martes, 27 de febrero de 2018

El arte de dudar visto por Óscar de la Borbolla


Por: Mauricio Mejía
Vivir es acumular preguntas más que certezas. ¿Hasta cuándo? ¿Para dónde? ¿Es ahora, mañana o debió ser ayer? Todo aquí. Morir es dejar de inquietarse, de atormentarse. De la Borbolla explora el mundo íntimo del ser. Sí, así.
¿Es un arte dudar? Su libro abre la pregunta sobre una constante a lo largo de la existencia...
Es un arte porque no es una ciencia, a veces uno puede encontrar un hilo en la madeja que parecía muy sólida y que no tenía otra respuesta más que esa que suscribimos durante mucho tiempo y, a veces, de una cosa sentimental, una cosa racional, un encuentro casual, de pronto bota un hilo y te das cuenta de que tu convicción se te devanó en las manos. Creo que para encontrar ese hilo hay que ofrecerle al lector una especie de repertorio de puntos de vista antagónicos, para que cuando se crea convencido por uno, lea el siguiente, que contradice al anterior pero también es válido, y lea otro más y se quede en la duda.
Cuenta que el libro El arte de dudar le tomó en un momento muy difícil de su vida, ¿por qué y cuándo?
Mira, tuve una desgracia familiar. La persona a quien quizá más he querido de mi familia, de quien dependía emocionalmente, cuasi mi madre, mi hermana mayor, murió. Fue un año de muchos desajustes, justamente la dedicatoria es para ella.
¿Cómo sale algo sobre la duda, con algo tan cierto como la muerte?
Porque justamente la muerte lo que pone en duda son todas las certezas de la vida. Uno cree que es importante la fama, el éxito, el dinero, el poder, y cuando te encaras a este precipicio -para el que para mí no hay más allá, sino que simplemente es un precipicio hacia el abismo-, todas las cosas que considerabas valiosas de este lado se derrumban, se disuelven, pierden su importancia. La muerte, justo quizá porque sea la única certeza, es la que mina todo lo que aparentemente tiene un pedestal.
¿Será que habitamos todos los días en la duda? ¿Hasta qué punto la duda se confunde con desconfianza?
Pocos creían que Trump podía llegar a la presidencia de EU... se ha desbaratado la política mexicana. ¿Cómo habita esa duda en el ambiente político? Estaba pensando en dudas más bien existenciales, pero respecto a lo que me dices, parecía imposible que subiera Trump. Parecía imposible que sucedieran muchas cosas. Parecía imposible que tuviéramos al alcance de la mano la posibilidad de ampliar la duración de nuestra vida, parecía imposible que se pudieran establecer millares de relaciones a través de las redes sociales.
Eso parecía imposible. De pronto son cosas que irrumpen, son esas sorpresas que nos da la historia: que las cosas pueden ser de otra manera muy distinta a nuestros cálculos, que nuestra reflexión, por más previsora que fuera, nunca pudo ni siquiera sospechar que ahí venían. Sin embargo, de pronto irrumpen, modifican todas las cosas y nos hunden en el desconcierto, y por eso es que creo que para poder habitar con un poco más de brújula este mundo de tantos cambios y tan enloquecido, conviene adentrarse en el remanso que permite la lectura, en un libro como éste, como El arte de dudar.
Va a publicar un texto sobre la tristeza. ¿Por qué este mundo se empeña en la felicidad, cuando la tristeza es sabia, ubica?
El primero que definió la felicidad fue Epicuro. Contra lo que se piensa, que los epicurios eran puro placer, cuando uno lee por ejemplo la Carta a Meneceo, descubre que lo textual de Epicuro es esta definición: “La felicidad consiste en no sentir dolor”. Y uno se da cuenta de que este es un hombre que sí había aprendido de la vida, no tenía esta visión hollywoodense de la vida llena de satisfactores y de abundancia. Nos hemos confundido con que la finalidad de vida es el éxito, porque detrás de esa certeza nuestra, hay millones y millones de dólares de publicidad que nos han troquelado la conciencia.

Estos golpes emocionales, como los que pasó usted, hacen dudar de uno mismo, pero al final esa duda hace que uno se levante. ¿Cómo va fabricando certezas en medio de la duda?

Luego de un derrumbe moral tan fuerte -y sucede en muchos órdenes, puede ser la pérdida de trabajo, la pérdida de un ser querido, la pérdida de una relación amorosa-, cuando uno pierde, ese que era uno, nunca más vuelve a ser igual. Uno se va más o menos reparando, pero el peralte del escalón en el que uno se sube para estar afincado en esa certeza, es un peralte cada vez de menor altura. Uno termina por poner los pies en el suelo y aceptar que la vida es esto. No necesariamente identificado con una tristeza permanente, sino con un “esto es”, porque no hay nada mejor, porque no hay nada más, porque es suficiente con el hecho de estar vivo para sentir un regalo gigantesco.

¿Morir es quedarse sin dudas?

Morir es quedarse en paz, quedarse sin dudas, quedarse vaciado por completo; no es nada placentero, se supone...

Yo me morí una vez porque tuve un paro cerebral y cuando regresé no vi nada del otro lado. Se me hizo un paréntesis de conciencia muy raro: entre que me estaban diciendo “encorve usted la espalda” y me ponían la jeringa, el anestesiólogo se equivocó y en lugar de bajar para adormecerme las piernas, subió y me paró el cerebro.

Yo estaba platicando con él y en el instante inmediato me estaban tamborileando el pecho y soltando una descarga eléctrica. No entendía cómo había pasado de un lado al otro. Ese paréntesis de ausencia, creo que es como cuando uno muere de veras, un tiempo ya indefinido en el que uno ya no está, y a lo mejor con estas combinaciones de partículas en el universo, después del Big Bangvendrá el Big Crunch y en una de esas volvemos a encontrarnos aquí pensando que es la primera vez...

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