miércoles, 23 de julio de 2014

Una huella inborrable: Bejart Ballet en el Festival Lila López

 
Fotos: Cortesía del Festival de Danza Lila López

In memoriam de la Mtra. Aurora Agüeria y el Mtro. Eduardo López Lemus.

Por: Roberto A. Valenciano Capín
 
Fuimos testigos del milagro aún posible de disfrutar plenamente del cuerpo tanto en sus extensiones, el verlo  bailar a través de un lenguaje corporal preciso y puntual, al ser expuesto cabalmente en el Foro del Teatro de la Paz por  la compañía de la Bejart Ballet Loussane, como parte inaugural de la XXXIV Festival Internacional de Danza Contemporánea Lila López.

De esta manera queda corroborado que esta fiesta de la danza como la llamaba su fundadora Lila López se estremeció al  disfrutar de una de las mejores compañías de danza a nivel mundial, que se ha distinguido gracias a su creador de ser un renovador del lenguaje de la danza en el siglo XX, el cual debido a la expectativa que creo fue replicada su magia en la Cineteca Alameda a través de la transmisión simultánea.
 
No solo fue reconfortante ver su danzar sino  dar testimonio de este sentido de la perennidad de estas obras concebidas hace más de cinco décadas, así como también  gracias al  incansable trabajo en la dirección por Gil Román a través de esta compañía creada en 1987, al  ofrecer en  su gira por México, siendo estas tierras potosinas agraciada al decantar tres obras emblemáticas y fundamentales en el devenir del hecho dancístico no solo de la compañía sino mundialmente como lo son:  Lo que el amor me dice (1974), Siete danzas griegas (1983), y Bolero (1961). Tres momentums sustanciales de creación del genio,  Maurice Bejart.
 
Como el mismo Béjart escribió alguna vez: "Hay que simplificar y limpiar la danza; redescubrir y vivificar la tradición coreográfica universal: que la gente vea una danza y proyecte en ella su propia vida". ¿Qué tan cierto es esto y cómo se puede hacer?. Parece ser que la hice visible y sustentable en la obra: Ce que L’amour me dit (Lo que el amor me dice). Una apoteosis hecha danza bajo el halito de la musicalidad de Mahler, quien sin más logra amalgamar perfectamente esta conjunción de la naturaleza misma con esta naturaleza humana al converger en esta infalible búsqueda interna  través de la exploración de las emociones y las diferentes formas de amar ante el sufragio de la naturaleza misma, siempre bajo la fina sutileza de que estas no se desboquen y sin caer el arrebatamiento mismo. 
 
 
Como un respiro tanto para los bailarines como el público en donde este ultimo abarroto este recinto centenario, para desplegar entre el batir de las olas, Siete danzas griegas (1983),  un detonante allegro en donde queda expuesto no solo el pleno regocijó con el movimiento mismo, sino esta evocación a estos aromas y sabores como son las raíces griegas, con cierto toque popular; en donde los bailarines disfrutaron y compartieron su gozo en escena al desplegar su virtuosas ejecuciones y  romper con la rigidez técnica para incursionar en otras manifestaciones del lenguaje corpóreo,  al converger la fuerza, energía, la vitalidad  y la pasión bajo la propuesta musical del compositor griego, Mikis Theodorakis.
 
Finalmente, el plato fuerte de la noche llegó; “Bolero” quien bajo un  lenguaje grandilocuente preciso y puntual dialoga a partir de esta emblemática obra de Maurice Ravel.
 
Un redondel rojo que en su centro se encuentra la melodía, por cierto, por una inconsistente interpretación de la bailarina Dianne Ross sin ese poder de evocar y por consiguiente convocar a esta pléyade que integran el  ritmo, conformado por bailarines varones, quienes bajo la precisión y puntualidad de su ejecución en el tiempo y el espacio se van uniendo a este unísono palpitar  para conjugarse en esta sensualidad, magia y una idea orgiástica y orgásmica de este ritual, al destacar la  participación especial de una veintena de bailarines mexicanos.
 
 
Sin lugar a dudas, no solo fue un homenaje a este hombre cuya huella en la historia del arte universal es imborrable, sino también un gran acercamiento y disfrute pleno del movimiento preciso y cabal hecho danza, en donde sus coreografías se identifican no por narrar historias sino por expresar emociones y pensamientos a través del cuerpo, dando como resultado coreografías que simbolizan rituales en los que hay una comunión entre el bailarín y el espectador.

Siendo a la vez una invitación de como mirarnos a través de este espejo que Maurice Béjart creó para la humanidad a través de este carácter perenne de sus obras.
 
 
Si puedes bromear sobre algo muy importante es que has alcanzado la libertad" -Maurice Béjart

Y de esta manera dar inicio esta fiesta de la danza en estas tierras del Lila López.
 
 

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