lunes, 3 de abril de 2017

Rescatan Cumbre Cinéfila : Festival Ambulante




Fotos: Tomadas del libro El cine como arte subversivo


Por: Luis Carlos Sánchez


De entre los miles de expedientes que el FBI fue elaborando durante el siglo XX, uno de ellos perteneció a Amos Vogel (1921-2012). El austriaco había llegado junto con su familia a Nueva York justo antes de empezar la Segunda Guerra Mundial y en 1947 fundó Cinema 16, una sociedad fílmica que habría de convertirse en la más concurrida e influyente de EU durante el macartismo.



Uno de los agentes del FBI fue a algunas de las funciones para comprobar si el grupo era realmente subversivo; al final no pasó nada, pero Vogel estuvo muchos años en las listas negras”, recuerdan las editoras Mara Fortes Acosta y Lorena Gómez Mostajo. Ambas han traído al presente uno de los testimonios más esclarecedores de la manera como miró el cine aquel crítico que programó por primera vez en Estados Unidos a directores como Roman Polanski, John Cassavetes, Nagisa Oshima, Jacques Rivette o Alain Resnais.



De la mano del festival Ambulante y en coedición con la Dirección General de Publicaciones (DGP) de la Secretaría de Cultura federal, las editoras se han encargado de publicar por primera vez en español El cine como arte subversivo, que Vogel sacó a la luz en 1974. Se trata de un compendio cinematográfico que incluye más de 300 fotogramas (muchos de ellos inconseguibles), en donde el autor examina y desmenuza los recursos más perturbadores que ha utilizado el cine (estética, sexo, ideología) para “transformar la conciencia del espectador”.



Cinema 16 funcionó hasta 1963, después el crítico cofundó el Festival de Cine de Nueva York, del que se hizo cargo hasta 1968. Siempre, como programador, se interesó por un tipo de cine: “Vogel estaba muy interesado en encontrar cineastas y películas que fueran rebeldes de la estética, de la forma, del contenido”, dicen las editoras. Él pensaba que la subversión en el cine comenzaba en el momento en el que se apagaba la luz de la sala y se iluminaba la pantalla.



El cine además, escribió, “es el arte más poderoso del siglo” y también “un lugar mágico, donde factores sicológicos y ambientales crean una disposición hacia el asombro y la sugestión, una liberación del inconsciente”. Pero Vogel fue muy cuidadoso de no ensuciar su manera de ver las cosas con la que estaban interesadas en imponer las grandes distribuidoras estadunidenses. Para entender la subversión del cine moderno, no sólo fue más allá del cine sino también del arte y exploró la forma contemporánea de ver el mundo.



Vogel como programador entendía las imágenes en movimiento como una forma de pensar y analizar el mundo, su mirada más que estar interesada en el cine como un arte, lo entiende como una especie de aparato filosófico y crítico para hablar de problemas de la época, de problema sociales. Ver cine para Vogel es una especie de acto político y muy inquisitivo”, dice Fortes.



En su Cinema 16, el cinéfilo proyectaba verdaderas rarezas y trabajos independientes  que provenían de todo el mundo, que muchas veces estaban destinadas a permanecer guardadas. Películas obscenas, políticamente incorrectas o heréticas.



Él presentó películas que venían del eje opuesto o películas muy controversiales, como algunas producidas por Adolfo Hitler, películas propagandísticas completamente, películas que en ese momento no podían pasar la frontera de Estados Unidos. Vogel de muchas maneras tuvo que hablar con las autoridades para que dejaran pasar las latas de películas, no era una persona grata para el gobierno de Estados Unidos”, agregan las editoras.



Su visión del cine subversivo y los mecanismos que lo mueven quedaron condensados en su libro.



En El cine como arte subversivo, el autor no se ocupa únicamente de filmes que han desparecido por completo, sino que, además, presenta un análisis detallado de más de 500 cintas, entre las que se incluyen muchas prohibidas, algunas pocas veces exhibidas o jamás estrenadas en el circuito habitual. En esencia, ahí está el cine que interesaba a Vogel, y su texto es hoy considerado una obra de referencia imprescindible en la historia de la cinematografía.



Es un libro muy importante, porque la mayoría de las películas sobre las que Vogel escribe son películas que se filmaron en 16 mm o en 35 mm, y que él proyectó así. Los programadores utilizan este libro para buscar referencias sobre ciertas películas, mucha información sólo está aquí y ha desaparecido en otras fuentes. Hay varias películas que ya están perdidas por completo, y este libro es el único testimonio de ellas; también es una especie de biblia de los curadores, porque justamente Vogel fue un gran pionero en el arte de la curaduría y en pensar la programación de cine como una manera de incorporar al público de una serie de reflexión sobre lo que estaba sucediendo”, cuentan.



La idea de traducir el libro de Vogel surgió en 2013, cuando Ambulante dedicó parte de su programación a las películas que Cinema 16 proyectó en su momento. Las editoras se dieron cuenta de que no existía una versión en español, y el texto en inglés sólo había sido reeditado en 2005 y ahora estaba agotado. La versión en español respeta la primera edición aparecida: los ensayos de Vogel van a acompañados de los fotogramas que él eligió y nutrió con abundantes pies de foto; después viene el análisis de las cintas que sirven al autor para ilustrar lo que quiere decir. La versión en español contiene índices detallados de las cintas y directores abordados, así como algunas imágenes y opiniones de personas que conocieron a Vogel.



Como distribuidor, Vogel tenía contacto con muchos directores, y a través de la sociedad fílmica invitaba a los directores para hacer sesiones de preguntas, presentaciones y se volvió una figura importante en el medio neoyorquino, de hecho (Werner) Herzog le agradece que sus películas se empezaran a exhibir en Estados Unidos. Vogel poco a poco comenzó a ser una figura muy importante que también dio clases y fue quien descubrió para el público estadunidense a directores como Herzog, Werner Schroeter, Agnes Varda y otros”.

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