Concentración en México DF contra el asesinato de periodistas el pasado 28 de abril. / Eneas
Por: Karla Casillas
La “guerra contra el narco” ha azuzado los crímenes contra periodistas que denuncian las actividades y conexiones de los cárteles con las autoridades.
Año 2013. Tres de mayo. Día Mundial de la Libertad de Prensa. “¡No más asesinatos a periodistas!”, clamaban a través de las redes sociales miles de profesionales desde México. Se trataba de un grito pidiendo ayuda. Un SOS desesperado para llamar la atención sobre el estado de indefensión en que vive el gremio, atrapado desde hace años en una guerra en la que no sabe cómo defenderse.
Ese mismo día una noticia irrumpió en los medios del país: los cuerpos de los fotógrafos Gabriel Huge, Guillermo Luna Varela y Esteban Rodríguez fueron localizados junto con el de otra persona. Fueron hallados en cuatro bolsas, estaban desmembrados y con señales de tortura. “Por las características del crimen se presume la participación de la delincuencia organizada en la comisión de estos homicidios”, detalló en un comunicado la Procuraduría General de Justicia. Esto sucedió en Veracruz, un Estado localizado en el sureste del país que colinda con el Golfo de México y en el que sólo una semana antes había sido encontrado el cadáver de Regina Martínez, la corresponsal en esa región del semanario Proceso, uno de los medios más prestigiosos del país.
“A diferencia de las guerras tradicionales, en México los periodistas no mueren en un fuego cruzado, o por una bala perdida. Aquí, los asesinos cazan a los periodistas, los sacan a rastras de sus oficinas y de sus casas, los interceptan en la calle, prenden fuego a sus redacciones y les hacen llamadas telefónicas intimidantes”, cuenta Marcela Turati, una de las fundadoras de la organización Periodistas de a Pie, fundada en el año 2007 por ocho periodistas, siete de ellas mujeres. En principio, esta organización nace con la idea de fomentar un mejor periodismo narrativo a través de la autoorganización y capacitación en diversos talleres, pero en el año 2008 la violencia que se comenzó a generar por la llamada “guerra contra el narcotráfico” emprendida por el Gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) hizo saltar todas las alarmas, nos cuenta Daniela Pastrana, otra de las fundadoras de la organización y secretaria ejecutiva de la misma.
"Los asesinos cazan a los periodistas, los sacan a rastras de sus casas y prenden fuego a sus redacciones".
El asesinato del periodista Armando Rodríguez, el 13 de noviembre del 2008 en Ciudad Juárez (Chihuahua), al norte del país, inició un periodo de debate y reflexión interna en Periodistas de a Pie, pues varios de sus integrantes opinaban que debían darle una doble dimensión a esta organización ante la situación de temor y riesgo que poco a poco se apoderaba del gremio, narra Pastrana. “Una terrible realidad nos estaba golpeando día a día y creímos que había que hacer algo al respecto”, añade.
El asesinato de Rodríguez causó conmoción, pues el reportero del Diario de Juárez recibió diez disparos, y, según el medio en el que trabajaba, la orden vino del narcotraficante José Antonio Acosta Hernández, alias “El Diego”. Al parecer ordenó el homicidio molesto por las noticias que Rodríguez publicó, según el contenido de la investigación a la que El Diario de Juárez tuvo acceso.
Han pasado ya cinco años de este asesinato y la Red de Periodistas de Juárez no ha dejado de denunciar, en cada aniversario, que hasta la fecha no se ha dado con los autores materiales e intelectuales del crimen.
Escalofriantes cifras
En total estamos hablando de 74 asesinatos en los últimos 13 años, y 17 desapariciones registradas. Según el último informe de Reporteros sin Fronteras, México se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos del mundo para ejercer la profesión. Y lo peor es que “la impunidad sigue siendo la regla en la inmensa mayoría de los casos de asesinato y de desapariciones”, agrega el informe.
Durante el sexenio del presidente Calderón, del año 2006 al 2012, esta cifra se disparó, 55 periodistas fueron asesinados, la mayoría en ciudades con presencia de células del narcotráfico. “Es en este contexto en el que Periodistas de a Pie decidió incluir una definición política en el año 2010: el tema de la defensa de la libertad de expresión y del gremio”, dice Daniela Pastrana. Ese año la organización realizó un foro en el que participaron unos 60 periodistas de diferentes Estados de la República y fue una especie de “catarsis absoluta”, pues los compañeros que venían de entidades donde los cárteles de la droga tienen el control de gran parte del territorio narraron sus historias y la indefensión absoluta en que se encontraban.
El asesinato del periodista Armando Rodríguez, el 13 de noviembre del 2008 en Ciudad Juárez (Chihuahua), al norte del país, inició un periodo de debate y reflexión interna en Periodistas de a Pie, pues varios de sus integrantes opinaban que debían darle una doble dimensión a esta organización ante la situación de temor y riesgo que poco a poco se apoderaba del gremio, narra Pastrana. “Una terrible realidad nos estaba golpeando día a día y creímos que había que hacer algo al respecto”, añade.
El asesinato de Rodríguez causó conmoción, pues el reportero del Diario de Juárez recibió diez disparos, y, según el medio en el que trabajaba, la orden vino del narcotraficante José Antonio Acosta Hernández, alias “El Diego”. Al parecer ordenó el homicidio molesto por las noticias que Rodríguez publicó, según el contenido de la investigación a la que El Diario de Juárez tuvo acceso.
Han pasado ya cinco años de este asesinato y la Red de Periodistas de Juárez no ha dejado de denunciar, en cada aniversario, que hasta la fecha no se ha dado con los autores materiales e intelectuales del crimen.
Escalofriantes cifras
En total estamos hablando de 74 asesinatos en los últimos 13 años, y 17 desapariciones registradas. Según el último informe de Reporteros sin Fronteras, México se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos del mundo para ejercer la profesión. Y lo peor es que “la impunidad sigue siendo la regla en la inmensa mayoría de los casos de asesinato y de desapariciones”, agrega el informe.
Durante el sexenio del presidente Calderón, del año 2006 al 2012, esta cifra se disparó, 55 periodistas fueron asesinados, la mayoría en ciudades con presencia de células del narcotráfico. “Es en este contexto en el que Periodistas de a Pie decidió incluir una definición política en el año 2010: el tema de la defensa de la libertad de expresión y del gremio”, dice Daniela Pastrana. Ese año la organización realizó un foro en el que participaron unos 60 periodistas de diferentes Estados de la República y fue una especie de “catarsis absoluta”, pues los compañeros que venían de entidades donde los cárteles de la droga tienen el control de gran parte del territorio narraron sus historias y la indefensión absoluta en que se encontraban.
"Ahora mismo hacer periodismo en temas de narcotráfico y crimen organizado es asumir que tu vida corre peligro"
De aquí surgió la famosa marcha de agosto de 2010 llamada “Los Queremos Vivos”, en la que participaron unos dos mil periodistas. Nunca antes se había visto al gremio tan unido; y a partir de ese momento Periodistas de a Pie “se vio algo desbordada”, reconoce Daniela Pastrana, reportera especializada en derechos humanos, movimientos sociales y coautora de varios libros.
Los narcos, tras los ataques
“Ahora mismo hacer periodismo en temas de narcotráfico y crimen organizado es asumir que tu vida corre peligro y la labor de los reporteros se vuelve cada vez más compleja”, dice Marcela Turati, reportera de revista Proceso y autora de varios libros, entre ellos Fuego Cruzado: las víctimas atrapadas en la guerra del narco (Grijalbo). “Cuando estás entrevistando, no sabes bien con quién estás hablando; es decir, sabes que hablas con el alcalde de algún municipio, con un policía, o con una autoridad de alto rango, pero en realidad no sabes si trabaja para un cártel o para un grupo de extorsión”, agrega Turati, quien ha recibido varios premios por su trabajo, entre ellos el Louis M. Lyons otorgado por la Nieman Foundation de la Universidad de Harvard.
“Lo peor es que en la mayoría de los casos se ha logrado sembrar el terror en los medios y en mucho de ellos ya se omiten por completo historias que toquen el tema”, añade. A esto se agrega la crueldad, ya que los asesinos parecieran querer dar un mensaje de “terror ejemplificante: decir ‘mato a este, pero todos aprendan la lección’”, sentencia.
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