Andrea Puente Catán. (Foto: Octavio Hoyos)
Por: Gardenia Mendoza
Este sábado, cuando todo será glamour, joyas y vestidos largos; tules y sombreros, brillo y resplendor por la transmisión simultánea en 2 mil ciudades de 73 países de la ópera Florencia en el Amazonas, del mexicano Daniel Catán, desde la MET de Nueva York, solo una persona sabrá de primera mano todo lo que hay detrás: su viuda.
Andrea Puente Catán, quien estuvo a su lado en la composición de tres de sus óperas, sabe que detrás de toda la sofisticación del evento, de la nave sobre el río, la bruma y las voces de los cantantes que llevan el realismo mágico a la música, hay mucho sacrificio y tesón.
“Suena muy glamouroso”, subraya en entrevista con MILENIO sobre las luces, la escenografía, el vestuario, los aplausos, la buena crítica, los brillos en la ropa del público, los comentarios sobre las partituras que divulga la mismísima MET aquí y allá desde que estrenó la producción el 16 de noviembre:
Que la partitura de Catán es clara y “descaradamente romántica”, que se deleita con una “belleza y evocaciones exuberantes del mundo natural”, que la orquesta proporciona la base para la flexibilidad entre límites estilísticos …
Que el clímax de Florencia en el Amazonas cuando la protagonista se convierte en mariposa recuerda a la Isolda de Wagner en la Muerte de Amor de Tristán e Isolda…
“La verdad es que la vida de un compositor es mucho trabajo, de estar sentado escribiendo notas y palitos, de una disciplina muy grande donde no importa si hay vacaciones o no, si es Navidad, 31 de diciembre o tu cumpleaños”, precisa en entrevista exclusiva con MILENIO.
“Yo lo vi sufrir, por ejemplo, con la sicología de algunos personajes; encerrarse y emerger del estudio, de la cueva de la creación”.
A casi 13 años de la muerte de Catán (1949-2011), el músico se internacionalizará a partir de ahora con una producción de su ópera en uno de los máximos escenarios del mundo que, además de presentarla en vivo ante 800 mil personas, hará una transmisión mundial este 9 de diciembre a través de la red global The Met: Live in HD, una serie de transmisiones de las óperas mostradas en vivo y en alta definición en teatros de todo el mundo; en México, el escenario es el Auditorio Nacional.
Este hecho es considerado tanto por Andrea Puente Catán y parte de la crítica, como uno de los momentos clímax de la internacionalización de la ópera mexicana, algo así como los primeros óscares que ganaron en cada momento (y guardando las diferencias), el trío de directores Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón.
“Daniel pertenece a la generación de mexicanos que ha buscado abrir puertas del mundo para otros artistas, la hemos visto en el cine, en la pintura y ahora también en la ópera”, destaca Puente Catán.
“Esto se da cuando asumes que eres parte de una cultura y tomas la responsabilidad de lo que significa; picas piedra porque estás muy seguro que tus cimientos están en una cultura amplísima, que tiene una voz enorme”.
La apuesta del compositor siempre fue posicionar al castellano en el imperio de habla inglesa. Tarea titánica, bien lo sabe Puente Catán, exarpista principal de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, quien ha sido, en parte, agente del compositor, la que ha buscado financiamientos, contactos en las casas de ópera; la de las cenas y entrevistas para seguir el legado de su marido en EU.
“Cuando me preguntan que por qué insisto en el español les digo que tengo a mi gente detrás con su cultura, somos los hijos de Miguel de Cervantes, de Pablo Neruda, de Octavio Paz y en Estados Unidos somos 49 millones de hispanohablantes”.
Catán es conocido principalmente como compositor de óperas, pero también tiene obras para orquesta, música de cámara y canciones artísticas, así como música para cine y televisión (El Vuelo del Águila), teatro musical e incluso pop latino tradicional.
¿Quién fue Daniel Catán?
El camino de Daniel Catán en su consolidación como compositor en Estados Unidos empezó en 1994, cuando la Ópera de San Diego aceptó producir La hija de Rappaccini, una adaptación de la obra del nobel Octavio Paz basada en el cuento del mismo nombre de Nathaniel Hawthorne, que se había estrenado en México previamente.
Dos años después, se convirtió en el primer compositor mexicano en recibir una comisión para escribir una ópera en español por parte de una compañía de Estados Unidos.
Esa ópera fue Florencia en el Amazonas (1996), basada en obras de Gabriel García Márquez y su éxito fue tanto que recibió comisiones para escribir dos óperas más en español: Salsipuedes (2004) y El cartero (2010), estrenadas por Houston Grand Opera y Los Angeles Opera respectivamente.
Daniel Catán nació en Ciudad de México, pero en su sangre lleva una genética migratoria de ascendencia judía rusa y sefardí. Aprendió piano por idea de su madre y en la adolescencia se mudó a Inglaterra, donde fue admitido en un internado para luego licenciarse en Música por la Universidad de Southampton y en Filosofía en la Universidad de Sussex en Brighton.
El doctorado en composición lo hizo en la Universidad de Princeton y, al finalizar sus estudios, no quería otra cosa que regresar a México. En 1977 fue administrador en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México y al tiempo fundó y dirigió una pequeña orquesta de cámara.
Una década después viajó a Japón con un premio de la Fundación Japón para vivir en Tokio y luego en Indonesia, dos culturas que lo llevaron a un grande de casa: Octavio Paz.
“Trabajé seis años en la composición de La Hija de Rappaccini. Este trabajo me llevó a vivir en Japón e Indonesia un año y medio, y a Europa un año más. Fueron años de exuberante actividad musical y profunda revisión crítica frente a un intenso y apasionado monólogo con Octavio Paz y su obra. Discutí con él cada escena, cada palabra; cantó cada sílaba”, explicó Catán en su momento.
De vuelta otra vez a México, empezó una mala racha por asuntos económicos y porque casi no se tocaba su obra. Fueron tiempos de escasez, reconoce su viuda.
Bajo la presión financiera, Catán tocó muchas puertas a través de correspondencia. Enviaba sus grabaciones a diestra y siniestra a todo el mundo hasta que lo escucharon en San Diego para producir La hija de Rappaccini.
La soprano Olvia Gorra, quien hizo el papel de Beatriz en la producción que se realizó en la Manhattan School of Music, recuerda cómo la obra ayudó mucho a la apertura del español en el mundo de la ópera estadunidense.
“En algún momento otra chica de la escuela también estaba interesada, aunque no hablaba el idioma y casi me quitan el papel con el pretexto de que fui a cantar a México para los reyes de España en Bellas Artes a petición de Placido Domingo, pero, al final me lo dejaron”, recuerda.
La cantante notó en esa experiencia cómo empezaron a tomar más en serio a la ópera mexicana. “Todo mundo quería cantarla, aunque tuvieran el acento inglés”, recuerda. “Catán no es fácil de cantar porque tiene intervalos peligrosos, saltos que si no tienes el giro de la voz suena gritadísimo y hay que tener mucho control y el registro tiene que ser elástico: es una música que tiene un sello particular y es lo que le gusta”.
Algo similar sucedió en California, según palabras de Plácido Domingo, quien se convirtió en un amigo cercano al compositor después de que se presentó Florencia en el Amazonas en la ópera local en 1997.
“El público angelino pedía programar más frecuentemente óperas de este maravilloso compositor. Su ópera final completa, Il Postino (El cartero), encargada por la Ópera de Los Ángeles, se presentó como la producción de apertura de la temporada del 25 aniversario y demostró que fue uno de los grandes momentos en la historia de la Ópera de Los Ángeles”.
La ópera mexicana en el mundo
Florencia en el Amazonas se presentó en 18 escenarios de EU antes de llegar a la MET, de Norte a Sur, de Este a Oeste, siempre bajo el mismo esquema de financiamiento que hace posible el crecimiento de la Opera en la Unión Americana: 70 por ciento de financiamiento privado y 30 por ciento por parte de la venta de boletos.
“Este esquema ayuda a los compositores a que se les comisione más obra, un modelo financiero con leyes hacendarias en las cuales las organizaciones non profit (sin fines de lucro) deducen impuestos pero eso no existe en México”, lamenta Andrea Puente.
En México se utilizó un modelo similar entre 1995 y 1970 con el que se lograron producir hasta 90 funciones de ópera al año, luego se quitó el modelo y el Estado monopolizó todo en Bellas Artes con un presupuesto limitado y se fue en picada, recuerda Enid Negrete, doctora en artes escénicas y promotora de la ópera mexicana.
“El resultado es una orquesta de 30 o 40 músicos, con salario y prestaciones para poderse ir a Europa y que a cambio da solo entre15 o 16 funciones al año y un sindicato con un poder tal que puede suspender producciones y funciones, como hace poco hizo en el estreno local de Florencia en el Amazonas”.
El nombramiento de la soprano María Katzarava como directora artística de la Comisión Nacional de Opera, a principios de noviembre pasado, inyectó esperanzas.
“Esperamos que la dejen trabajar”, advierte Negrete. “Porque quienes nunca nos han decepcionado en México son sus artistas: ahora mismo hay 50 compositores que tienen obras promoviendo y algunos de los mejores tenores del mundo son mexicanos ”
Destaca a Diego Torres, el tenor estrella de la ópera de Sydney; el veracruzano Javier Camarena, Ramón Vargas y Rolando Villazón en los últimos 30 años.
A la llegada a la MET de Florencia en el Amazonas le preceden, por citar a algunas operas, la primera obra que se presentó en el extranjero: Ildegonda, de Melecio Morales, en siglo XIX, aunque en italiano; La mulata de Córdova, de José Pablo Moncayo, y Severino, de Salvador Moreno en Barcelona de los años 60.
Por otro lado, le acompañan actualmente Diana Syrse, quien ha escrito obras de temas de actualidad como Asylum (2015), sobre los refugiados sirios en Alemania, o Marea Roja (2016), contra los feminicidios en el mundo y en especial en México o Gabriela Ortiz, quien compitió en los Grammys con la ópera Únicamente la verdad: la auténtica historia de Camelia La Texana.
“Se dice que la ópera es un arte extranjero y que por eso no se pone mucho empeño en las autoridades, pero antes de llamarnos mexicanos y antes de los chiles en nogada y los mariachis, se estrenó La Parténope, de Manuel Sumaya (la primera en Latinoamérica en 1711), nuestra ópera es anterior a la rusa que es tan fuerte”, destaca Negrete.
“En México tenemos contabilizadas más de 400 óperas, mientras en EU el primer compositor apareció hasta en el siglo XX y es de origen Belga (George Gershwin)”.
Mientras tanto, Florencia en el Amazonas se coronó en la MET y promete una nueva Era para el español y para los compositores mexicanos y hasta para el inglés porque antes de morir dejó a punto de terminar lo que sería su última composición: Meet John Doe.
La pareja de compositores Michaela Eremiásová y Jairo Duarte-López concluyeron la partitura vocal de las cinco escenas que faltaban por terminar, pero falta hacer la orquestación, buscar la comisión y el presupuesto para la producción, dijo su viuda: “En EU cuesta más o menos 1.6 millones de dólares: esa es nuestra una asignatura pendiente”.
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