Por: Reyna Paz Avendaño
Una crítica del aspiracionismo y de los nuevos ricos que sacan a relucir su falta de educación, son los temas que plasma José Trinidad Camacho, Trino, en el libro “Crónicas de un dandy” donde ironiza las faltas de ortografía en mensajes de texto, de cómo no sacar el cobre en las fiestas de graduación o de cómo se convoca a una ‘mega party’ en un duplex que cobra cover.
“El libro es una recopilación de lo que publiqué durante 10 años en la revista 'GQ México', una publicación específica que hoy podría estar satanizada porque habla de puro aspiracionismo: el mejor reloj, la mejor botella, el mejor auto, la ropa más cara y más elegante”, comenta en entrevista Trino.
El caricaturista narra que cuando lo invitaron a hacer el proyecto pensó en hacer humor sin caer en el bullying, únicamente burlarse de la gente que de repente hizo mucho dinero sin saber cómo.
“La idea del dandy como personaje es porque ya soy un señor grande, como nos dicen ahora las nuevas generaciones: somos viejos rancios. La idea del dandy es como si fuera una especie de actor inglés: David Niven o Patrick Macnee, este último salía en ‘Los vengadores’, una serie inglesa en que él se vestía de bombín, peleaba y sabía karate, pero nunca perdía el estilo elegante”, señala.
Mucho de lo que está en el libro es poner al día el "Manual de Carreño", sin ser una versión moderna, comenta Trino. “Es hablar de la gente que no tiene educación y eso no significa que es la gente que tiene menos dinero, pienso que tenemos tantos ricos nuevos que no tienen educación básica que hablar de eso es importante”.
En México, el aspiracionismo se enmarcó de manera notable en el actual sexenio de Andrés Manuel López Obrador: de tener el mejor reloj, la mejor casa, el mejor coche, agrega el autor.
“Qué tal su secretario de gobernación, Adán Augusto, con un reloj de más de un millón de pesos u obispos que desayunan, comen y cenan con vinos carísimos. Muchas veces pensamos que tener mucho dinero nos proporcionará la idea de tener lo mejor y lo mejor es el reloj más costoso, ¡qué necesidad!, pienso que los ricos que han sido ricos toda la vida y que tienen educación no se andan tomando fotos con su reloj ni con su yate”, señala.
“Crónicas de un dandy” es una crítica a todo eso y al godín aspiracionista, añade.
“Si por alguna razón le dan un premio en la oficina al godín, se va con toda la familia a un hotel gran turismo, aparta los camastros porque se los van a ganar, pero no brother hay de sobra porque es hotel de cinco estrellas, no tienes que sacar esa parte, o si ves que el desayuno es un buffet no tienes que agarrar cinco platos, no se van a acabar. Es criticar al rico nuevo como el que saca a relucir su falta de educación”, detalla.
¿Hay modas refinadas de mal gusto que siguen vigente?
Soy de la vieja escuela y si invito a una chava a un restaurante tengo la inercia de sacar la cartera y pagar, pero hoy las mujeres pueden decirme: eso es muy macho de tu parte y quiero pagar algo.
Pero pienso que son valores que no se deben de perder. Las nuevas generaciones se están volviendo muy patanes, es común ver a esas nuevas generaciones no pararse del asiento si ven llegar a una persona de la tercera edad.
Somos una comunidad desfachatada, por ejemplo, se acabó la sobre mesa porque los chavitos sacan un teléfono o Ipad y ahí se sumergen; me veré como papá regañón pero la sobre mesa es importante, es el momento para preguntarles cómo estuvo su semana, si tienen novia, cómo les ha ido, pero no, todos se están comunicando con gente que no está ahí físicamente.
¿Te burlas de la frase: sacar el cobre?
Es un complejo de pertenecer a un barrio. Hay gente que conozco que viaja a España y a la semana los ves tan cambiados porque empiezan a sesear de la nada y también pasa lo contrario: quienes en la calle te gritan ‘qué pasó pendejo’, cuando en México no hablaban así y sus padres no son de Tepito, lo hacen porque quieren que la gente se entere que son mexicanos.
Tiene que ver con los complejos, tiene que ver con llegar y aplaudir porque aterrizó el avión en el aeropuerto Barajas. Eso es parte de la idiosincrasia del mexicano, el replicar cosas.
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