viernes, 12 de junio de 2020

La insospechada técnica narrativa de Vicente Leñero



Por: Jesús Alejo Santiago

“El escritor no tiene más punto de vista que el de uno mismo”. Palabras de Vicente Leñero, periodista, narrador, dramaturgo… un convencido de que el creador tiene que ser un poco o un mucho narcisista, porque “es a través de uno como se ve la realidad”.

El 9 de junio de 1933, hace 87 años, nació en Guadalajara, Jalisco, un personaje que estudió ingeniería en la UNAM, pero fue cuando se acercó al periodismo, en la Escuela Carlos Septién García, que su creatividad tuvo un sentido diferente: encontró en la palabra y, en especial, en la historia de los otros, un camino para recorrer la complejidad de la vida cotidiana.

“No se me ocurren historias originales, sino que hay un saqueo, pervertido, del trabajo de reportero, y del cronista; la realidad le hace a uno escribir historias más interesantes de las que uno puede imaginar.”

Desde su perspectiva, la realidad es superior a la imaginación, de ahí su propia necesidad de recrear la realidad que le enseñó a ver en el periodismo, “una fuente inagotable para buscar convertir las crónicas en relatos, en cuentos: la técnica periodística debería estar preñada por la literaria”, aseguró Vicente Leñero, un hombre que, sin embargo, estaba mucho más interesado en ser recordado como dramaturgo.

Becario del Centro Mexicano de Escritores y de la Fundación Guggenheim. De sus obras destacan Los albañiles (1963), Estudio Q (1965), El garabato (1967), Redil de ovejas (1972), El evangelio de Lucas Gavilán (1979), Asesinato (1985) y La vida que se va (1999).

Su carrera periodística comenzó en la revista Señal, y fue director de la revista Claudia de 1969 a 1972, de Revista de Revistas de 1973 a 1976, y subdirector fundador del semanario Proceso.

En la última parte de su vida, Leñero reconoció que prefería dedicarle su tiempo a la ficción, a los guiones de cine, a la dramaturgia, después de haber cerrado su etapa en el periodismo, a fin de hacer lo que quiera. 

“Ya no grandes esfuerzos, ni retos mayúsculos, sino la escritura de un cuento y luego otro, con mucha mayor libertad. Pienso que la mitad de lo que escribí se debería de ir a la basura, la otra mitad recuperarla. Pero ya hice lo que tenía que hacer.”

De esa parte de su obra se quedaría con Los albañiles, Asesinato o El Evangelio de Lucas Gavilán, todas de su faceta literario-periodística: “no soy un hombre de imaginación. Nací en un medio periodístico y la literatura me enseñó que la realidad le da a uno más temas que la ficción.”

“Vicente Leñero fue un escritor que incidió en los distintos géneros de la literatura, y en cada uno de ellos brilló por sus propuestas experimentales, su rigor literario y su calidad artística", en palabras de la dramaturga y periodista Estela Leñero Franco, hija del escritor: “No se conformó con escribir y ya, sino que en cada novela, en cada obra de teatro, en cada cuento y en cada reportaje se ponía retos estructurales y proponía formas narrativas y escénicas diferentes, lo que lo llevó a lugares insospechados”.

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