Por: Judith Álvarez
A Montserrat y Lancelot…por recuperar los sueños y tornarlos realidad!
Cómo un sueño de un día, de una noche, de
un verano, de un año, de un siglo tras otro, así se disfrutó la función de la compañía suiza Béjart Ballet Laussane, como apertura de la trigésima
cuarta edición el Festival Internacional de Danza Lila López. Emociones que aún
permean entre los amantes del arte de Terpsícore, participantes de la semana.
El público y los artistas compartieron la creación atemporal de una gran estrella
Maurice Béjart, ahora con la dirección de Gil Román. La respuesta de los
asistentes fue de gran ovación en cada coreografía, y de pie al término de
la función, como una muestra de que sus expectativas fueron cubiertas.
Para quienes no hemos tenido la oportunidad
de presenciar el trabajo de este ballet, tan solo en video o en la película de
los ochentas” Los Unos y los Otros” de Claude Lelouch estaba latente la expectativa de uno de los
mejores grupos de danza mundial. Como un hecho histórico la potosineidad y
asisten- tes al Festival Lila López de varias regiones nacionales y extranjeras
fue agraciada con el evento, para el cual tuvo que controlarse la entrada por
medio de boletaje que se agotó en menos de una hora.
El francés Béjart desde que realizó sus primeras
coreografías tuvo la visión de que parte importante de ellas trascenderían en el tiempo. Cuando creó la
compañía DuXXe Cicle en Bruselas en 1960 y que luego convirtió en Béjart Ballet
Laussanne en 1987 por la ciudad donde se instala.
El inolvidable bailarín y coreógrafo místico
tomó las partituras de la Sinfonía número tres de Mahler del siglo XIX y la transforma en una gran
festín de amor y color escénico. Inspirado en los últimos tres movimientos: El
cuarto “Lo que el hombre me cuenta” extraído de un poema de Zaratrusta, donde
la compañía Béjart como ya lo decía su director es un tema romántico, en el
cual vemos a los primeros bailarines celebrar y disfrutar del amor a través de
movimientos de caricias, de arrullos, abrazos hasta llegar al beso. Les imita
el cuerpo de baile Sus interpretaciones al igual que el cuerpo de baile que los
acompaña se desarrollan con una excelente manejo de la técnica clásica y
contemporánea. Calidad y nivel que es demostrado en varias secuencias de las bailarinas, piruetas,
saltos y giros sobre las zapatillas de puntas. Destacan también grandes
desplazamientos de giros en los hombres.
Las luces son simples así como el vestuario. Destaca solo en el inicio
y el final, introducen largas túnicas
y unas especias de turbantes coronas
como referencia de otro tiempo
El
quinto” Lo que los ángeles me cuentan” canción infantil sacada de Wunderhorn
traduce en buena parte la visión onírica de la humanidad con respecto a seres
especiales que envuelven nuestros caminos desde la infancia, independiente si
son reales o creados. La coreografía enmarcó una serie de sentimientos puros, de
sorpresa, de descubrimiento, libertad y paz
Esas mismas emociones fueron coronadas con el
gran adagio final titulado por el compositor como “Lo que el amor me dice”.
Béjart no podía hacer a un lado su origen romántico y sensual . Tampoco su
concepción de los varios tipos de amor y
muy probablemente su influencia de Eric Fromm. La misma pareja regresa a
escena, casi siempre envueltos en el color blanco. Con movimientos suaves, salidas
y entradas del cuerpo de baile, primero en femenino, luego en masculino…al
final los mezcla y entrelaza a los protagonistas y lo que parece ser un ángel o
un ser etéreo en un gran abrazo central .La escenografía del fondo baja
coloreando con una gran luna roja, sol o
astro…La interpretación de recordar la conexión con el cosmos, que es parte de
la tierra que habitamos. La torre de Babel se disipa, los siglos también y toda
la gente comulga en conjunto con una nueva significación del amor entre humanos
o más que eso.
De las 7 Danzas Griegas que vinieron a continuación, tan solo imaginar y
comprender que Béjart supo el impacto
que produciría: Mantiene siempre alertas ante la espectacularidad de las de por si pasionales movimientos de esos bailes
folklóricos. La iluminación en azules, contrastando con el vestuario de solo
mallones blancos o negros, sonido inicial y final semejando las olas de las
islas Cretas se desarrollan diversas entradas y salidas en diferentes grupos de
un cuerpo de 37 bailarines hombres.
Con música original instrumental y cantada,
la dinámica se siente con la fuerza e intensidad que su autor pretende,
tradición estilizada logra el efecto pero
sin perder la esencia del Béjart Ballet Lausanne, como declara su director. A
semejanza de la míticas danzas circulares, los pectorales desnudos inundan el
escenario proyectando una gran energía y destreza artística. Destaca el
solista, una gran figura con talento, proyección e indiscutiblemente con mucha
fuerza y seguridad en cada movimiento.
Sus giros en el aire, el clásico roce de rodillas al piso y luego incorporarse
con gran alegría y firmeza a lo siguiente… Se captó una interiorización y desfoguede los espectadores
con los instensos acordes, cerrando con los artistas en fuerte aplauso. Grata representación de las
razas y culturas iniciales.
El Bolero creada en 1961 por Béjart cerró
la función. Con música del músico Ravel inspirada en danzas españolas dedicada a una bailarina judía e integrante
de Les Ballet Rusos: Ida Rubinstein, se caracteriza por un tiempo y
orquestación invariables, aunque va en crescendo hasta que le toca el turno a
cada uno de los instrumentos. Fue estrenada en 1928 en la Opera de París.
Esta coreografía ha sido creada para solistas diversos,
en esta ocasión lo interpretó una mujer como papel principal, Elizabeth Ross,
quien inicia suavemente el clásico de Ravel sobre una plataforma redonda de
color rojo. Apenas enfundada en un mallón completo blanco casi transparente, su
cabellera suelta, mantiene en suspenso y expectación al público, realizó
algunas piruetas, movimientos cadenciosos y acciones dramáticas de golpes sobre la base.
Así, poco a poco subiendo el tono e intensidad acorde a la música l
logra conectar la pasión original del autor en derroche de sensualidad.
El sentido de Eros se torna cada vez más
fuerte en el desarrollo de la coreografía, al incursionar uno a uno los
bailarines hombres que permanecían sentados alrededor sobre sillas rojas. Enfundados
en mallones negros y torzos desnudos. Se van integrando en poses, piruetas,
saltos, abrazos , subiendo, bajando circulando sueltos o abrazados en el
escenario, doblando sus rodillas, aleteando sus brazos, pero constantemente
desplazado sus caderas hacia adelante y
atrás en sensual acorde hacia la bailarina del centro. La fuerza de la
testosterona se funde en gran acto con el eterno femenino, como en la vida
misma, estéticamente.
La energía de la danza llega a su fin junto
con la música demostrando lo orgánico, biológico que pueden producir ciertos
sonidos en nuestros cuerpos. De alguna manera también nos nutre el misterio de
la relación del ser humano con su propia naturaleza y lo externo. Los sueños y
esperanzas, la interrelación con otras mentes, otros cuerpos. El derecho al
gozo y al placer. La felicidad que mucho
se logra con la aceptación de la diversidad de todo tipo pensamiento y actuar,
que en algún lugar debe estar gozando el maestro Béjart .Su mística y su alcance
de pensamiento global, aún perteneciendo al siglo pasado, es que nos ha
permitido por fortuna disfrutar de su obra integrándose perfectamente en la
actualidad. Lo temático, lo artístico, lo estético y técnico de su creación
trasciende en el tiempo y espacio
Diversas opiniones de la formación de los
bailarines sobre todo de los masculinos se comentaron , que si están clonados, que
mantienen nula diferencia entre ellos. Esta característica se da cuando los
directivos ,coreógrafos y formadores les dan un trato igualitario. La
disciplina, la técnica, el amor a la profesión nada tiene que ver con el ego,
pues si bien se ve uniformidad en su estilización corporal, la personalidad de
cada artista no se pierde. Cabe mencionar que no todos los bailarines son
suizos, franceses o belgas, participaron en esta ocasión mexicanos de la
Compañía Nacional de Danza del INBA. También se hizo presente la sencillez y
humildad, fuera de toda actitud de divas y divos, tanto del director Roman,
como de la bailarina Ross, al fotografiarse con quienes les solicitaron…con una
amplia sonrisa.
La interpretación de cada coreografía, si
bien tiene un toque personal del actual director , es importante comprender que
se cuida el estilo original del autor y está también supeditada al contexto histórico y social de la época en
que fueron creadas, los movimientos son diferentes, en cuanto al virtuosismo, la técnica, el vestuario, la
cultura en su totalidad-La primera es de 1974,el amor, paz, sicodelia, lo
ecléctico. La segunda es de 1983 con todo y el rigor incluso matemático de
componer danzas griegas, según comentan. La tercera data de 1961, revolución
social mundial.
En
conjunto se evidencia una gran sensibilidad desde Béjart, luego de Román, por
el respeto hacia la otredad-Ya lo decían en el video “ El esfuerzo y el ánimo”
de la autora española Arantxa Aguirre-No los regañamos, les decimos cómo pueden mejorar lo que están haciendo-Algunos
se van y otros vienen, les echamos de menos, pero permitimos que crezcan, sin
ello no hay evolución y eso sería un gran error”.
Roman lo dice en la entrevista previa a la
función en tierras potosinas: Es un ballet romántico al inicio, luego más
orgánico y así hasta expandir en pasional. A pregunta expresa de Paraje Tunero
responde:”Lo que pensamos como compromiso social es en cada función es dar
amor, amor y amor y los espectadores al salir a su vez continúen dando más amor”. Entonces volvemos
al origen, cómo esta gran obra de arte se torna atemporal, al mostrar diversas
épocas, trascendiendo siglos, pero con un solo sentido.
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