miércoles, 17 de enero de 2024

Por una historia plural e incluyente; nueva generación de investigadores




Por: Virginia Bautista 

Una historia que nos confronte, que nos cuestione; que sea plural, crítica e incluyente, al integrar diversas miradas y voces sobre los temas sociales que realmente afectan a todos, a las mujeres, a los indígenas, los jóvenes, los campesinos, las infancias, los grupos minoritarios; que vaya más allá de los caudillos.

Ésta es la disciplina que necesitamos en una sociedad tan desigual y violenta como la mexicana, afirma en entrevista el historiador Alfredo Ávila (1971), autor del prefacio y de uno de los 11 ensayos que reúne el libro Ecos de Historia, ¿para qué? (Siglo XXI), que reflexiona sobre el oficio de historiar desde el siglo XXI.

El título rinde un homenaje al título clásico Historia, ¿para qué?, que la misma editorial publicó en 1980 con diez textos de los entonces jóvenes especialistas Luis Villoro, Luis González, Enrique Florescano, Arnaldo Córdova, Héctor Aguilar Camín, Carlos Monsiváis, Adolfo Gilly o Guillermo Bonfil Batalla, entre otros, con una Advertencia de Alejandra Moreno Toscano, la única mujer.

"Ecos de… expresa un malestar con la manera como entendemos la historia, un malestar con nuestra propia profesión y una severa autocrítica. Es la mirada de una nueva generación de historiadores, como Rodrigo Martínez Baracs, Gabriela Cano, Mauricio Tenorio Trillo, Veka Duncan o Sebastián Plá”, comenta Ávila.

El investigador explica que Ecos de Historia, ¿para qué? parte de la misma preocupación que el primer volumen: “¿Cuál es nuestra reflexión acerca de la historia? ¿Para qué la historia? Es una pregunta fundamental. La historia es una herramienta mucho más poderosa de lo que imaginamos. Pesa mucho.

"Ha habido políticos que se imaginan un pasado de su país glorioso y que dicen ‘quiero regresar a él’. La historia allí está jugando un papel vital, aunque ese pasado nunca haya existido. Por eso es importante fomentar un pensamiento crítico”, agrega.

El doctor en Historia por la UNAM añade que la aportación del nuevo título es “el reconocimiento de la pluralidad de la memoria, de los relatos sobre el pasado; la certeza de que no hay un relato único, sino distintas voces; que hay comunidades, grupos sociales, que tienen su propia memoria y que hay una razón para ella.

"En los últimos años, hemos visto la organización de colectivas que tienen una memoria de opresión, de violencia sufrida; una historia que no se suele contar, ni en la visión oficial ni en la académica. Tenemos comunidades indígenas que también preservan una memoria, que insisten en que hay que derribar estatuas de manera metafórica y literal”, detalla.

El especialista en estudios sobre la Independencia mexicana considera que “es tiempo de hacer otro tipo de historia, ya basta de caudillos. La gente está construyendo su propia historia, el futuro del país no depende de los caudillos, sino de todos nosotros.

"Se trata de entender que, detrás de cualquier historia de grandeza, también hay una historia de barbarie y de violencia. Y es deber de la historiografía profesional decirlo. Que México es un país que tiene una historia que podría enorgullecernos; pero, esa misma historia, también podría avergonzarnos”, señala.

Destaca que el cambio principal entre ambos volúmenes es la presencia de mujeres en la investigación histórica. “Las preocupaciones son las mismas que hace 40 años; pero ahora nos encontramos temas que hace cuatro décadas nadie se imaginaba, porque eran hombres, la mayoría; por ejemplo, la vida y la problemática de las monjas o las prostitutas en la Nueva España.

"Ahora tenemos una academia en la que más de la mitad de las personas son mujeres, y están aportando una visión mucho más completa acerca de los roles que las sociedades le asignan al hombre y a la mujer”, indica.

El catedrático de la UNAM concluye que “la historia de México es compartida, plural, con muchísimos puntos de vista, que no hace sino enriquecernos. Y enseñarla así puede formar una sociedad más tolerante.

"Tener un relato único nos empobrece, nos impide comprender, explicar. Y, por desgracia, creo que en muchos países se busca imponer relatos únicos que no toman en cuenta a las víctimas. Esto debe cambiar pronto”, dice.

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