viernes, 19 de junio de 2020

Jaime Labastida: ideas y tecnología transforman la humanidad, no los virus


Por: Alfredo C. Villeda

Desde el confinamiento obligado por la pandemia, pero activo a diario por sus tareas de director de la editorial Siglo XXI y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, el poeta y filósofo Jaime Labastida (Los Mochis, 1939) reflexiona para MILENIO sobre la hora oscura del planeta, anticipa éxito próximo a la búsqueda de vacuna contra el coronavirus y asegura que este episodio no marcará una transformación histórica para la humanidad, trances que resultan más de ideas y tecnologías antes que de pandemias.




Mucho tendrá que decir la poesía en este tránsito a eso que llaman la "nueva normalidad". De entrada la sola expresión luce contradictoria. ¿Estamos ante un mundo incierto, rumbo a una nueva era como el paso del Imperio Romano al Medievo? 

La expresión nueva normalidad no solamente luce, sino que es contradictoria. Mucha gente está vaticinando qué es lo que va a suceder cuando pasemos esta situación tan extraña: que el mundo va a cambiar, que la forma de trabajo será otra. No sé, no me gusta hacer pronósticos, pero las grandes etapas por las que ha atravesado la humanidad no están caracterizadas por las pandemias, sino por las grandes aportaciones desde el punto de vista tecnológico, por la manera como la sociedad trabaja la naturaleza y se desarrolla ella misma.

Hay un hecho que no puede negarse, hay pandemias que han mermado la población de un continente entero, como la de peste bubónica, que mató a la tercera parte de europeos, pero no caracterizamos esa época por la pandemia, sino por las aportaciones de la tecnología, que en el momento actual es un fenómeno irreversible, muy veloz. La situación va a durar uno o dos años más, hasta que se encuentre vacuna. Pero, contenido el covid-19, el mundo seguirá su curso desde el punto de vista tecnológico porque las grandes transformaciones de la humanidad dependen de ideas, revoluciones si se quiere, pero en lo fundamental de las tecnológicas.

El mexicano sabe mucho de "máscaras", como ha escrito Octavio Paz en El laberinto de la soledad. Ahora parece que el tapabocas y la mascarilla van a quedarse por un buen tiempo entre nosotros.

Paz piensa que el mexicano está cubierto por una máscara y que basta con que nos la quitemos para que aparezca nuestro verdadero ser, planteamiento que no me parece una solución adecuada. Escribí un ensayo en el que partiendo de una tesis de Ludwig Wittgenstein, él dice que el lenguaje oculta el pensamiento como el ropaje oculta el cuerpo, yo digo que el ropaje devela lo que uno es y revela lo que quiere ser. La máscara que usas se te pega al rostro, tú eres aquella máscara que estás usando, no hay una relación mecánica entre la apariencia y la esencia, que es lo que parece que dice Paz: arrancarse la máscara es arrancarse pedazos de piel. Como se viste una persona revela lo que es. El tapabocas es una máscara de carácter médico y preventivo, no es la que uno elige para darse a conocer a los demás.




En ¿Pueden las aves romper su jaula? usted revisita la vida y obra de Humboldt y apunta cómo el barón atisbaba una grieta de este país que, antes que cerrar, se ha extendido: la desigualdad. 

La tesis de Humboldt no se ha alterado: han cambiado las personas, cantidades, pero la desigualdad es abismal y la pandemia va a profundizar esa brecha. Después de ella habrá una cantidad de personas en pobreza extrema mucho mayor, gente que ha perdido el trabajo en una proporción altísima, muy pocas posibilidades de recuperación de una enorme cantidad de empresas, es posible que muchas quiebren. No ha habido ninguna sensibilidad por parte del gobierno para evitar que las empresas fracasen, lo cual es gravísimo.

Usted ha escrito no tener dudas de que pese a que México tiene carácter propio, está en el extremo Occidente. ¿Dónde puede quedar frente a un embate como este en curso, sanitario y económico a un tiempo?

El país es occidental desde el hecho de la lengua que hablamos, una de las grandes lenguas occidentales. En el país 95 por ciento se expresa en español, pese a las variantes dialectales que hay entre Sonora, Yucatán, Chihuahua y Chiapas, pero esa lengua que hablan cerca de 500 millones de personas en el mundo nos conecta con el universo. En ese sentido somos occidentales del extremo Occidente, porque estamos en el Pacífico. Que no asumamos este carácter y digamos que como México no hay dos, es verdad, ningún país es exactamente igual al otro, pero ni siquiera dos gotas de agua son iguales entre sí. Lo que sucede con México es igual a lo que sucede en Argentina y es que estamos en perpetua crisis, parece que vamos a salir de una y algo nos impide hacerlo y nos jala hacia abajo. Aún así hay un proceso de ascenso continuo. El país es otro.




Hubo un momento en esta pandemia, maestro, en que todos fuimos, para expresarlo con usted, "animales de silencios", o quizá mejor dicho: el hombre como especie fue animal de silencios en la hora más oscura. 

Es cierto que nos hemos convertido más que nunca en animales llenos de silencio, pero ¿qué característica tiene esta pandemia? Viene de lo invisible, es microscópico el virus, pero hay que entender que estamos hechos de virus y bacterias, esto nos ayuda a mantener nuestro equilibrio, porque el sistema inmunológico detiene el avance de éstas. Esta pandemia es silenciosa e invisible, pero también es universal; nadie se escapa de ella. Tenemos que sumergirnos en nosotros mismos, estamos confinados, aislados, nos conectamos a través de medios electrónicos, pero si no existiera ese contacto estaríamos en silencio total, no podríamos establecer relación con nadie, más que con el pequeño núcleo familiar en el que estamos encerrados.

Yo he aprovechado para leer libros que me aguardaban desde años atrás y estoy aprovechando este tiempo de silencio para entrar en mí mismo. Como decía Francisco de Quevedo, para entrar en conversación con los difuntos. Tengo la primera edición de la Historia de Méjico de Lucas Alamán, lo leí por completo y estoy fascinado. Me dio la verdadera dimensión de lo que es: un hombre de una ponderación y buen juicio notables. Critica a Hidalgo, pero exalta a Morelos y dice que fue el hombre más extraordinario en el proceso de la guerra de Independencia.




Su poema "Bajo la pesada losa del mundo", que pinta un cuadro de una estremecedora actualidad, atisba en el último verso una luz o eso me parece: "Un día amaneceré resucitado". ¿Hay elementos para ser ahora optimistas? 

Cuando escribí ese poema en mi extrema juventud, la pesada losa del mundo era vernos nosotros al revés, como si el mundo estuviera sobre nosotros y no bajo nuestros pies. Pero hay elementos para ser optimistas. Desde el punto de vista tecnológico hay una competencia mundial entre las compañías farmacéuticas y entre los países para encontrar una vacuna a la pandemia.

Cunden tristeza y dolor en otros poemas suyos, como "Genealogía terrestre". En efecto, se entiende que hoy "tampoco es tiempo de reír con la espalda de este país hecho cadáver", maestro. 

Tampoco es tiempo de reír, nadie puede ni siquiera sonreír ante lo que está sucediendo. Amigos nuestros van a morir o ya han muerto y es terrible, pero yo veo posibilidad de un optimismo en el sentido que antes dije: vamos a encontrar solución a la pandemia más tarde que temprano.


En Francia dicen estar en guerra contra un enemigo invisible, el virus. ¿No le parece que estamos en guerra con nosotros mismos, con nuestra falta de empatía con la naturaleza y los otros? Un puñado de espectros que se sienten invencibles, parafraseando uno de sus versos.

Sí hay falta de empatía con la naturaleza y con los demás. Hay una crítica de José Sarukhán que dice que nuestra agresión a la naturaleza destruye el hábitat de una gran cantidad de especies que no solo se encuentran en peligro, sino que nos ponen en peligro a nosotros mismos.

"Un puñado de espectros viene contra nosotros, espectros que eran invisibles y parecían materializarse bajo la forma de fantasmas". Sí. En la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM uno de mis grandes maestros, Eli de Gortari, nos dijo que los virus eran estructuras intermedias entre la materia muerta y la materia viva. No tienen vida propia, pero se introducen en una célula y automáticamente cobran vida, porque también estamos hechos de virus.

Lo que hay que entender es que los necesitamos en una proporción determinada, un equilibrio inestable. Lo que hace el covid-19 es alterar ese equilibrio, la proporción aumenta, se reproduce con muchísima rapidez, es quizá la diferencia con otros virus a los que ya nos hemos acostumbrado y que podemos controlar.

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