Por: Virginia Bautista
Los vecinos de la colonia Nueva Vallejo nunca olvidarán aquel 21 de diciembre de 2009, cuando el escritor Carlos Monsiváis (1938-2010) visitó la Sala de Lectura que lleva su nombre, entonces instalada en una casa habitación de ese barrio.
En una de sus últimas apariciones públicas, antes de ser hospitalizado por la crisis respiratoria que le causó la muerte, el 19 de junio de 2010, el autor de Amor perdido se sentó en un sillón, platicó sobre los libros que más le gustaban, leyó fragmentos de una de sus crónicas, regaló autógrafos y se tomó fotos con los lectores.
Éste es un ejemplo de los encuentros que permite el Programa Nacional Salas de Lectura –foros pensados como hogares, refugios, conversatorios y trincheras cálidas–, que nació hace 25 años, en 1995, con la idea de brindar acceso al libro y a la cultura escrita en ambientes hospitalarios.
Son espacios donde vecinos, amigos, compañeros de escuela, amas de casa, personas privadas de la libertad, adultos mayores, niños jornaleros, migrantes, mujeres violentadas, indígenas, jóvenes y todo ciudadano interesado, se reúnen para compartir relatos, experiencias, memorias, puntos de vista y anhelos.
“Es una de las iniciativas más importantes de fomento al libro y la lectura, que reconoce en la cultura escrita un motor de desarrollo y una vía para la equidad y la inclusión social”, afirma Sofía Trejo Orozco.
En entrevista con Excélsior, la directora del programa ideado por el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, actual Secretaría de Cultura, pero que ahora depende de la SEP, comenta que esta iniciativa concibe a la lectura “como una herramienta que construye puntos de encuentro” y se guía por los principios de libertad, igualdad, inclusión y autonomía.
Una sala de lectura se forma con un mediador voluntario, una comunidad entusiasta de lectores y un espacio fijo, explica; y puede cobrar vida en la sala de una casa, en una cancha deportiva, el salón comunitario, el comedor de la empresa, un camellón, un parque público, el quiosco del pueblo, en las escuelas o en un hospital.
Y en su oferta, agrega, se incluyen libros en lenguas indígenas, títulos de autores clásicos y contemporáneos, de historia, ciencia, poesía, álbumes y biografías.
“Es un voluntariado excepcional. Mujeres y hombres que optaron por el fomento a la lectura como un proyecto de vida, porque aman a sus comunidades y a los libros y quieren compartir lo que produce la lectura, ese abrir mundos y ventanas; también ayuda en la parte emocional, son espacios sanadores”, añade la promotora.
Destaca que es un programa consolidado que ha trascendido porque la sociedad civil lo tomó en sus manos. “Actualmente, existen 3 mil 589 salas en 30 entidades y están en proceso de capacitación 450 más. Para fin de año se rebasarán las 4 mil”.
Considera que una prueba de lo sólido del programa es que “ya se están construyendo salas de lectura con un perfil muy claro, por ejemplo, con temática de mujeres para dibujar sororidad o libros para primera infancia; son unas búsquedas muy interesantes”.
La funcionaria asegura que el año pasado hicieron un corte de caja, para identificar las fortalezas y las debilidades. “Hay buenas prácticas de fomento a la lectura en varios estados, se han creado lazos fuertes, los mediadores comparten sus experiencias. Pero advierten que falta visibilizar más el programa y tener un acervo más adecuado”.
Acepta que son procesos complejos. “La iniciativa se enlaza con institutos, secretarías y consejos de los estados. A veces los márgenes de maniobra no son suficientes. Pero el compromiso es continuar con la capacitación y la entrega de acervo constante a todas las salas activas.
“Estamos agrupándolas por regiones, sur, centro, occidente, noroeste, noreste, para que entre ellas conozcan su trabajo. Queremos construir diálogos interestatales y ojalá lleguemos a un diálogo nacional en torno a la lectura”, indica.
Dice que se está trabajando en una nueva propuesta metodológica. “Compactamos el Diplomado para la Profesionalización de Mediadores de Lectura; pero seguimos entregando un acervo semilla de diez libros, que ellos escogen, y, posteriormente, se complementa con cien títulos más”.
Adelanta que realizan un padrón de las salas, que harán un programa para que se escuchen todas las voces de los mediadores de larga trayectoria y que enviarán la colección 21 para el 21.
En la comunidad
Esta iniciativa fue reconocida por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, como un programa modelo para la difusión de la lectura en América Latina.
Los principios básicos con los que operan las Salas de Lectura son la hospitalidad y la libertad.
Estos foros comunitarios se guían por los principios de libertad, igualdad, inclusión y autonomía.
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