domingo, 12 de julio de 2020

En 'La loca perfecta', Valeria Matos reinventa a Nahui Olin



Por: Roberto Pliego

Confieso mi desconfianza cada vez que me encuentro con una novela inspirada en un personaje totémico de la historia patria o las artes mexicanas. El aparato de investigación suele ganarle la partida a la voluntad de narrar y las figuras de carne y hueso terminan convertidas en estatuas de bronce. Y para qué hablar de sus palabras: se dirigen sin variación hacia la posteridad de los especialistas o de quienes se encargan de reivindicar a los injustamente olvidados. El caso es que la novela pierde la mayoría de las veces.

Ahora me encuentro con Nahui Olin. La loca perfecta (Lumen) y reniego de esa desconfianza. Sin echar en falta la erudición para componer a su personaje, y con una voz narrativa que viene de tiempos y espacios legendarios, Valeria Matos reinventa una mujer, una sensibilidad, una época, un destino que desde los primeros años anunciaba el arrebato y la incomprensión.

Matos no se aparta de las convenciones lineales —infancia, juventud, edad adulta…—, y aun no puede evitar el uso de la cita —de uso común en este género novelesco—, pero es capaz de desmarcarse del aburrido montón gracias a un estilo que no sólo exhibe una gran fuerza lírica sino que sabe apoyarse en la expresividad poética para darle voz a una Nahui Olin de alma y cuerpo desnudos: llega hasta nosotros a través de las palabras de un testigo inmemorial y de su propia incandescencia.

Es inevitable retratar a Nahui Olin sin describir a un astro que mientras más lejanamente asciende más anuncia su caída. Durante su ascenso —la vuelta a México en 1921, el fuego sexual con el Dr. Atl, la bohemia y las habladurías del mundo artístico—, lo que podría ser un rosario insufrible de consignas feministas es por fortuna un flujo arrebatador que interpreta y se funde con un temperamento. De igual manera, el descenso no tiene el carácter de la recriminación ni de la rabia contemporánea frente al patriarcado y los abusos masculinos. Ya que se trata sobre todo de comprender a quien fue una mujer en llamas y a la vuelta de la década se convirtió en un despojo apestoso a orines de gato, no queda más que reconocer la clarividencia de Valeria Matos para darle forma y consistencia a una intuición que el siglo XX vio encarnada en las sacerdotisas que hicieron de sus cuerpos una obra de arte en sí mismos.

Nahui Olin. La loca perfecta Valeria Matos | Lumen | México | 2020 

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