viernes, 29 de diciembre de 2023

Cecilia Lugo, en el umbral del gozo; habla de su más reciente libro



Por: Juan Carlos Talavera

Cecilia Lugo (Tampico, 1955) tenía cuatro años cuando su abuelo paterno la llevaba a hurtadillas a la placita de Ciudad Madero, frente a su casa, para bailar los sones que se entonaban en el puerto. Al final de cada función, su abuelo pasaba el sombrero a quienes se detenían a aplaudir y con “las ganancias” compraban dulces para comerlos en la banqueta.

Esta anécdota, acepta Cecilia Lugo en entrevista con Excélsior, definió su destino como bailarina y coreógrafa, tal como lo describe en el libro En el umbral de lo sagrado. Reflexiones teóricas de la danza desde la práctica escénica, que condensa su experiencia como creadora.

Recuerdo que bailaba y esos momentos los disfrutaba muchísimo. Mi mamá se molestaba mucho con mi abuelo, porque pensaba que me exponía; pero ella no sabía que todo aquello me daría un tremendo gozo por el movimiento”, asegura la ganadora de la Medalla Bellas Artes al Mérito Artístico (2008).

En uno de los textos incluidos en su reciente libro, la también gestora cultural habla del peso poético en su trabajo creativo y evoca la influencia de Octavio Paz como referencia e inspiración.

Por supuesto que hay un peso poético, pero al sistematizar mi propio aprendizaje y ponerlo en palabras, releí a Octavio Paz y me conmovió lo que dice acerca de la poética, de que andamos en busca de la identidad perdida, que somos seres extraviados y un poco huérfanos de nosotros mismos. Pero cuando uno baila llega ese momento de gozo en el que se revela lo sagrado, así que al bailar podemos cruzar ese umbral o no”, dice.

¿Cómo saber cuándo ha cruzado el umbral de lo sagrado? “Creo que justamente cuando percibimos esa parte muy genuina de nosotros y bailamos desde ahí, no queriendo condescender con el público que es testigo de un acto íntimo. Danzar es un acto íntimo, sea escénico o no. Danzar es un acto que tiene que ver con uno mismo, cuando el otro te ve y sabes que te está viendo; es parte de la convención teatral. Pero tú no le bailas al otro, bailas contigo y, si acaso, con algo divino, con algo que está más allá, que no sabría decir si es Dios, el universo o una mente divina. Lo defino como algo sagrado. No todos los bailarines ni todos los actores lo logran”, agrega.

Lugo también reflexiona sobre la poética de la danza, factor esencial en sus coreografías. “Como dice Paz, ‘el poema no es una forma literaria, sino el lugar de encuentro entre la poesía y el hombre’. Y, cuando uno hace danza desde ese lugar, a menudo se crean poemas escénicos, por decirlo de alguna manera.

Si bien, es cierto, existe un eterno diálogo entre técnica y poética, donde lo primero es la técnica de la danza, de la escritura, los procedimientos y herramientas para hacer lo mejor posible (en un montaje), lo poético es lo que se cuela por las rendijas y que no está escrito, todo lo que tiene que ver con la imaginación, la improvisación y la libertad. Entonces, estar en escena es preparar todo muy bien, pero al mismo tiempo abrir las puertas a lo inacabado, lo sorpresivo, lo improvisado y lo libre. Estar en escena es ese eterno diálogo entre técnica y poética”, plantea.

En el volumen, la actual directora del Ceprodac también incluye un resumen esquemático del texto aristotélico; es decir, un conjunto de postulados que retoma de Luis de Tavira sobre lo que requiere un bailarín o coreógrafo.

El libro es para cualquier lector, pero principalmente para estudiantes de danza. No es un libro de anécdotas ni de memorias, sino un ensayo que quizá sirva a estudiantes, porque la gente del mundo de la danza tiende a no pensar el arte”, añade la ganadora del Premio Guillermina Bravo por trayectoria profesional (2008).

Por último, considera que, además de pensar y reflexionar la danza, se debe poner atención en la educación de los jóvenes y transmitir el rigor para aprender la técnica.

 “Actualmente, mucha gente no quiere estudiar el rigor de la danza; pero, como en todo arte, debe haber una parte técnica bien aprendida para después soltarla. Digamos que la técnica sirve para olvidarla después de haberla dominado y trascendido, porque el intérprete tiene que volar a otras alturas de interpretación poética. La técnica se aprende, la poética no”.

Egresada de la carrera de ballet del INBAL, Lugo es un referente obligado en el panorama de la danza mexicana. Como bailarina formó parte del Ballet Folklórico de México y la Compañía Nacional de Danza y fue invitada a participar en el Ballet Teatro del Espacio y, en 1986, fundó Contempodanza. Además, ha realizado 65 obras coreográficas que ha presentado en México, Perú, Chile, Argentina, Estados Unidos, y otros países.

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