Por: Virginia Bautista
La poeta Dolores Castro Varela (1923-2022) regalando sonriente la pequeña antología de su obra, Poetazos, acompañada de dulces como glorias, cacahuates o mazapanes. Así fue el último reencuentro de la escritora en el CCH Naucalpan con algunos integrantes de su taller literario y jóvenes estudiantes que la ovacionaron.
Esto sucedió la mañana del lunes pasado, comenta en entrevista su hija Dolores Peñalosa Castro, un día antes de ingresar al hospital, donde falleció ayer a las 8:30 horas víctima de una complicación biliar, días antes de que cumpliera 99 años (12 de abril).
"La antología fue idea mía y, cuando le conté, le encantó la idea y me dijo que quería ir. Estaba feliz, porque era el reencuentro con sus alumnos tras dos años de pandemia. Tuvo muestras de cariño impresionantes. Fue una persona con mucha luz”, afirma Dolores Peñalosa.
"Logró todo: una familia numerosa bien unida (siete hijos), un matrimonio feliz, estudios universitarios, publicar libros y dar clases y talleres durante décadas. Tuvo una vida plena. Dentro de lo que cabe, estamos tranquilos”, agrega.
Quien estudió Leyes y Letras en la UNAM y un posgrado en Estilística e Historia del Arte en la Complutense de Madrid fue velada ayer en la funeraria Gayosso Colima, en la colonia Roma, y será sepultada hoy en un panteón aún por definir, detalló su hija.
El poeta Javier Peñalosa, su nieto, quien acaba de publicar el libro Nuestras abuelas, junto con el ilustrador Gerardo Vargas, confiesa que admiró “su vitalidad, siempre tenía algo positivo y bondadoso qué decir y que creía que la poesía, además de escribirse, es lo que uno es como persona”.
La integrante del grupo Ocho Poetas Mexicanos –formado por Rosario Castellanos, Efrén Hernández, Alejandro Avilés, Roberto Cabral, Honorato Magaloni, Octavio Novaro y Javier Peñalosa, su esposo– fue despedida ayer por el pleno del Senado de la República con un minuto de silencio.
La también ensayista y crítica literaria, adelantó Lucina Jiménez, directora del INBA, recibirá un homenaje nacional. “Las letras mexicanas están de luto. La generosa maestra Dolores Castro emprendió su viaje al tiempo eterno. En acuerdo con su familia, @cultura_mx y @bellasartesinba le harán un homenaje nacional en el @PalacioOficial”, informó en Twitter.
La autora de los poemarios El corazón transfigurado (1949) y Sombra domesticada (2013), y de su única novela, La ciudad y el viento (1962), destacó, en una entrevista con Excélsior en 2018, que no creía en la muerte, sino en la vida.
"Nada muere. La vida es perdurable. Siempre he estado enamorada de la vida, por eso he vivido tanto. Me da un gusto enorme estar viva. Y trato de vivir estos años con los ojos bien abiertos, y la posibilidad de entender qué ocurre en el mundo”, dijo entonces la Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014.
Después de haber sido testigo de los grandes sucesos históricos del siglo XX mexicano, el villismo, la guerra cristera, el cardenismo, la educación socialista, la emancipación femenina, la matanza de estudiantes en 1968 y la transición democrática, Castro ratificó su fe en los jóvenes.
"Yo creo en los muchachos de ahora. Su solidaridad se vio tras el terremoto del pasado 19 de septiembre (2017). Salieron a las calles sin pensarlo, respondieron muy bien. El principal consejo que les doy es que lean, porque la lectura es una forma de diálogo de los escritores con gente que tiene conciencia”.
La maestra y formadora, durante 50 años, de varias generaciones de escritores y comunicólogos en la UNAM, la Universidad Iberoamericana, la Escuela de Periodismo Carlos Septién y la Escuela de la Sogem, rechazó escribir su autobiografía, porque pensaba que el Yo era “una figura chocante”.
Honoria Lara, quien la cuidaba desde hace tres años, detalló que doña Dolores era aún una mujer independiente. “Le encantaba su jardín, sus flores. Su comida favorita era la crema de chícharo. Le agradaba estar en su balcón y mirar el atardecer. Siempre me decía, ‘no cierres las cortinas, me gusta ver la puesta de sol’”.
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