domingo, 22 de noviembre de 2020

La resistencia cultural, en el arte indígena de Fernando Palma


Por: Sonia Sierra.

Fernando Palma se nombra artista indígena, y en esa frase caben su idioma náhuatl, la cosmogonía de la que están hechas las historias detrás de sus obras, y su tierra, Milpa Alta, donde nació en 1957, que es la fuente y preocupación de su arte e ideas.

“No le veo otra función al arte sino la de comentar el paisaje en el que estamos”, dice Palma, en entrevista telefónica desde su taller, en San Pedro Atocpan.

El arte de Palma no evoca el folclor ni nacionalismos; se ampara en la investigación y defensa del paisaje, de los saberes y de una lengua desde la que estructura una forma de pensamiento. Palma conecta con demandas de artistas de otros países preocupados por preservar culturas originarias, idiomas y formas de pensar el mundo que no sean las occidentales y que han sobrevivido a procesos de colonización.

Su trabajo integra a otras personas de su comunidad: con su familia y vecinos tiene la organización Calpulli Tecalco, desde donde, por ejemplo, se desarrollan proyectos como Adopta una Milpa, se investiga la gastronomía y la toponimia náhuatl, hay residencias artísticas, crean grupos y nuevas organizaciones como un libroclub para niños.

El 2020 ha sido para Palma un año de encierro, pero también de proyectos internacionales que coinciden con sus inquietudes.

Después de exponer en el PS1 del MoMA de Nueva York, en 2018; en Palais de Tokyo y en la Bienal de Lyon, en Francia, en 2019, este año participará en la bienal de Taipei, que hoy abre en el Museo de Bellas Artes de esa ciudad china, y donde presentará cinco piezas; a partir del 30 de noviembre expondrá en el Centro Cultural Antiguo Colegio Jesuita, en Pátzcuaro, Michoacán, dentro de la Bienal Femsa, y en febrero de 2021 participará en la Bienal de Gwangju, en Corea del Sur.

Contrario a quienes piensan que llamarse artista indígena representa que lo encasillen, Palma argumenta de muchas maneras por qué es un artista indígena y por qué está convencido de que el arte indígena vive en el mundo una efervescencia.


En Taipei, el creador mostrará esculturas mecatrónicas que basa en relatos de la cosmovisión indígena. Foto: CORTESÍA BIENAL DE TAIPEI

“Decir que uno es un artista indígena es por un lado un acto de resistencia cultural y, por otro, dar vigor a otras personas que tienen esa intención pero no tienen los foros que uno ya ha conseguido; y es también poner en la mesa todo el acervo: lenguas, escritura, cosmogonía, interacción con el campo. Estamos en la construcción, nuevamente, de una nación panindígena en el mundo, en el continente, y estas culturas, a pesar de estar siendo consideradas subdesarrolladas porque no tienen industria, tienen otros conocimientos que en mi opinión tienen toda la vitalidad para sacar a la sociedad de la situación en que nos encontramos”.

Aunque ha estudiado, vivido y trabajado fuera de México —después de cursar Ingeniería Industrial en México, en IPN, estudió la licenciatura en Arte e Historia del Arte en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres y posgrado en la Slade School of Fine Arts de Londres y en la Rijksakademie Van Bildendenkunsten en Holanda—, no por ello se llama un artista internacional.

“Para mí es más deshonesto decir que soy un artista internacional a que soy un artista indígena. La gente tiene problemas para aceptar el arte indígena porque los Estados, desde Canadá, Estados Unidos hasta Latinoamérica, tienen un desprecio genocida, que ha existido durante 500 años, hacia las lenguas indígenas, por eso se están perdiendo muchas”.

Otros temas, otras fronteras

A Palma le entusiasman las bienales y exhibiciones en que participa porque “permean las culturas periféricas, el rescate de lenguas, el chamanismo, la magia, el cuidado del medio ambiente, el activismo en el arte. Son posturas, no diré de radicalismo, pero atienden cuestiones muy concretas y cuestionan todo el panorama del arte”.

Las obras con las que Palma participa en estas bienales son esculturas mecatrónicas —los robots han sido constante de su trabajo y son piezas siempre soportadas en relatos de la cosmovisión indígena. En esas esculturas incorpora elementos como hojas de maíz, guajes, chinantles de caña, máscaras, alusiones a mitos y seres del mundo indígena; muchas tienen sensores de movimiento o que las hace “hablar”. “Como un artista mecatrónico indígena no voy a exponer robots, no me interesa; lo que quiero es exponer cómo la electrónica nos permite tocar todo y al mismo tiempo nos ha separado de todo”.

Otro de los intereses de Palma en la electrónica es lo cíclico que se puede representar de forma senoidal: “Me pregunto constantemente ¿qué cosa es la electricidad?, ¿qué cosa somos nosotros? Desde la cosmogonía náhuatl, el tiempo-espacio se vuelve un entender la vida como algo divino. Es ajeno a Occidente donde todo lo objetivizamos. Las culturas indígenas tienen otra percepción de las cosas y eso se ve reflejado en su lenguaje”.

“La gente tiene problemas para aceptar el arte indígena porque los Estados tienen un desprecio genocida hacia las lenguas indígenas”

Fernando Palma, artista indígena

Mitos, escritura e iconografía están en sus obras pero dice que no busca apropiarse de una iconografía; “eso sería un plagio”.

La crisis del medio ambiente lo lleva a cuestionar: “Tenemos problemas graves de ecología, somos una región de 12 pueblos, a nueve se nos conoce como originarios, y mis abuelos, mis tíos, mi madre, hablaban náhuatl; la mayoría son tierras comunales. No existe ni la intención ni la imaginación por preservarla. Los montes están saqueados, en 10 años han quedado prácticamente convertidos en desiertos, la ciudad se nos vino encima, con las drogas, la prostitución. Platicaba con un productor de nopal que muchos terrenos se han abandonado; la gente se achilangó en mi población, están compitiendo por tener un mejor negocio y no cultivan, sabemos que el monocultivo es terrible pero lo seguimos y no es la solución”.

Desde el paisaje, plantea, es necesario preguntarse si se va a continuar con los paradigmas que han llevado a la sociedad a una situación crítica.

Efervescencia cultural

Palma dice que existen muchos sectores en la sociedad, en general, y en el mundo del arte, en particular, con problemas para aceptar un arte indígena, pero no duda que la dinámica de las culturas indígenas está en efervescencia:

“Es una mentira que se hayan quedado dormidas o fosilizadas. Han seguido contribuyendo, hay entre los indígenas lo mismo astronautas que investigadores, científicos, pero la cultura que vivimos nos lleva a un desastre irremediable, no podemos encontrar soluciones a donde nos ha llevado esta destrucción. Por ello debemos voltear a otro lado. Ni la derecha ni la izquierda tienen la sustancia para sacarnos de donde estamos, la postura indígena es distinta, tiene paradigmas que han hecho de ellas lo longevas que son, y no se han desaparecido, siguen evolucionando”.

El artista acude a una analogía con las ondas senoidales que son parte de sus obras: “La cultura indígena se mueve en una onda larga de tiempo y la cultura occidental en una onda corta. Las culturas indígenas son más longevas y acumulan más conocimientos que las culturas que van a otro ritmo de vida y que se colapsan. Entender el mundo como algo plural es estar abierto a otras posibilidades. Vemos una diversidad de manifestaciones en Internet: rap en chamula, en náhuatl; hay una presencia cada vez mayor de las culturas indígenas porque tienen esas otras habilidades, y declararlo de esa forma en el arte es una actitud de resistencia cultural”.

Pero también hace cuestionamientos al arte, a la historia del arte y a su enseñanza: “Para mí, los integrantes de una escuela de arte ya deberían traer una licenciatura y que el arte fuera una maestría. Lo que nos está haciendo falta en el arte es integrar ese acervo tan gigante y no restringirlo a saber colorear, hacer proporciones de formas. Hay que abordar en el arte todas esas esferas de conocimiento”.

Humanizar el arte y combinar las dos posturas —occidente y culturas ancestrales— es una forma de llevar a un diálogo. El arte es uno de los ámbitos que requiere esos otros diálogos:

“En el continente muchos estamos buscando otras alternativas porque las definiciones del arte, los mismos métodos de trabajo no sirven porque hay rituales, hay lugares sagrados, cosmovisiones. Lo importante es restablecer paradigmas. El arte en Mesoamérica, las urnas zapotecas en barro, son exquisitas; pero nadie las vio, se hicieron como una especie de carta al inframundo, algo sagrado, y luego no se expusieron... Se enterraron en lugares sagrados, y eso te muestra cómo el arte tiene una función distinta a la que tiene hoy en día”.

Palma, quien reconoce que tiene mucho respeto por el presidente Andrés Manuel López Obrador, sí le cuestiona sus recortes a la Cultura; “No es posible decirle a una sociedad ‘ya no canten, ya no hagan poesía, ya no escriban libros’. “Siento respeto por este señor. Entiendo lo que dice, existe un gran déficit de desarrollo en la zona sur de México, y el desprecio por la cultura indígena se ha manifestado por muchas formas. No por decreto López Obrador va a desaparecer los problemas que hay en México”.

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