogo durante un tiempo como segundo trabajo a fin de reunir el dinero necesario para comprar el pasaje de su novia de entonces, Alicia Martínez, quien al llegar a Estados Unidos se convirtió en su primera esposa, Alicia Alonso. Posteriormente, Fernando se vinculó a profesionales de la medicina y nunca perdió el vínculo con estudiosos del cuerpo humano, ni con los libros.
8- Dentro de Cuba, entregó gratis todo su saber. Su calidez humana lo llevaba a detenerse a saludar cada vez que reconocía a alguien, sin importar rango u otra distinción. Fernando decía que sus alumnos lo habían enseñado a él a enseñar y siempre exigió respeto cuando en su presencia se hablaba de Alicia Alonso, a quien le dio clases y ensayos durante décadas, y a quien reconocía como modelo de bailarina de la escuela cubana.
9- El 27 de diciembre de 2012, día del último cumpleaños de Fernando Alonso en vida, el BNC dedicó una gala al director de orquesta Enrique González Mantici, quien fuera amigo personal del Maestro, y sin hacer una sola alusión al aniversario de Alonso. Incluso, se obligó a los bailarines de la compañía a improvisar una marcha militar al final del espectáculo para honrar a Mantici.
10- En abril de 2014, durante las sesiones del Congreso de la Uneac (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba), una de las cuatro joyas del ballet cubano, Aurora Bosch, propuso que la Escuela Nacional adoptara el nombre de su principal maestro, Fernando Alonso. La maestra recibió un aplauso cerrado y la aprobación unánime. Pese al hecho, hasta el momento, no se ha realizado ninguna designación.
Por esa entrega absoluta al arte, por todo lo que la cultura cubana le debe a Fernando, se presumía un homenaje en 2014, al menos después de muerto. Este centenario de vida del pedagogo colosal había que celebrarlo no con una función o un Festival sino por todos los medios posibles.
Una vez más subrayo lo mismo que expuse con Alonso en vida: la huella de un maestro de danza suele vivir en el genio y el espíritu escénico de los bailarines, sus obras más perfectas. Pero cuando el carácter de un maestro funda danzantes, compañía y escuela, el olvido se torna imperdonable.
A diferencia de genios escritores, pintores y músicos, las generaciones venideras no tendrán textos, cuadros o partituras a los que aferrarse. Contemplarán bailarines sin saber nunca sobre quienes los formaron. Y sobra demostrar que el tiempo, en verdad, es implacable con todos.
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