En los últimos años, el escritor Patricio Pron (Rosario, Argentina, 1975) se encontró con diversos ensayos de autores conocidos como "pesimistas culturales", quienes alertaban sobre la muerte de la literatura y de la cultura letrada; a partir de ello, se propuso revisar cuánta verdad había en una opinión que le resultaba discutible.
"Porque mi impresión era que la literatura no estaba muriendo en estos días, sino que ha estado muriendo desde que tenemos conocimiento de su existencia, desde que la escribimos", asevera en entrevista telefónica con MILENIO el narrador desde Madrid, donde radica en la actualidad, al hablar acerca de la aparición de El libro tachado (Turner, 2014).
Es un volumen que ofrece una especie de paseo no solo por lo que la literatura ha sido en los últimos dos siglos, sino también por todo aquello que no ha sido: los libros que, por una razón u otra, no hemos podido leer.
"Me interesaron muchos aspectos de las formas en que la literatura desaparece o puede desaparecer de la vida de todos nosotros, en un momento u otro, y por razones siempre muy diferentes. Lo que más me interesó fue comprobar que el Estado ya no ejerce la censura de la forma en que lo hacía en los siglos XIX y XX, sino que más bien es el propio mercado el que ejerce de forma tácita una censura, mediante el apoyo a ciertos autores en detrimento de otros".
Para Pron, la proliferación de títulos es una constante en la actualidad, porque se publican muchos más libros de los que podemos leer, lo cual es un peligro mayor para la literatura, aun más que la propia censura privada o pública.
"Fue muy interesante descubrir que, en buena medida, los autores habían estado escribiendo acerca de la desaparición y el final de la literatura desde hace mucho tiempo, como si los autores necesitásemos conjurar la posibilidad de un final de la literatura, la posibilidad de dejar de escribir, mediante una escritura que hablase de cómo podemos perderlo todo en cualquier instante", dice el autor.
Formato y lectura
En El libro tachado aparecen autores a quienes Pron denomina bajo el término de "estética del silencio": son aquellos que dejaron de escribir o casi lo hicieron, además de los que se suicidaron o que fueron encarcelados y, en cualquier caso, eliminados de la escena literaria.
Los autores que dejaron de escribir tienen su contracara en aquellos que no lo dejaron de hacer, pero sí destruyeron sus obras en un momento u otro; de ahí la importancia del recorrido que ofrece el escritor: "Hay tanta literatura de la que disponemos, como de la que no disponemos".
Pron hurgó en la historia de la literatura con un convencimiento: nada le gusta más a un escritor que relatar las tragedias de otros literatos, como las peripecias que vivieron hasta una publicación, qué jugarretas le hizo el editor o cuáles enfermedades padecieron. Pero también reflexiona sobre el presente y el futuro del libro.
"Desde hace algunos años hemos estado hablando acerca de qué modo leeremos en el futuro, si lo haremos en papel o en formato digital. La discusión ha soslayado el hecho de que muchos ya leemos en ambos formatos, sin que esto suponga el final de ninguno de ellos. Me parece que la discusión nos impide reflexionar acerca de qué leemos; esa es la pregunta que me resulta más interesante".
Pron dice que los lectores con quienes más se identifica son aquellos que no buscan identificarse con un libro, sino más bien sostener una polémica con él.
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